El Androcausto
Escribió Kafka que «solo a causa de su estupidez son capaces de estar tan seguros de sí mismos». En la satírica ‘Woke’ (Alianza Editorial), el comediante y periodista Andrew Doyle continúa dando rienda suelta al afán justiciero de Titania McGrath, un personaje ficticio que adquirió enorme popularidad a través de una cuenta de Twitter en la que ridiculiza los excesos de la corrección política.
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COLABORA2021
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En 1610, un «poeta» blanco cuyo nombre no merece la pena mencionar escribió el poema Cimbelino. En el segundo acto, uno de sus numerosos y bidimensionales personajes pregunta: «¿No pueden hombres ser, sin que mujeres copartícipes sean de la obra?».
En El Paraíso perdido, de John Milton, Adán se lamenta de forma similar por la creación de su esposa, Eva: «¡Oh! ¿Por qué Dios —pregunta— no llenó el mundo de hombres?» y «¿Por qué no halló otro medio de perpetuar la raza humana?».
Esta es la fantasía que se esconde en los corazones estigios de todos los hombres: una visión utópica de un futuro en el que todas las mujeres han sido eliminadas, los impulsos sexuales concupiscentes son satisfechos por obedientes sexbots y la reproducción se puede llevar a cabo sin intervención femenina.
Para la mayoría de los hombres, mantener relaciones sexuales con una mujer es simplemente otra manera de masturbarse. Dicho con crudeza, las mujeres no son más que calcetines donde pajearse para prolongar su linaje. Por tanto, es inevitable que los hombres alberguen en secreto el deseo de procrear en solitario, a la manera de las amebas. La analogía es apropiada, teniendo en cuenta que la ameba y el varón humano tienen una capacidad intelectual similar. Como dice Val en la novela El cuarto de las mujeres, de Marilyn French: «Todos los hombres son violadores, y eso es todo lo que son».
No los odio. Me dan lástima. Son criaturas inferiores, idiotas anencefálicos con pene a los que se inculca desde su nacimiento que son los señores del universo. Es una especie de delirio de masas impuesto culturalmente. Entrenar a un perro para que chupe el plato no lo convierte en un lavavajillas.
Se dice que hay que combatir el fuego con fuego. Esto es un ejemplo típico de lógica masculina porque en realidad, si prendes fuego a una casa ardiendo, no consigues casi nada. Pero si interpretamos este consejo de forma metafórica, hay algo de verdad en el planteamiento de que un buen ataque es la mejor defensa. Y si realmente estoy en lo cierto acerca de la ubicua fantasía masculina de acabar con las mujeres del mundo, la conclusión lógica es que debemos adelantarnos.
«Si el género está determinado culturalmente, no hay ninguna razón de peso para que nadie se identifique como hombre»
Para evitar cualquier ambigüedad, voy a decirlo claramente. Esta idea se me ocurrió de repente el verano pasado durante una breve excursión de esquí en Val d’Isère mientras reflexionaba sobre mi estado de permanente opresión. Y se reduce a esto. La era de los hombres ha llegado a su fin. El siguiente paso es su completa eliminación.
¿Cómo lo hacemos? Durante un tiempo fue trending topic mundial en Twitter el hashtag #KillAllMen, hasta que los déspotas que dirigen la empresa decidieron que era «provocador» y comenzaron a suspender las cuentas que lo usaran.
No soy fan del asesinato. En muchos casos se considera ilegal y, personalmente, en general creo que es algo malo. Está entre las principales vilezas, con el mansplaining y el impuesto del gobierno sobre los tampones.
Así que cuando sugiero que debemos «matar a todos los hombres» no me refiero a asesinarlos como tal. Me refiero a modificar la sociedad de tal manera que, pasado un tiempo, la mera existencia de los hombres quede reducida a los libros de historia.
Me explico. Si el género está determinado culturalmente (que lo está), entonces no hay ninguna razón de peso para que nadie se identifique como hombre. Solo subsisten porque vivimos en un patriarcado opresivo y tirano en el que cerca de la mitad de la población acepta la etiqueta de «varón» que se les asignó al nacer. Una vez que nuestra sociedad abrace el eterno femenino, no habrá necesidad de que exista su infame opuesto. El yin habrá fagocitado al yang. La serpiente de cascabel se habrá cortado su extremo venenoso. La afilada cuchara de la feminidad habrá cascado la peluda cáscara de la verdad.
Reconozco que ser hombre tiene ciertas ventajas. Los hombres ganan mucho más que las mujeres por el mismo trabajo, rara vez se ven obligados a esperar cola para ir al baño y tienen estadísticamente menos probabilidades de quedar embarazados.
Pero no debemos dar demasiado valor a estas diferencias, pues eso sería caer en la trampa del esencialismo biológico. Todos hemos oído los mitos: los hombres son más agresivos, a los hombres les gusta el fútbol y la cerveza, los hombres tienen pene, etc. Pero esto no son más que roles que se les anima a interpretar a algunos miembros de la raza humana.
Hay quien dice, por ejemplo, que solo los hombres pueden orinar de pie. Para demostrar su error, yo solo orino de pie, y es extremadamente liberador. Invito a todas las mujeres a hacer lo mismo para acabar con estos deletéreos estereotipos. (Aunque te recomiendo que tengas papel de cocina a mano porque puede resultar algo pringoso).
«¿Sacrificaría un soldado uno de sus testículos por la causa como las amazonas se cortaban uno de sus pechos? Lo dudo»
Las amazonas vivían vidas plenas sin la compañía de hombres. Eran unas guerreras tan machotas que se quitaban un pecho para poder utilizar el arco y las flechas con más facilidad. ¿Sacrificaría un soldado masculino uno de sus testículos por la causa? Lo dudo.
Esto explica que la palabra «amazona», que proviene del griego antiguo a(ἀ-) y mazos (μαζ ς), se traduzca como «sin pecho». La famosa plataforma de venta de libros en línea del mismo nombre se apropió de la palabra. El fundador de Amazon, Jeff Bezos, dice que tomó la decisión porque sonaba «exótico y diferente», pero yo sospecho que le atraía la etimología. Qué casualidad que el nombre de una corporación tecnológica gigantesca que vale miles de millones de dólares, dirigida por un consejo de administración predominantemente masculino, se llame literalmente «Sin Pechos».
Si no crees que sea posible un mundo libre de hombres, deberías leer Matriarcadia, de Charlotte Perkins Gilman. Publicada por primera vez en 1915, esta visionaria novela explora una sociedad idealizada en la que toda la parafernalia de la masculinidad tóxica —guerra, agresividad, competiciones de eructos— son solo lejanas memorias. No hay ni un escroto a la vista.
Gilman es conocida sobre todo por su relato «El tapiz amarillo» (1892), pero con Matriarcadia se aleja del mundo tradicionalmente femenino del diseño de interiores y se sumerge en el género masculino de la ciencia ficción utópica. Para mí, Matriarcadia es más que una novela. Es una guía. Es una profecía de un mundo mejor.
Hagámosla realidad.
Este es un fragmento de Woke, de Titania McGrath (Alianza Editorial). Aquí puedes leer su cuenta de Twitter.
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