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Economía Circular, un modelo de producción que cuida del planeta

Elena Ruiz, experta de Forética en la circularidad de la economía, y Virginia Ocio, directora de Economía Circular de Endesa, profundizan en un nuevo modelo de producción en el que convergen sostenibilidad y optimización de recursos.

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Poco a poco, las empresas, los poderes públicos y la ciudadanía empiezan a asumir que el modelo de producción lineal se está quedando obsoleto. Generar residuos a gran escala sin darles un nuevo uso no solo le está pasando factura al medio ambiente, sino que también resulta poco eficiente desde una perspectiva estrictamente económica. Frente a esta linealidad, la economía circular conjuga conciencia ambiental y optimización de recursos. Un potente mensaje que, como recuerdan los expertos, para que cale y se traduzca en acciones concretas, necesita regulación, más sensibilización y una voluntad real de colaborar entre distintos actores. El reto se antoja mayúsculo, pero las ventajas de un cambio de paradigma podrían adquirir una dimensión desconocida. Tanto en nuestra relación con el planeta como a la hora de apostar por modelos de producción disruptivos que creen nuevas fuentes de riqueza. Hablamos sobre los grandes desafíos de la circularidad con Elena Ruiz, responsable del grupo de acción de Economía Circular de Forética, y Virginia Ocio, directora de Economía Circular de Endesa.


La economía circular propone un nuevo modelo económico en el que los residuos de un proceso se convierten en la materia prima de otro, incluso del mismo. Partiendo de un modelo lineal, ¿cómo se empiezan a construir cadenas circulares?

Elena Ruiz: La tarea no es fácil. La economía circular propone un cambio sistémico, holístico. Para las empresas puede ser abrumador algo tan disruptivo que implica innovaciones aguas arriba (proveedores, materias primas…), durante el mismo proceso y también aguas abajo, a la hora de cerrar el círculo. Significa construir un modelo de producción y consumo totalmente distinto. En los últimos años, las empresas han ido creando proyectos piloto que, poco a poco, van escalando hacia un ecosistema circular. Las políticas públicas –por ejemplo, en gestión de residuos– están suponiendo un gran impulso, dinamizando un mercado de materias primas secundarias o promoviendo el ecodiseño de productos. Hay una necesidad de urgencia, pero soy optimista respecto a cómo se está trasladando el cambio a nivel nacional, europeo e internacional.

Virginia Ocio: Estoy muy de acuerdo con la idea de ecosistema de Elena, ya que la economía circular es algo muy global y transversal. En el ámbito de la empresa, hablamos de un ecosistema interno que permite que la organización adopte el cambio de paradigma. En Endesa, abordamos esta nueva estrategia incorporando los principios de la economía circular a nuestra cultura corporativa, ya sea con campañas de sensibilización o mediante formaciones específicas a través de la Academia Endesa de Economía Circular (AEEC). E integramos esos principios en nuestra cadena de valor –desde proveedores hasta el cliente y la sociedad en su conjunto–, creando equipos mixtos entre expertos en economía circular y de cada área de negocio. Ambos estudian aplicaciones concretas de esos principios. Para nosotros supone una reevaluación de negocio completa, que incluye, como decía, la extensión de esta circularidad a nuestros proveedores –con los que coinnovamos constantemente–, a la gestión y distribución de productos y servicios, al cliente, y a nuestra idea de ciudad circular, donde podemos aportar nuestra experiencia en la parte energética.

Ante el crecimiento demográfico y urbano, este enfoque de ciudad circular cobra especial relevancia.

E.R.: Ban Ki Moon dijo que la batalla de la sostenibilidad se ganará o perderá en las ciudades, con su confluencia de retos ambientales, sociales, etc. La producción de residuos sigue creciendo, y se espera que el pico llegue en 2100. El mayor consumo de recursos naturales ocurre en zonas metropolitanas, que también generan un 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero empresas y poderes públicos han comprendido que el principal marco de acción es el urbano. Se asume que la economía lineal es más tóxica en cuanto a movilidad, calidad del aire… Y la responsabilidad del cambio es de todos: adquieren gran importancia nuestras decisiones como ciudadanos.

V.O.: En la ciudad se concentran los problemas, pero también las oportunidades para revertir la situación. La propia idea de ecosistema es mucho más fácil que se dé en ellas, donde resulta más viable esa conjunción de lo público, lo privado y el ciudadano. El concepto de ciudad sostenible o circular ha ido evolucionando desde ese toque smart –con el foco en la tecnología– hasta otra óptica más amplia en la que lo digital es una herramienta al servicio de una causa mayor. Se habla cada vez más de cercanía, de menor movilidad, de cómo construimos edificios, de un replanteamiento del urbanismo. Debates que, con la pandemia y esa imposibilidad para moverse, han ganado aún más interés.

Frente a retos, la colaboración entre los distintos actores se antoja imprescindible.

E.R.: Todos los actores son importantísimos. Pero me parece de especial relevancia el fin de la voluntariedad –mediante diversas normativas y regulaciones– que están impulsando los poderes públicos. Supone el inicio de un círculo virtuoso que hace que las empresas aceleren e incrementen su ambición hacia un aumento de la sostenibilidad. A ello se une el despertar de un consumidor más consciente, que exige información, que duda al elegir entre la oferta disponible, lo que también incentiva la innovación en las empresas para responder a las demandas del consumidor. Todos los actores tienen que circularizarse para que vayan encajando las piezas del puzle.

V.O.: Hay, de hecho, startups que ya nacen con esa cultura circular. Las empresas que no somos nativas circulares precisamos de un cambio de mentalidad. Y resulta obvio que la regulación desde las Administraciones supone una palanca de cambio. Aunque, debido en buena parte al avance tecnológico, la regulación va en ocasiones por detrás de los modelos de negocio. En algunos aspectos, echo en falta un marco regulador que esté a prueba de futuro ante los cambios por venir. A nivel empresarial, la creciente involucración del sector financiero también está activando la acción. Resulta muy interesante que, hasta hace unos años, la sostenibilidad se veía como algo puramente ambiental, de responsabilidad social. Y ahora se percibe cada vez más –desde esta óptica de economía circular– como una herramienta de competitividad que integra, en un nuevo modelo de negocio, los conceptos económico y ambiental. En Endesa, ahora se plantea el desmantelamiento de las centrales de carbón, que han terminado un ciclo. Con la circularidad en mente, el reto es plantearse cómo esas centrales pueden tener un nuevo ciclo, una nueva vida hacia las renovables en un contexto de transición energética. Y esto lo entendemos no solo como algo justo desde una perspectiva ambiental y social, sino como una oportunidad económica que ahonda en esa idea de circularidad. Sobre todo, ante el creciente uso en las tecnologías renovables de materiales escasos como el litio o el cobalto, que requieren ser gestionados bajo nuevas estrategias de optimización.

En una situación de crisis económica como la actual, ¿qué papel juegan esas oportunidades de negocio y creación de riqueza que ofrece la economía circular?

E.R.: En esta fase de recuperación, y a diferencia de crisis anteriores, se va imponiendo una nueva visión que podríamos sintetizar bajo el eslogan building back better [reconstruir mejor] que están utilizando la Unión Europea o Estados Unidos. Estamos ante una gran oportunidad de emprender una recuperación verde, con incentivos que no vimos, por ejemplo, tras la crisis de 2008. El propio Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno español, mediante el que se van a articular todos los fondos europeos, cuenta con una partida de inversión verde –con alusión directa a la economía circular– que representa el 37% del total. La Estrategia España 2050 también establece como objetivo prioritario la transición ecológica, y menciona la economía circular 27 veces. La economía lineal es muy ineficiente en comparación con la circular, que va a permitir crecer más y mejor. Recordemos que actualmente solo el 8,6% de la economía global es circular. El margen de mejora es impresionante. Se requiere una gran inversión a corto plazo, pero el retorno también va a llegar muy rápido. Insistiría, además, en los nuevos enfoques de análisis de ciclo vida de los productos, en el que se vinculan descarbonización, una menor presión sobre los recursos naturales y economía circular; objetivos que lógicamente han de ir de la mano. Pensemos en las baterías, las placas solares o las palas de los aerogeneradores. No solo nos ayudan a descarbonizar la economía, sino que, bien gestionadas, tienen un fuerte impacto en el avance de la economía circular.

¿Qué hace falta para que esta tendencia hacia la circularidad adquiera mayor protagonismo?

V.O.: Es clave la pregunta de cómo se hace realidad esa colaboración de la que hablábamos antes. No sé hasta qué punto es una cuestión de país, es decir, un tema cultural propio de España. Llevamos años hablando de colaboración, pero hace falta llevarlo a la práctica, colaborar con resultados, con procesos de simbiosis que vayan más allá de lo obvio. Pensemos en un edificio: para que sea circular desde un punto de vista energético, ha de ser sin emisiones, con equipamiento eficiente, con un diseño arquitectónico que minimice el consumo de energía y utilice materiales reciclados o reciclables. Es decir, se necesita esa colaboración entre distintos sectores. Con todos los desafíos que implica, me parece mucho más sencillo abordar la circularidad dentro de una misma empresa que cuando se trata de colaborar con otras compañías, los poderes públicos o la ciudadanía.

E.O.: Yo pondría el foco en hacer una buena traducción, al lenguaje de la sociedad y las empresas, de los riesgos que supone seguir operando –con los datos de la ciencia en la mano– en una economía lineal. Por alguna razón no está calando el mensaje tanto como debiera. Quizá haya que darle la vuelta a la tortilla y preguntar, con mayor insistencia, cuánto nos cuesta, económica y ambientalmente, la inacción.

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