Economía

¿Cómo surge el capital?

En ‘El código del capital’ (Capitán Swing), Katharina Pistor analiza por qué la codificación legal es esencial para la acumulación de capital: es la única forma de seguir generando riqueza.

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22
febrero
2022

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Se parece a la cabeza de un elefante: la línea que representa la tasa de crecimiento y la cantidad de riqueza acumulada globalmente por los diferentes grupos de ingresos entre 1980 y 2017 se denomina, de manera de lo más apropiada, la «curva de elefante». La amplia frente incluye al 50% de la población mundial; a lo largo de los últimos 35 años ha retenido un mísero 12% del crecimiento de la riqueza global. Desde la frente, la curva desciende a la trompa y, desde ahí, sube hasta la punta. La trompa es donde se sitúa «el 1%»; controlan el 27% de la nueva riqueza, más del doble de la que poseen las personas situadas en la frente del elefante. El valle entre la frente y la trompa es donde se amontonan las familias con menores ingresos de las economías de mercado de Occidente avanzadas, el «90% exprimido» de estas economías.

Se suponía que las cosas no iban a ser así. Durante la década de los ochenta, tanto en los mercados desarrollados como en los emergentes se promulgaron reformas económicas y legales que daban prioridad a los mercados sobre los Gobiernos en la asignación de recursos económicos. Dicho proceso se vio impulsado por la desaparición del telón de acero y por el colapso del socialismo. La idea era crear las condiciones a partir de las cuales todo el mundo pudiese prosperar. Se argumentaba que, al proteger la iniciativa individual con unos derechos de propiedad claros y un cumplimiento creíble de los contratos, los recursos escasos serían asignados al propietario más eficiente, lo que incrementaría la tarta en beneficio de todos. El terreno de juego quizá no estaba igualado, pero la idea más extendida era que, al liberar a los individuos de los grilletes de la tutela estatal, al final todos se beneficiarían.

30 años más tarde, no estamos celebrando la prosperidad universal, sino debatiendo si ya hemos alcanzado los niveles de desigualdad que existían antes de la Revolución francesa, y esto en países que se llaman a sí mismos democracias, con un compromiso con el autogobierno basado en el gobierno de las mayorías, no de una élite. Es difícil reconciliar estas aspiraciones con unos niveles de desigualdad propios del Ancien Régime.

Estamos debatiendo si ya hemos alcanzado los niveles de desigualdad que existían antes de la Revolución francesa

Por supuesto, no han faltado las explicaciones. Los marxistas han apuntado a la explotación del trabajo por los capitalistas. Los escépticos de la globalización argumentan que una excesiva globalización ha privado a los Estados del poder para redistribuir una parte de las ganancias obtenidas por los capitalistas a través de programas sociales o impuestos progresivos. Finalmente, una nueva interpretación sostiene que en las economías maduras el capital crece más rápidamente que el resto de la economía; aquel que haya amasado riqueza en el pasado, por tanto, la acrecentará aún más en relación a otros. Estas explicaciones son al menos parcialmente plausibles, pero son incapaces de explicar la cuestión más fundamental sobre la génesis del capital: ¿cómo se creó la riqueza? Y, en relación con ello, ¿por qué el capital normalmente sobrevive a los ciclos económicos y a las crisis que dejan a tantos otros a la deriva y privados de las ganancias que habían obtenido con anterioridad?

Lo que sugiero en este libro es que la respuesta a estas preguntas está en la codificación legal del capital. Fundamentalmente, el capital se compone de dos ingredientes: un activo y el código legal. Empleo el término «activo» de manera amplia, para referirme a cualquier objeto, derecho, habilidad o idea, con independencia de su forma. En su apariencia no adulterada, estos activos simples son solamente eso: un pedazo de tierra, un edificio, una promesa de pago futuro, una idea para un nuevo medicamento o una cadena de código genético. Con una codificación legal adecuada, cualquiera de estos activos puede transformarse en capital y, con ello, incrementar su propensión a crear riqueza para la personas o las personas que ostentan su titularidad.

Con la codificación legal adecuada, cualquier activo puede transformarse en capital

La lista de activos codificados en la ley ha cambiado a lo largo del tiempo y probablemente continuará haciéndolo. En el pasado, la tierra, las empresas, la deuda y el conocimiento han sido codificados como capital, y tal como sugiere esta lista, la naturaleza de estos activos ha cambiado con el tiempo. La tierra produce alimento y refugio incluso en ausencia de una codificación legal, pero los instrumentos financieros y los derechos de propiedad intelectual solo existen en la ley, así como los activos digitales solo existen en el código binario, un caso este último en el que el propio código es el activo. Y, aún así, los instrumentos legales que se han empleado para codificar cada uno de estos activos han permanecido sorprendentemente constantes a lo largo del tiempo. Los más importantes son el derecho contractual, los derechos de propiedad, la ley de garantías, el derecho fiduciario, el derecho de sociedades y la ley concursal. Estos son los módulos a partir de los cuales se codifica el capital. Confieren importantes atributos a los activos y, de esta manera, privilegian a su poseedor. Dichos atributos son: prioridad, que establece una jerarquía de los derechos que compiten por los mismos activos; durabilidad, que extiende en el tiempo los derechos prioritarios; universalidad, que los extiende en el espacio, y convertibilidad, que opera como un seguro que permite a los poseedores convertir sus derechos de crédito privados en dinero estatal bajo demanda, protegiendo de este modo su valor nominal, ya que solo la moneda de curso legal puede ser un verdadero depósito de valor.

Una vez que un activo ha sido codificado legalmente, está listo para generar riqueza para su poseedor. La codificación legal del capital es un proceso de lo más ingenioso sin el cual el mundo nunca habría alcanzado el nivel de riqueza del que goza actualmente; y, no obstante, es un proceso que en gran medida ha permanecido oculto. A lo largo de este libro espero arrojar luz acerca de cómo la ley ayuda a crear tanto riqueza como desigualdad. El análisis de las causas últimas de la desigualdad es de una importancia crítica no solo porque los crecientes niveles de desigualdad amenazan a todo el entramado social de nuestros sistemas democráticos, sino también porque las formas convencionales de redistribución a través de los impuestos han perdido su eficacia. De hecho, proteger los activos frente a los impuestos es una de las estrategias de codificación más buscadas por los propietarios de activos. Y los abogados, los amos del código, obtienen unas minutas extraordinarias por situar esos activos más allá del alcance de los acreedores –incluidas las autoridades fiscales– con la ayuda de las propias leyes de los Estados.

Cómo se seleccionan los activos para ser codificados legalmente como capital, por parte de quién y para beneficiar a quién son cuestiones que afectan al corazón mismo del capital y de la economía política del capitalismo. Y, pese a ello, en la literatura encontramos muy pocas respuestas –si es que encontramos alguna– a estas cuestiones. La razón es que la mayoría de los observadores conciben la ley como una cuestión secundaria cuando, en realidad, es la materia a partir de la cual se fabrica el capital. Este libro mostrará quién se encarga de convertir activos ordinarios en capital y de qué modo lo hace, y arrojará luz sobre el proceso por el cual los abogados pueden convertir en capital casi cualquier activo. Los ricos normalmente justifican su riqueza refiriéndose a la posesión de habilidades especiales, al trabajo duro y al sacrificio personal, ya sea de ellos mismos o de sus padres o abuelos. Estos factores puede que hayan contribuido a sus fortunas. Y, no obstante, sin una codificación legal, la mayoría de esas fortunas apenas habrían sobrevivido. La acumulación de riqueza a lo largo del tiempo requiere una fortaleza que solo un código respaldado por los poderes coercitivos del Estado puede ofrecer.


Este es un fragmento de ‘El código del capital‘ (Capitán Swing), por Katharina Pistor.

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