Opinión
Los republicanos son los reyes
El mapa político catalán se ha deslizado del nacionalismo al independentismo y de la derecha a la izquierda, dos factores que, combinados, harán la gobernanza de Cataluña y, de paso, de España, mucho más difícil.
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No deja de ser irónico que un partido de profunda raigambre republicana e izquierdista como ERC se haya convertido en el Kingmaker (el hacedor de reyes) de la política catalana. Sus 33 escaños le permiten jugar holgadamente en los dos ejes en los que desenvuelve la política catalana: el independentista-constitucionalista y el ideológico izquierda-derecha. Tan bien posicionado está ERC que incluso puede elegir entre tres mayorías: la independentista, en la que sumaría a Junts y a las CUP; la soberanista, en la que junto con Junts y En Comú Podem estarían los partidarios del referéndum; y el izquierdista, donde podría conformar otro tripartido de izquierdas con el PSC y En Comú Podem.
El resultado de ERC no solo es brillante en sus propios términos, sino aún más teniendo en cuenta que se trata de un partido cuya reivindicación republicana e independentista fue siempre marginal en Cataluña. Tomen los resultados electorales de ERC en las elecciones generales y autonómicas entre 1977 y 1980 y verán que, contra el relato establecido sobre la existencia de una pulsión republicana e independentista latente durante el franquismo que pugnaría por salir a la primera de cambio que se organizaran unas elecciones libres en Cataluña, la realidad es que los catalanes no utilizaron su recién ganada libertad ni la restauración de la Generalitat –en manos de un republicano como Tarradellas– para votar por un partido republicano. Todo lo contrario: el nacionalismo conservador de Convergència i Unió derrotó al izquierdismo republicano de ERC en todas las elecciones desde 1980 hasta la fecha, incluso cuando se hizo él mismo independentista en manos del último Artur Más y luego Puigdemont.
«ERC elegirá confrontación o el diálogo en función de cómo piense que sirve a ese fin»
Pero ahora, 41 años después de las primeras elecciones autonómicas catalanas, celebradas el 20 de marzo de 1980, ERC que bajo el liderazgo de Heribert Barrera obtuvo 240.871 sufragios (el 8,87%) en aquellos comicios, arrebata por fin el liderazgo a la vieja derecha nacionalista. Cierto que la suma de Junts y PdeCAT supera en más de 70.000 votos a ERC, pero lo mismo se puede decir de la suma de ERC y las CUP, que es muy superior. El hecho, por tanto, no cambia: el mapa político catalán se ha deslizado del nacionalismo al independentismo y de la derecha a la izquierda, dos factores que, combinados, harán la gobernanza de Cataluña y, de paso, de España, mucho más difícil.
Se ha dicho desde el PSOE que estos resultados avalan la política de tender puentes y de poner fin a la confrontación practicada por Pedro Sánchez desde que ganara las elecciones en noviembre de 2019 y formara gobierno en enero del 20. Es una hipótesis difícil de verificar, que más bien parece un deseo que una realidad ya que, aquí también, la política de confrontación o de diálogo la decidirá Esquerra. Una vez en el gobierno de la Generalitat elegirá cuándo tensar y cuándo destensar la cuerda con el Gobierno de Sánchez. Pero lo que no hará será confundir los medios con los fines, como sí que parece que hacen los que esconden la ausencia de una política clara hacia Cataluña detrás de la ausencia de una política de confrontación.
El constitucionalismo no tiene muy claro cuál es su plan: defender el statu quo (PP), modificarlo levemente (PSC) o reventarlo (VOX). Por el contrario, ERC, como Junts y las CUP, solo tienen un fin: la independencia. Discrepan en los medios, sí, pero lo cierto es que la propuesta de ERC es la más viable. Una vez cegada la vía unilateral, la independencia solo puede articularse sobre la base un referéndum pactado. Según la doctrina de la ensoñación articulada por el Tribunal Supremo en su sentencia sobre los líderes del prusés, en la primera fase, Junts, ERC y las CUP optaron por la confrontación y el referéndum ilegal como medio para forzar un referéndum legal. ERC quiere volver a intentarlo con la mesa de diálogo con el Gobierno, la ayuda de Unidas Podemos y la presión de un parlamento catalán donde el soberanismo desborda al constitucionalismo. Los constitucionalistas, débiles y divididos, tanto en Cataluña como en el resto del país, tendrán que articular una respuesta a un desafío que, siendo el mismo, se presenta con otros argumentos, otros aliados y otros formatos. ERC subirá o bajará la temperatura y elegirá confrontación o el diálogo en función de cómo piense que sirve a ese fin. En Madrid y Barcelona, los republicanos de ERC serán los hacedores de reyes.
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