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Redes inteligentes contra la crisis climática

Las nuevas redes inteligentes más resilientes permitirán, no solo que las ciudades gestionen la energía de manera más eficiente, sino que resistan ante los fenómenos meteorológicos extremos, que serán cada vez más frecuentes debido al cambio climático.

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Valeria Cafagna
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Nos encontramos en la década de la acción, lo que significa que nos quedan apenas diez años para combatir el cambio climático y evitar que sus efectos sean irreversibles. Es por eso que, ante este colosal desafío, el sector de la energía se ha propuesto impulsar nuevas redes de distribución más sostenibles y, sobre todo, más resilientes, capaces de resistir a los eventos climáticos extremos, que se prevé que se multipliquen (en frecuencia e intensidad) en los próximos años como consecuencia de la crisis climática. En este sentido, el Gobierno de España, bajo el paraguas de la Unión Europea, se ha comprometido a crear nuevas redes de distribución más inteligentes que no solo se adapten a las necesidades de los consumidores, sino que contribuyan a acelerar la transición energética y a cumplir con los objetivos  marcados en la Agenda 2030.

Las ciudades -que crecerán de manera exponencial al menos hasta 2050, según datos de Naciones Unidas- serán los espacios donde estas redes inteligentes y sostenibles serán más necesarias. Y es que es las zonas urbanas están aumentando su demanda de energía más eficiente, ya sea a través del uso de vehículos eléctricos como de sistemas energéticos domésticos más eficientes. Pero ¿cómo deberán ser estas redes? ¿Con qué características deberán contar?

Revuelta: «Los modelos de negocio posicionarán al cliente en el centro, dotándolo de herramientas para gestionar su propio consumo de energía»

Estas son algunas de las preguntas que, desde hace casi ocho años, se intentan responder en el Congreso Smart Grids, que cada año reúne en España a más de 200 personas del sector para discutir sobre el futuro de estas infraestructuras. En la última edición, celebrada en diciembre de 2020, Raúl Suárez, presidente de FutuRed (la Plataforma Tecnológica Española de Redes Eléctricas), subrayó durante la inauguración que nuestro país parte con gran ventaja para afrontar la transición energética: «nuestra red de distribución y transporte son un gran caso de éxito a nivel europeo, por su robustez, fiabilidad y bajo coste, además de contar con una cadena de valor industrial y de proveedores que son una referencia a nivel mundial», explicó. Pero matizó que todavía queda mucho camino por recorrer en el proceso de digitalización de la red. O, dicho, de otro modo: en el proceso de creación de smart grids.

Con todo, se trata de redes que, según definen dese Red Eléctrica Española, pueden integrar de forma eficiente el comportamiento y las acciones de todos los usuarios conectados a ella, de tal forma que se aseguran un sistema energético sostenible y eficiente, con bajas pérdidas y altos niveles de calidad y seguridad de suministro». Es decir, que sean capaces de adaptarse a circunstancias externas e imprevistas.

En prácticamente todo el territorio español, ya existen proyectos basados en este modelo de distribución, como el reconocido Living Lab de Smartcity Málaga. El proyecto Smartcity Málaga fue impulsado por Endesa con el apoyo del ayuntamiento de Málaga, la Junta de Andalucía y el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) en 2009. Desde entonces, en la ciudad andaluza se han desarrollado múltiples proyectos de investigación sobre las redes inteligentes en una ciudad en crecimiento y que se espera que aumente su peso económico y su tamaño en las próximas décadas. Entre las actuaciones llevadas a cabo se encuentran labores de monitorización y control de las redes de distribución de media y baja tensión y la implantación de soluciones a la pérdida de energía en la red de automóviles urbanos. También, se ha incluido la integración de una micro red eléctrica en el paseo marítimo de Málaga, con la que se gestiona y estudia toda la generación, el almacenamiento y el consumo energético de la zona.

Living Lab de Smarticity es un proyecto experimental sobre redes inteligentes aplicadas a la ciudad de Málaga

Y se están desarrollando proyectos como PASTORA, que combina la inteligencia artificial con el big data para desarrollar redes inteligentes, o Coordinet, un proyecto europeo en el que participa Endesa para aprovechar la flexibilidad que los consumidores y pequeños generadores pueden proveer al sistema para mejorar la estabilidad de la red.

El Living Lab de Málaga es ya un laboratorio permanente en el que, gracias a toda la infraestructura implementada, es posible validar tecnologías que mejorarán la vida de los ciudadanos y permitirán avanzar hacia las ciudades del futuro. José Manuel Revuelta, director general de Infraestructuras y Redes de Endesa, destaca un aspecto clave de estas futuras redes inteligentes que ahora se están desarrollando: «la participación». «Tendremos nuevos modelos de negocio que posicionarán al cliente en el centro, dotándolos de nuevas herramientas para gestionar su consumo de energía, por ejemplo», apunta Revuelta. Algo que irá de la mano de la digitalización de empresas, ciudades y de la movilidad eléctrica, y que, según explica, «obligará a operar las redes de manera más flexible, gestionando activamente los cambios en la demanda y coordinando a diferentes operadores y clientes».

Entre varias empresas españolas, Endesa también participó en Resccue (Resiliencia para hacer frente al Cambio Climático en Áreas Urbanas), el primer gran proyecto europeo de innovación en resiliencia urbana que aglutinó hasta 18 empresas de toda la UE. El objetivo: desarrollar estrategias de reacción en los grandes núcleos urbanos para enfrentarse a los (muy) posibles futuros eventos climáticos extremos. Una ciudad resiliente es aquella que protege a sus habitantes y a sus bienes a la vez que mantiene su funcionalidad frente a una crisis. En este sentido, mantener la energía circulando es un aspecto clave. Resccue se ha desarrollado estudiando aspectos de Barcelona, Bristol y Lisboa para investigar cómo ciudades de sus características pueden adaptarse a una red eléctrica distribuida y a un modelo descentralizado en el que la caída de un nodo no conlleve la de todo el sistema. De esta forma, determinados servicios, sobre todo los relacionados con emergencias, apenas se verían afectados por un imprevisto.

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