Opinión

Soy porque somos

El pueblo y la ciudad son las dos caras de la misma moneda. Al igual que la ciudad no sobrevive sin los recursos creados en los pueblos tales como agricultura, ganadería o aire purificado en sus superficies arboladas, el pueblo no sería lo mismo sin el desarrollo tecnológico y cultural gestado en las grandes ciudades.

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Ubuntu, término zulú para describir una gran realidad de la vida: «Yo soy porque tú eres». Un concepto simple y profundo, que me hace reflexionar sobre la actual situación de las áreas rurales en España. En nuestro país, más de la mitad de los 8.124 municipios que llenan de colores nuestra península están teñidos de un color oscuro, un color que no invita a vislumbrar futuro. ¿Y cómo es eso? Sus gentes dejaron de llenar sus calles y de impulsar su economía para pasar a hacerlo en las grandes ciudades. Buscaban una vida con más oportunidades que las que dejaban atrás.

Por contra, una minoría decidió seguir en el lugar que les vio crecer. Imagino que por aquel entonces, aunque se veía venir a lo lejos una muerte anunciada, la situación no era tan dramática. Al final quien cultivaba X tierras, ahora tenía X+1, y seguían viendo a aquellos que marcharon en las fechas señaladas en el calendario. Como todo sistema que cambia, fue una cuestión de tiempo que empezaran a verse las consecuencias y este ajuste en la distribución de la sociedad no iba a ser menos.

Pronto empezaron a polarizarse dos bandos, entre los que se quedaban en el tranquilo pueblo y los que residían en la ruidosa ciudad, entre el cambio y sedentarismo, entre lo intelectual y el paletismo, entre lo refinado y lo bruto. Incluso el cine, allá en los años 60 de la mano Paco Martínez Soria con películas como La ciudad no es para mí, además de arrancarnos alguna que otra carcajada, sin ser muy consciente de ello, nos iba también sesgando y polarizando como sociedad. Clichés instalados en nuestras cabezas que a día de hoy aún sobreviven.

Si algo bueno tenía que traernos el contexto de la covid-19, es que se observa como los clichés que arrastramos del pasado empiezan a derrumbarse

La realidad es que el pueblo y la ciudad son las dos caras de la misma moneda. Al igual que la ciudad no sobrevive sin los recursos creados en los pueblos tales como agricultura, ganadería o aire purificado en sus superficies arboladas, el pueblo no sería lo mismo sin el desarrollo tecnológico y cultural gestado en las grandes ciudades. Cómo bien define el término zulú Ubuntu, la ciudad es gracias al pueblo, al igual que el pueblo es gracias a la ciudad.

Si algo bueno tenía que traernos el contexto actual de la covid-19, es que se observa como estos clichés que arrastramos del pasado empiezan a derrumbarse. Gracias al auge del teletrabajo, las ciudades sobresaturadas, con precios desorbitados para la vivienda, parecen no ser el mejor escenario para el desarrollo de una familia, en favor de la naturaleza y la cercanía de la gente que nos regalan nuestros pueblos, esos que un día dejamos y que hoy volvemos a añorar.  Sigamos construyendo puentes entre ambas realidades para fusionarlas. Muchos de nuestros pueblos ya pasaron hace mucho un punto de no retorno, pero aún está en nuestras manos que nuestros hijos puedan disfrutarlos.

Os cuento un ejemplo de cómo tender estos puentes es algo al alcance de todos con pequeños gestos. Algunos de ellos son originales y románticos, como es el caso de Apadrinaunolivo.org. Cientos de padrinos y madrinas de todas las partes del mundo han decidido encontrar un nexo con lo rural a través de la recuperación de un olivo centenario abandonado. Gracias a su aportación generosa, nos permiten recuperar los 100.000 olivos centenarios abandonados en la localidad, creando vías de desarrollo sostenibles que dan empleo a la población joven del pueblo y a nuevos vecinos. En retorno, el padrino o la madrina recibe en su casa lo mejor del pueblo y su naturaleza: 2 litros del aceite de oliva virgen extra, fruto de los olivos que se están recuperando, que ya van camino de los 15.000.

El modelo creado por Apadrinaunolivo.org es un claro ejemplo de éxito a la hora de tender esos puentes, como demuestran las 3.000 visitas anuales que recibe el pueblo de gente viniendo a conocer el entorno y su olivo. Cierra los ojos, identifica creencias de lo rural que no aportan valor y sustitúyelas por nuevos puentes que sean de utilidad para nuestra sociedad y su bienestar.


Jose Alfredo Martín Piñas es Cofundador de Apadrinaunolivo.org.

 

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