Medio Ambiente
Mi hijo pide más sostenibilidad
No estamos avanzando lo suficientemente rápido como para poder ofrecer a las próximas generaciones un planeta que no condicione su futuro. Estamos rebasando los límites necesarios para mantener una estabilidad medioambiental con la que continuar desarrollándonos como sociedad.
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COLABORA2021
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Estudia fuera de España. Después de un ‘año covid’, ha vuelto a casa y ha traído su taza de café fabricada a partir de café reciclado, lavable y de uso indefinido en el tiempo, sin haber consumido nuevos recursos. La defiende con un argumentario irrefutable, convencido de que los tiempos tienen que cambiar. No me ofendo, todo lo contrario. Me hace concluir que no hacemos lo suficiente en sostenibilidad. Hoy es una taza de café, mañana una vivienda, pasado mañana una ciudad y la semana que viene todo el territorio. No estamos avanzando lo suficientemente rápido para poder ofrecer a la ‘generación Z’ una sociedad que no condicione su futuro.
La chispa que encendió la mecha del desarrollo sostenible fue el informe Los límites del crecimiento, encargado en 1972 al MIT con la siguiente advertencia: «Si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos 100 años». Casi medio siglo más tarde, en 2021, el documental Los límites de nuestro planeta: una mirada científica, con David Attenborough en compañía del científico sueco Johan Rockström, nos muestra con gran claridad esos límites para mantener un planeta estable que permita desarrollarnos como sociedad.
Los límites: el clima, la biosfera (territorio terrestre, biodiversidad, los flujos de agua y la inyección de nutrientes en la tierra), la acidificación de los océanos, los residuos humanos, la calidad del aire y la capa de ozono. En cuatro de estas nueve áreas –clima, territorio terrestre, biodiversidad y nitrificación– hemos rebasado el límite de alto riesgo para la estabilidad, para nuestra seguridad. El MIT nos dio 100 años; han pasado 50. Johan Rockström y sus colegas marcan ahora la línea de los 10 años para recuperar los límites. Cabe destacar que la edificación, la construcción de las ciudades y el uso del suelo para satisfacer nuestras necesidades impacta enormemente en ellos.
¿Por qué no podemos acabar con nuestra huella de carbono? ¿Por un miedo a perder confort?
Empezamos con el más actual: el clima y sus cambios. Según el Global Carbon Atlas, si en 1972 las emisiones globales fueron de 16.143 MtCO2, en 2019 se alcanzaron las 36.441 MtCO2. Hemos doblado la cifra en vez de reducirla. Y la curva sigue creciendo. ¿Por qué no podemos acabar con nuestra huella de carbono? ¿Por un miedo a perder confort? La taza de café de mi hijo no es menos confortable que otra. ¿O es porque consideramos que en Europa ya hacemos mucho y que el problema está al otro lado del globo? De los 20 países con más emisiones, seis son europeos, y Europa es el continente con más países en ese top 20. ¿Cuándo vamos a empezar a dar licencias de obras mayores y de rehabilitación en función de la huella de carbono y no de una normativa urbanística (o un código obsoleto) que regula la altura de cornisa? ¿El número de plazas de aparcamiento en un edificio es más importante que su huella de carbono?
Del segundo sistema, el territorio terrestre, sabemos que el 70% de la población mundial vive en las ciudades. Urbes que ocupan solo el 2% de la superficie terrestre. Uno puede pensar que somos eficientes porque cuanta más densidad mejor. Pero eso es como decir: vivir en rascacielos es sostenible porque ocupamos menos suelo. Las personas que viven en ese rascacielos necesitan mucho territorio para hacer deporte, para nutrirse, para trabajar en sus oficinas o para tener un parque como alternativa visual a las paredes y muros. Lo mismo ocurre a escala urbana. Las ciudades y sus habitantes requieren mucho territorio para satisfacer sus necesidades. Si hacemos un pequeño ejercicio sobre España: 35 millones de personas viven en ciudades de más de 20.000 habitantes, ocupando el 15,2% de la superficie. Pero el país, sin embargo, tiene una huella ecológica de 3,7 hectáreas por habitante. En otra palabras: los 35 millones necesitan 130 millones de hectáreas para satisfacer sus necesidades. Y España solo tiene 50 millones.
De los 20 países con más emisiones, seis son europeos
Tercer sistema: la biodiversidad. Considerada como algo lejos de nuestra realidad, relativo; algo difícil de medir, algo que solo pertenece al mundo de los animales y las plantas. Lo curioso es que hoy en día podemos medir la pérdida de la biodiversidad por la actividad de la edificación. Herramientas de medición como VERDE o DGNB lo incluyen en su balance. En el centro del debate sobre la sostenibilidad está la palabra ‘diversidad’. Y es que no se trata solo de eficiencia energética, ni de economía circular, ni de enverdecer las ciudades.. Sino de encontrar un equilibrio y aceptar que el ser humano forma parte de algo que se llama ‘bio’.
El cuarto sistema donde nos hemos sobrepasado es la nitrificación del suelo, es decir, la inyección de nitratos y fosfatos artificiales para acelerar los procesos de producción alimenticia y así tener la posibilidad de comprar durante 7 días a la semana, 365 días al año, todos los productos que deseamos (ojo, no los que necesitamos). Esto ha activado un proceso de producción acelerado natural de algas y otras plantas acuáticas que han hecho morir ecosistemas que garantizaban el marisco y la pesca. Es un claro ejemplo de cómo el ser humano ha alterado un sistema natural para poder satisfacer sus necesidades. Nos hemos pasado, otra vez.
Pero, como dice David Attenborough, somos capaces de corregir lo que hemos hecho mal. El ejemplo de reducir el agujero en la capa de ozono a través de la prohibición mundial de ciertos productos químicos, resultado de la industrialización, demuestra que, si queremos, podemos invertir los procesos. Tan solo una observación: debemos ser el único animal que considera que el autocastigo es el único instrumento que nos ayuda a encontrar un equilibrio. Por lo tanto, sugiero que empecemos a prohibir edificios que no pueden demostrar que son ‘nulo-huella-de-carbono’ (aceptando la suma y la resta en todo el ciclo de vida) y que no aportan nada. Con eso cumplido, creo que voy a dormir bien esta noche.
Bruno Sauer, director general de Green Building Council España (GBCe).
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