Sociedad
¿Podremos erradicar la violencia de género?
Una de cada tres mujeres en el planeta es víctima de violencia física o sexual, según la Organización Mundial de la Salud. Pese a que cada vez contamos con más instituciones dedicadas a promover la igualdad, la violencia machista persiste y es en el plano de la prevención donde se puede encontrar la clave para acabar, de una vez por todas, con esta lacra.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2021
Artículo
Una de cada tres mujeres del planeta es víctima de violencia física o sexual, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y las desigualdades, de hecho, suponen uno de los principales factores de riesgo en este tipo de violencia. En el contexto actual, pese a que cada vez contamos con más instituciones dedicadas a promover la igualdad de género en el plano teórico, en la práctica la violencia machista persiste y, en ocasiones excepcionales como la pandemia de la covid-19, repunta: durante el estado de alarma de 2020, el Ministerio de Igualdad registró un aumento del 61,5% en las peticiones de ayuda a los servicios de asistencia en violencia. ¿Llegaremos a erradicar algún día esta pandemia en la sombra?
Entre los múltiples campos desde los que se estudia la violencia machista, el de la sociología podría permitir importantes avances. Utilizando el método científico y lanzando diferentes hipótesis que reúnan datos relacionados con factores sociales involucrados en la violencia de género –cuya base, como ya han demostrado múltiples estudios, reside en la desigualdad entre hombres y mujeres– para encontrar patrones sobre la realidad de las comunidades y el comportamiento de quienes las componen. Con este objetivo, ONU Mujeres creó la Base de Datos Mundial Sobre la Violencia Contra las Mujeres, que recopila datos sobre las medidas y leyes impulsadas por los diferentes países para abordar la violencia contra mujeres y niñas. Pese a que aún existen varias decenas de países que ni siquiera recogen los datos de feminicidios, este sistema está ayudando a identificar cuáles son las políticas que pueden resultar eficaces para prevenir y abordar este tipo de violencia. Entre sus conclusiones destaca la necesidad de abordarlo desde cuatro perspectivas: político-legislativa, sanitaria, educación y prevención basada en datos probados.
Analizar los datos desde el método científico puede ayudar a dar con patrones sobre el comportamiento de las sociedades en la violencia
Precisamente el Indice Global de Brecha de Género mide las desigualdades entre hombres y mujeres en las áreas de participación política, educación, salud y economía. Según el ranking, los casos de violencia machista registrados son mayores en los países con mayor brecha de género, lo que evidencia la necesidad de crear políticas que transformen las relaciones de género, desde el cuidado de los niños hasta la igualdad salarial. Como respuesta, el Pacto de Estado contra la Violencia de Género español propone 293 medidas en 10 ejes de actuación relacionados con la prevención, la educación, la publicidad, el ámbito laboral, deportivo e institucional, la asistencia sanitaria y de la justicia a las víctimas, haciendo especial hincapié en la protección a las víctimas discapacitadas y menores y la formación de los agentes sociales que han de relacionarse con las víctimas (sanitarios, abogados, psicólogos, etc).
A nivel mundial, el Convenio de Estambul, es el instrumento vinculante más importante para la lucha contra la violencia machista porque la reconoce como una violación de los derechos humanos y una forma de discriminación. Esto influye a la hora de proteger mujeres y niñas, pero también (a través de otras disposiciones más específicas) a las refugiadas y migrantes criminalizando delitos como la mutilación genital femenina, el matrimonio forzoso, el acoso, el aborto forzado y la esterilización. Además, este es el primer tratado internacional que contiene una definición del concepto de género no basado exclusivamente en el sexo biológico. ¿Qué quiere decir todo esto en la práctica? Que si un Estado no responde de manera adecuada a la violencia de género, será considerado responsable de ella.
Educación, la mejor prevención
«Debemos tener en cuenta que, aunque nuestro desarrollo legislativo aboga por la igualdad entre hombres y mujeres, en la práctica se mantiene con cierta frecuencia la desigualdad y discriminación, empezando por las cuestiones aparentemente formales, como podría ser el lenguaje sexista», argumentan las sociólogas Encarna Bas y M. Victoria Pérez en este artículo. «Si lo analizamos detenidamente, muchos de los aspectos contemplados a nivel legislativo se incumplen en la Administración pública, en las universidades y en el resto de centros educativos». Defienden así que, para llevarlo a la práctica, se debería invertir en la intervención en los centros educativos para que se cuestionen las actitudes y creencias discriminatorias, incluida la educación sexual integral, y previamente a ello se hace necesaria una buena formación en género de los distintos profesionales.
El sistema sanitario solo detecta entre un 5% y un 15% de las mujeres maltratadas
La violencia machista es también un importante problema de salud pública, como ha demostrado la OMS. Sin embargo, solo se detectan por el sistema sanitario entre un 5 y un 15% de las mujeres maltratadas. Para garantizar una adecuada asistencia es necesario fortalecer el sistema sanitario y, como respuesta, la OMS ha elaborado un manual dirigido a gerentes de salud para marcar la hoja de ruta a fin de responder como merecen a las víctimas a través de guías de trabajo que permiten planificar los servicios de forma más acorde a las especiales circunstancias que sufre una mujer maltratada.
Sin embargo, actuar antes de que la violencia tome su espacio es la mejor estrategia para erradicarla. Los indicadores de riesgo pueden permitirnos avanzar en la identificación de posibles casos. Por ejemplo, según el Observatorio de Violencia Doméstica del Consejo General de la Abogacía Española, el promedio de edad de las víctimas es de 42,2 años mientras que la del agresor es de 46,3. Además, en el 60,5% de los casos vivían juntos. En cuanto a nacionalidad, el 65,5% de las víctimas eran españolas, porcentaje que asciende al 66,4% en el caso de los agresores. Por otro lado, el arma homicida más frecuente es el arma blanca (50%) y el lugar más frecuente es el domicilio (75%); y los asesinatos ocurren más frecuentemente en domingo y en julio. Tras el asesinato, dos de cada diez agresores se suicidan. Con los datos en la mesa, lo cierto es que el tiempo que necesitaremos para cerrar esa brecha de género que influye en la violencia machista crece por momentos. Según el Informe Global Gender Gap Report 2020, aún nos quedan 100 años para conseguirlo.
COMENTARIOS