Sociedad

Las ‘kellys’ y la búsqueda del turismo justo

Las limpiadoras enarbolan la bandera del comercio justo: su futura plataforma digital aúna todas las reivindicaciones hechas por el que ya es uno de los colectivos más reivindicativos del mercado laboral. De su cumplimiento dependerá la calificación de un hotel (o no) como un lugar de trabajo justo.

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01
septiembre
2021

Lo han vuelto a hacer: las kellys (apelativo que surge de la frase «las que limpian»), agrupadas en una combativa asociación autónoma de camareras de piso, han sacado a relucir de nuevo la fuerza reivindicativa que con tanta determinación practican para exigir a los establecimientos hoteleros que respeten sus derechos laborales. Y en esta ocasión cuentan con el apoyo de un aliado muy poderoso: los clientes de esos hoteles.

La asociación surgió con el objetivo de sacar al colectivo de la invisibilidad y exigir, además, condiciones de trabajo dignas

Con el objetivo de sacar a este colectivo profesional de la invisibilidad y exigir no solo condiciones de trabajo dignas, sino también el cumplimiento de la legalidad, fue como surgió la asociación. Y lo hizo de una manera espontánea: varias compañeras comenzaron a contactar entre sí a través de las redes sociales. Lo que comenzó como una vía para compartir experiencias y una manera de «desahogarse» entre ellas, pronto derivó en una potente organización y movilización. Una web, un manifiesto, mucha pancarta callejera y una fuerte atención mediática hicieron el resto. Hoy, esta asociación, integrada por ocho delegaciones territoriales y cientos de miembros, es una de las voces autorizadas del turismo justo en España.

Entre sus reivindicaciones figuran derechos fundamentales de los que disfruta cualquier trabajador, como el de jubilación anticipada, el cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, el reconocimiento de enfermedades profesionales propias de su actividad –como aquellas directamente relacionadas con el aparato psicomotriz o el músculo esquelético–, la vinculación de la categoría de los hoteles a la calidad del trabajo que generan o el aumento de las inspecciones de trabajo para evitar abusos.

Visibilizar para movilizar

Las kellys comenzaron a asomarse a los medios de comunicación en el 2017, año en que comenzaron a denunciar ante la opinión pública la realidad de un colectivo sometido desde hace años a la precariedad laboral. Los diez minutos por habitación, a razón entre uno o dos euros durante ocho horas de trabajo, resumían a la perfección el día a día de unas mujeres que se veían prácticamente abocadas a vivir permanentemente a base del consumo de pastillas con las que soportar los dolores de espalda y otros problemas de salud que les producían las jornadas maratonianas.

La movilización pública de este inesperado David frente a Goliat de la industria turística no cayó en saco roto: sirvió para situar en el mapa a estas profesionales que, rápidamente, se ganaron la simpatía y solidaridad de la gente.

Las ‘kellys’ tratan de poner en marcha una página en la que los clientes puedan reservar en hoteles con una perspectiva de justicia laboral

Hoy las kellys van un paso más allá y pretenden enrolar activamente a esa misma gente para su lucha. Para ello, han anunciado su intención de poner en marcha una página de reservas en la que los clientes tengan la seguridad de que están reservando habitaciones en establecimientos que son respetuosos con los derechos laborales de sus trabajadores: una suerte de plataforma de comercio justo especializado en reservas hoteleras y con el foco situado en la justicia laboral.

Entre los requisitos que demanda la nueva plataforma para aceptar hoteles dentro de su oferta hay uno irrenunciable y es que no externalicen sus servicios de limpieza. Este es uno de los grandes caballos de batalla de la asociación, ya que es una práctica a la que las kellys atribuyen buena parte de la responsabilidad de la degradación de las condiciones laborales del sector. Una adecuada carga de trabajo, medidas para la prevención de lesiones o el fomento de la contratación de colectivos vulnerables son otras de las condiciones que harán a un hotel merecedor del calificativo «justo» y le acrediten, por tanto, para formar parte de la plataforma.

La idea cobra cuerpo en un momento histórico en el que los consumidores son especialmente sensibles a las cuestiones éticas, sociales o medioambientales. Algo tanto más importante cuando nos hallamos en un contexto de creciente transparencia empresarial en la que, gracias a portales de referencias como Glassdoor, TripAdvisor o Booking y a los numerosos foros usuarios existentes en la red, los ciudadanos toman decisiones de compra cada vez más informadas y al margen del bombardeo continuo de mensajes corporativos. Decisiones que, cada vez con mayor frecuencia, premian los comportamientos empresariales que se ajustan a determinados valores y castigan a quienes se los saltan.

A la iniciativa de las kellys, sin embargo, no le faltan detractores. Por un lado, cuenta con la oposición de los empresarios hoteleros, que no quieren bajo ningún concepto ver etiquetados sus establecimientos por terceros bajo parámetros de supuesta «justicia» o «injusticia» laboral. Más sorprendente es, sin embargo, el rechazo de los sindicatos mayoritarios: tanto CCOO como UGT lamentan la llegada del nuevo portal porque, aducen, ellos ya estaban ultimando uno de características similares llamado Fairhotels, en colaboración con la Universidad de Málaga y con el apoyo del Gobierno central. El proyecto, sin embargo, se vio interrumpido en un principio a causa de la pandemia.

Mientras se dirime quién gana la carrera de la justicia hotelera, el proyecto de las kellys sigue adelante. Por el momento han conseguido reunir alrededor de 30.000 euros –aproximadamente la mitad del presupuesto estimado para el arranque– a través de donaciones y crowdfounding. Visto el tamaño de los adversarios y las dificultades que enfrentan, el camino no se antoja sencillo. No obstante, las kellys parecen acostumbradas a transitar por terreno accidentado.

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