Opinión

La RSC de la monarquía: nobleza obliga

Si algo ha de caracterizar a la monarquía, igual que ocurre con la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), es un comportamiento ejemplar, que vaya siempre más allá de los requerimientos de la ley.

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20
agosto
2020

De igual forma que la RSC es aquello que una compañía hace para maximizar sus impactos positivos en la sociedad y reducir los negativos más allá de lo exigido por la ley, en el caso de la monarquía bien podría aplicarse ese conocido aforismo de nobleza obliga, en virtud del cual –según el Diccionario Inglés de Oxford– quien tiene una ascendencia noble se «obliga a un comportamiento honorable», en tanto que «privilegio implica responsabilidad». Me ha parecido interesante conectar los dos conceptos, RSC y nobleza obliga, al hilo del manifiesto de apoyo al Rey Juan Carlos I que han suscrito 75 exministros y altos cargos del PP y PSOE, defendiendo su presunción de inocencia y el legado de 40 años de democracia, la «etapa histórica más fructífera que ha conocido España en la época contemporánea».

De entrada diré que suscribo al 100% los argumentos del manifiesto –presunción de inocencia, legado histórico y vigencia del pacto constitucional–. Por convencimiento personal y, quizá también por edad, creo que la generación de mis padres y la mía hicieron un trabajo admirable en la transición al conseguir pasar de una dictadura a una democracia bajo la formula de «ir de la Ley a la Ley, pasando por la Ley», en palabras de Torcuato Fernández Miranda.  Sin embargo –y entiendo que, si se trata de un manifiesto de apoyo, no es cuestión de meter el dedo en el ojo al apoyado–, hay un punto en el que, en mi opinión, se queda corto: cuando afirma que «si sus acciones [las del Rey Juan Carlos] pudieran ser merecedoras de reprobación lo decidirán los tribunales de justicia».

Aunque, en términos jurídicos, no puedo estar más de acuerdo con esta afirmación, es muy limitado pensar que el único motivo para reprochar conductas no ejemplares sea el jurídico, civil o penal, olvidándose quizá de que reproche más duro es el social. Más allá de las decisiones judiciales que puedan venir o no en el futuro, cualquiera que sepa diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto podrá decir que algunas de las conductas que se han venido atribuyendo al rey emérito no están a la altura de quien está obligado, por nobleza, a un comportamiento ejemplar, con independencia de que puedan o deban ser analizadas, si corresponde, por los tribunales.

«En el caso de la monarquía, su principal responsabilidad social no es otra que la ejemplaridad»

Me gustaría detenerme, llegado a este punto, en la propia expresión de nobleza obliga. Dice Wikipedia que se trata de una expresión francesa utilizada en inglés y «denota el concepto de que la nobleza se extiende más allá de simples derechos y requiere la persona que tiene esa condición a cumplir con sus responsabilidades sociales; por ejemplo, una obligación principal de un noble podría incluir generosidad hacia los que le rodean». Dice también la misma página que el Diccionario de la Academia Francesa lo define con dos acepciones: primero, «el que dice ser noble debe comportarse noblemente«; y, segundo, en sentido figurado, «que hay que actuar de una manera que se ajusta a la posición de uno y con la reputación que se ha ganado».

En resumen. Si hay algo que conecta el concepto de RSC con la monarquía es, precisamente, esa exigencia de ir más allá de lo que manda la ley. Decía Winston Churchill que «la responsabilidad es el precio de la grandeza». En el caso de la monarquía, su principal responsabilidad social no es otra que la ejemplaridad, porque el simple cumplimiento de la ley, sencillamente, es solamente el suelo a partir del cual construirá un comportamiento honorable, ético y responsable.

Un ejemplo claro de cómo se puede ir más allá de la ley en búsqueda de la ejemplaridad lo ha dado Felipe VI renunciando públicamente a la herencia de su padre. Así que, una vez dado ese paso, más exigente aún de lo que marca la ley, la monarquía tiene la oportunidad de construir progresivamente su propio «programa de RSC», empezando con un ejercicio radical de trasparencia y continuando con la asunción de compromisos públicos en materia ambiental, social y de gobernanza (ESG). De igual forma que, por ejemplo, muchas empresas empezaron hace años a asumir públicamente objetivos de reducción de emisiones sin que hubiera ninguna obligación legal, la monarquía podría dar voluntariamente un paso adelante, autoimponiéndose determinados compromisos en estas materias sin necesidad de esperar a que exista ninguna «Ley del Rey», proyecto que algunos grupos ahora quieren impulsar.

Esta es la gran oportunidad de la monarquía: ir siempre dos pasos por delante de lo que manden las leyes. La razón es muy simple: nobleza obliga.


(*) Alberto Andreu Pinillos es doctor en Economía y Empresa y consejero editorial de Ethic.

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