Economía

El euro: cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa

Para salvar a Europa puede ser necesario prescindir del euro. Así lo resuelve el economista y ganador del Premio Nobel, Joseph E.Stiglitz, en ‘El euro: cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa’ (DeBolsillo). Plantea tres caminos: reformas estructurales drásticas, una disolución bien gestionada del euro, o un nuevo sistema «euro flexible».

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20
julio
2021

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Es evidente que todo se ha ido al traste. Los medios se han convertido en fines; los objetivos supremos están más lejos. Europa ha perdido la brújula. No obstante, este extravío no es un fenómeno exclusivo de Europa. Ha ocurrido tan a menudo y en tantos lugares que parece casi una enfermedad mundial de nuestra época. En cierto sentido, pues, la historia de la eurozona es una alegoría moral: demuestra que los líderes que no están en contacto con sus electores son capaces de concebir sistemas que no convienen a sus ciudadanos. Enseña asimismo que, con frecuencia, los intereses financieros han predominado en el desarrollo de la integración económica y que la ideología y los intereses descontrolados pueden generar unas estructuras económicas tal vez beneficiosas para unos pocos, pero peligrosas para grandes sectores de la ciudadanía.

Esta es también una historia de lugares comunes expresados por unos políticos que no saben de economía y que crean su propia realidad, de posturas adoptadas en función de intereses políticos inmediatos pero que tienen enormes consecuencias a largo plazo. La insistencia en que no se diseñara la eurozona de manera que los países más fuertes tuvieran que ayudar a los que sufrieran problemas pasajeros pudo ser atractiva para los votantes más egoístas. Ahora bien, si los riesgos no se comparten al menos en cierta medida, no puede funcionar ninguna unión monetaria. Para la mayoría de los europeos, el proyecto de la Unión Europea, la integración de los países del continente, es el acontecimiento político más importante de los últimos sesenta años. Verlo fracasar o insinuar que pueda fracasar o que pueda fracasar uno de sus aspectos —su sistema monetario— es casi una herejía. Pero la realidad, a veces, envía mensajes dolorosos: el sistema del euro está roto y, si no se arregla cuanto antes, el precio será inmenso. El sistema actual, incluso con las reformas recientes, no es viable a largo plazo sin imponer un coste desmesurado a sus ciudadanos.

El sistema actual no es viable a largo plazo sin imponer un coste desmesurado a sus ciudadanos

Y no solo un precio económico: antes hablé de las inquietantes transformaciones que están produciéndose en la política y la sociedad, el ascenso del extremismo y el populismo de extrema derecha. Si bien el fracaso del euro no es la única razón de esta tendencia, creo que el enorme coste económico que ha tenido para muchos de sus ciudadanos es una de las causas fundamentales, tal vez incluso la principal. Estos costes son especialmente elevados en el caso de los jóvenes europeos, cuyo futuro está en peligro y cuyas aspiraciones están destruyéndose. Quizá no entienden del todo lo que ha ocurrido, quizá no entienden del todo los argumentos económicos, pero sí entienden una cosa: que les mintieron los que intentaron convencerlos para que apoyaran la creación del euro y se unieran a la eurozona, los que prometieron que la moneda única iba a aportar una prosperidad sin precedentes y que, mientras los países miembros se atuvieran a unas normas básicas para la contención de déficits y deudas en relación con el PIB, los países más pobres de la eurozona acabarían por converger con los más ricos. Hoy esos mismos políticos o políticos de los mismos partidos les dicen: «Confiad en nosotros. Tenemos una receta, una serie de políticas que, aunque causen dolor a corto plazo, a la larga mejorarán la situación de todos».

A pesar de las deprimentes conclusiones de mi análisis sobre lo que ocurrirá si no se cambia la eurozona –y las todavía peores si los cambios siguen la dirección que defienden hoy muchos en Alemania y otros países–, este libro es, a fin de cuentas, optimista. Es un mensaje de esperanza que tiene especial importancia para los jóvenes y para quienes creen en el proyecto comunitario, en la idea de que una Europa políticamente más integrada puede ser más fuerte y más próspera. Existe otra forma de avanzar, diferente de la que propugnan actualmente los líderes. De hecho, existen varias formas de avanzar, y cada una exige un grado distinto de solidaridad europea.

Necesitamos hacer una profunda reforma de la eurozona y de su moneda para salvar el proyecto

Europa cometió un sencillo error, que fue comprensible: pensó que la mejor vía hacia un continente más integrado era construir una unión monetaria, compartir una moneda común. Ahora es necesario hacer una profunda reforma de la eurozona y de su moneda, tanto en la estructura como en las políticas, para salvar el proyecto. Y es posible salvarlo. El euro es una creación artificial. Su diseño no es resultado de las leyes inexorables de la naturaleza. Las disposiciones monetarias de la Unión Europea pueden cambiarse; incluso puede abandonarse el euro si es necesario. En Europa, y en todas partes, podemos recolocar nuestra brújula, podemos reescribir las reglas de nuestra economía y nuestro sistema de gobierno, lograr una economía con una prosperidad mayor y mejor repartida, una democracia fortalecida y una mayor cohesión social.


Este artículo es un fragmento de ‘El euro: cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa’ (DeBolsillo), por Joseph E Stiglitz.

 

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