Libros y películas que siguen censurados (y no lo sabíamos)
¿Le ha saltado alguna vez una escena doblada con voces diferentes en una misma toma? ¿Una cinta del Hollywood clásico en la que no se entiende muy bien por qué un personaje se enfada porque su hermana tenga novio? Son los argumentos censurados durante los sesenta que nadie se ha molestado en arreglar. ‘Qué bello es vivir’, ’55 días en Pekín’ o libros como ‘Operación Trueno’ de Ian Fleming son algunas de las obras que se siguen distribuyendo en la traducción mutilada.
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El club de la lucha, la célebre película de David Fincher de 1999 que cuenta con su lugar en la estantería de cualquier cinéfilo, se estrenaba hace apenas semanas en China por primera vez en servicio de streaming. Cuál fue la sorpresa de los espectadores residentes en el gigante asiático que ya conocían el filme al visionarlo con un final diferente, uno que cambiaba completamente el destino del personaje principal y rebajaba el mensaje ‘antisistema’ de la cinta. Demasiado rebelde para los censores chinos.
La prensa occidental, en general, y española, en particular, se hicieron eco del asunto, recordando cuestiones parecidas que ocurrieron en España durante la dictadura. Sin embargo, expertos como Jordi Cornellá Detrell, profesor de Estudios Hispánicos en la Universidad de Glasgow, han demostrado en sus investigaciones cómo en nuestro país todavía se siguen publicando versiones ‘expurgadas’ de clásicos de la literatura debido a que la traducción o edición que se utiliza como referencia es, precisamente, la franquista.
‘Operación Trueno’ ha sido reeditada en España con la traducción de los años sesenta que elimina referencias políticas o eróticas
«Podríamos decir que si bien el aparato censor desapareció con el final del régimen, los efectos de la censura siguen vivos hasta tal punto que se están editando ahora varios ebooks censurados», apunta. Y advierte: «La transmisión de la censura no es fácil de detener, ya que la existencia de un texto censurado provoca que siempre haya el riesgo de que se reedite. Muchos de los libros censurados entre los cuarenta y los sesenta ya están (o van a estar pronto) en el dominio público, lo que significa que cualquier editorial va a poder publicarlos de nuevo en versión mutilada».
Entre los ejemplos se encuentran las novelas del mismísimo James Bond escritas por Ian Fleming. Operación Trueno ha sido reeditada en España con la traducción de los años 60 que elimina referencias políticas o eróticas, a pesar de existir otras versiones posteriores. Lo mismo ocurre con La semilla del diablo, de Ira Levin, en la que se basaba la célebre película: en España se sigue publicando, incluso en edición electrónica, una traducción sin dos largos pasajes que describen las creencias de los satánicos.
No es solo que el coleccionable de Bond que tengamos en casa esté incompleto; esta realidad también afecta a las bibliotecas públicas. Cornellá señala así el caso de La paga del soldado, novela de William Faulkner. «Y esto a pesar de que existe una nueva traducción de 2009», lamenta. Además, su investigación ha demostrados que más del 92% de ejemplares disponibles en bibliotecas públicas y universitarias está censurado.
Cornellá: «La transmisión de la censura no es fácil de detener, ya que la existencia de un texto censurado siempre implica el riesgo de que este se reedite»
El mismo fenómeno, aunque llevado a la literatura española, lo ha estudiado Fernando Larraz, autor de Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo. En este libro demuestra cómo muchas novelas de autores de la época contaban con dos versiones distintas aprobadas por las propias editoriales españolas: una completa en ciudades como México DF o Buenos Aires y otra ‘autocensurada’ en Madrid o Barcelona, recortada para no molestar a las autoridades. En la actualidad, por inercia, a pesar de existir una edición que respeta la voluntad del autor o autora, en España se sigue reeditando la segunda.
Larraz incluso va más allá y asegura que se deberían reeditar libros de Ignacio Aldecoa, Juan Benet o Elena Soriano añadiendo lo que él llama «las tachaduras». Es decir, los fragmentos de sus textos que fueron eliminados por la censura –en ocasiones por el simple argumento de que un personaje que dice una palabra malsonante– y que respetan la reproducción del habla de la época o la voluntad de sus autores.
Diálogos mutilados por el doblaje
Durante las Navidades de 2021, el sociólogo Emilio Silva compartía escandalizado en redes el descubrimiento de que siempre había visto Qué bello es vivir con siete minutos recortados, algo comprobable al analizar las voces de doblaje pues, al incluirse la escena censurada en una edición actual de la película, la voz de los actores era completamente diferentes.
No es la única afectada. El doblaje era la táctica habitual utilizada por los censores para mutilar películas extranjeras: solían añadir o eliminar diálogos; o bien directamente modificarlos. El ejemplo más célebre es el de Mogambo (1953) de John Ford, donde se cambió la relación de los personajes de Grace Kelly y Donald Sinden de matrimonios a hermanos para que la primera no cometiese adulterio con Clark Gable. El problema es que los celos del ‘hermano’ no tenían sentido en ese caso y, además, era evidente que compartían habitación y cama, por lo que el engaño amoroso se convertía en incesto.
La película ’55 días en Pekín’ (1963) sigue estando solo disponible en la versión mutilada
Mogambo, Qué bello es vivir o, por citar otro ejemplo, Con la muerte en los talones han sido arregladas con insertos con voces diferentes –o, directamente, doblajes nuevos completos–, pero otras como 55 días en Pekín (1963), de Nicholas Ray siguen estando disponibles solo en la versión mutilada. Irónicamente se trata de una película rodada en España. En la versión original, el personaje de Ava Gardner, una condesa rusa, es despreciada por sus compatriotas por engañar a su marido con un coronel chino en una doble traición amorosa y política. En la versión doblada, solo explica que su marido se suicidó.
Dentro del cine español son míticos casos como el de Rojo y negro (1942), del director de ideas falangistas Carlos Arévalo, desaparecida durante años debido a que, aunque era muy cercana a las convicciones de su creador, mostraba a los milicianos del bando republicano como heroicos y cercanos. Por otro lado, a Fernando Fernán Gómez la censura lo persiguió hasta más allá de la muerte: hasta el año pasado, en su centenario, no se ha podido ver la versión completa y restaurada de su obra maestra El mundo sigue.
El profesor Cornellá explica que España es una excepción en nuestro entorno, y que este tipo de censura sostenida en el tiempo tras la caída del régimen que la impuso apenas sobrevive tan solo en la Rusia posterior a la URSS y aquí. «Hubo también censura en la Italia fascista y la Alemania nazi, pero duró bastante menos tiempo y por lo tanto no llegó a alcanzar el nivel de sistematicidad de la censura en España. La dictadura dedicó muchos recursos a crear una infraestructura censoria compleja y eficaz», comenta.
Y concluye: «En general a los lectores les sorprende mucho saber que, posiblemente, han comprado y leído libros censurados. Se tiende a creer que entre la dictadura y la democracia hubo un corte muy profundo, pero en realidad muchas cuestiones quedaron sin resolver. Si en lugar de silenciarlo este fenómeno hubiera sido más visible, habría sido más fácil encontrar soluciones».
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