La zona silenciosa
En un país hiperconectado como Estados Unidos, aún quedan remansos libres de cualquier tipo de impacto tecnológico. Es la pequeña (y peculiar) parte del territorio que se conoce como ‘La zona silenciosa’.
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Imagínese vivir en un pueblo donde no existen ni internet, ni las redes sociales, ni Google, ni las videollamadas, ni ninguna de las funciones tecnológicas que se han vuelto parte de nuestro día a día. Ese lugar existe, y está ubicado en uno de los países más conectados del mundo: en Estados Unidos, específicamente en el Estado de Virginia Occidental. Allí hay una zona donde está prohibido el uso de dispositivos que generen frecuencias electrónicas como las que emiten los teléfonos móviles y las radios. Ese lugar se llama ‘La zona silenciosa‘, y las personas que viven allí están completamente aisladas del mundo hiperconectado que la mayoría de nosotros conocemos (y en el cual vivimos). Este silencio tecnológico se ha convertido en un factor atractivo para miles de personas que han optado por mudarse a esta zona.
La zona silenciosa es una región de 34 km² donde las transmisiones radiales se hallan restringidas legalmente desde 1958
Diane Schou, una de sus habitantes, es una mujer estadounidense que afirma sufrir «sensibilidad electromagnética». Aunque el diagnóstico no ha sido avalado por la Organización Mundial de la Salud, este generalmente es descrito como una reacción alérgica –o una intolerancia– a cualquier tipo de dispositivo que emita radiación electromagnética, como lo son el microondas, los televisores o las redes WiFi. Los síntomas pueden ir desde el dolor de cabeza a los trastornos digestivos. Por eso Diane, al igual que muchas personas con afecciones similares, ha decidido mudarse a la ciudad de Green Bank, en el estado de Virginia Occidental, Estados Unidos.
«Green Bank no es perfecto, pero para mi es más seguro que otros lugares. Aquí puedo vivir casi como una persona normal», afirma Schou. Green Bank, junto con otras comunidades cercanas como Sugar Grove, conforma lo que se conoce como La zona silenciosa: una región de 34 km² donde las transmisiones radiales se hallan legalmente restringidas desde 1958. Y es que, al fin y al cabo, allí se encuentra el radiotelescopio más grande del mundo.
«La radioastronomía, al igual que la astronomía óptica, estudia lo que ocurre en el universo y en el cosmos, pero desde un lugar muy silencioso, sin la interferencia de ondas de radio. Eso permite a los astrónomos utilizar unos radiotelescopios gigantes con los que poder medir ondas radiales espaciales –apenas perceptibles– que pueden proveer pistas para todo tipo de fenómenos: explosiones galácticas, moléculas complejas, evidencias de un agujero negro en el medio de la Vía Láctea o estrellas polares, entre otros», explica Stephen Kurczy, autor de La zona silenciosa.
Kurczy estudió y vivió años en La zona silenciosa, documentando las experiencias en su libro. Según cuenta, desde la década de 1950 los militares estadounidenses han operado también sus propias antenas de radio en la región. El silencio, así, sirve tanto para la ciencia como para la vigilancia: «Están interviniendo en silencio millones de llamadas telefónicas, correos electrónicos y mensajes de texto a cada hora del día. El silencio alrededor de Green Bank y Sugar Grove permite a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) monitorizar el ruido que se produce en todos los demás lugares del país».
A lo largo de los años, La zona silenciosa ha atraído a una diversidad de grupos sociales: desde grupos de hippies hasta el famoso doctor Patch Adams, conocido por ser el padre de la risoterapia. Sin embargo, no todos han llegado con buenas intenciones. «A mediados de la década de 1980, después de Patch Adams, llegó un conocido grupo de neonazis, la Alianza Nacional. Fue fundada y liderada por William Luther Pierce, autor de los Diarios de Turner, que es considerada la ‘Biblia’ de la extrema derecha. Es un libro que ha influenciado y motivado al menos una docena de actos letales de violencia racista a lo largo del mundo», relata Kurczy.
Kurczy: «Se puede observar una creciente convicción del ‘silencio radial’ como algo valioso en nuestras vidas»
Para el periodista, que carece de teléfono móvil desde 2009, Green Bank parecía ser un paraíso para la desconexión. Un lugar donde la gente podía estar más protegida de los males de internet, como la propagación de desinformación o de teorías conspiratorias. Pero esa no es la historia completa: «Cuando las personas están en lugares muy remotos y aislados, se pueden quedar a solas con sus propios pensamientos, a menudo con ideas cada vez más radicales. Cualquier idea preconcebida, cualquier idea descabellada que puedas escuchar, prolifera en un lugar silencioso».
Kurczy, sin embargo, descubrió que el silencio está siendo amenazado: la ley que lo protege, creada cuando aún no existían el WiFi o los smartphones, no es clara con respecto a estos dispositivos. Esto ha generado gran tensión entre aquellos que quiere aprovechar la tecnología y aquellos que defienden el valor del ‘silencio tecnológico’: «Se puede observar una creciente convicción del ‘silencio radial’ como algo valioso en nuestras vidas. Esto es evidente, en parte, por la reacción negativa suscitada por las revelaciones hechas recientemente por una ex empleada de Facebook; hay una comprensión de que quizás estar conectados continuamente en las redes sociales no es del todo saludable. Quizás necesitemos lugares silenciosos donde poder escapar de todo eso». Es por eso mismo por lo que Kurczy está convencido de que, a pesar de los desafíos, La zona silenciosa persistirá.
Este contenido fue emitido en formato audiovisual por el programa de televisión ‘Efecto Naím’ , una producción de Naím Media y NTN24. Forma parte de un acuerdo de colaboración de este programa con la revista Ethic.
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