Derechos Humanos
Los niños que siguen esperando en la frontera
Según denuncia Unicef México, solo en la ciudad fronteriza de Matamoros, 700 menores migrantes permanecen a la espera de que se tramiten sus solicitudes de asilo a través del sistema judicial estadounidense.
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Hace algo más de dos años, en los últimos meses de 2018, el mundo se estremecía con las imágenes de la caravana migrante que atravesaba México. En ella, miles de personas peregrinaban desde Honduras huyendo de la pobreza y la violencia en dirección a un futuro mejor que, suponían, se encontraba tras la frontera norte del país. Ciudades como Tijuana los acogían a la espera de una oportunidad para saltar la valla, vigilada día y noche, en un descuido de sus custodios… Algo cada vez más difícil, sobre todo con las políticas antimigratorias que han intentado implementarse desde la administración Trump.
Aunque el foco mediático de la actualidad internacional ya no esté tan puesto en la situación que se vive en la frontera, la crisis está lejos de solucionarse y la situación es especialmente dramática para los menores. Según los cálculos de Save The Children, uno de cada cuatro integrantes de la caravana son niños, niñas o adolescentes que, además de soportar las duras condiciones meteorológicas en su camino, también están expuestos a peligros como la trata de personas. Muchos de estos menores migrantes, además, emprendieron solos el viaje. Como reflejan los datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU., hasta septiembre del pasado año, las autoridades estadounidenses detuvieron a más de 76.000 menores que viajaban sin sus padres, un 52% más que en el mismo periodo del año anterior. Dentro del país, el número de menores migrantes no acompañados atendidos en 2019 por las autoridades migratorias mexicanas ascendió a 11.290. En las estadísticas ofrecidas por el Instituto Nacional de Migración (INM), la mayor parte de ellos procede de Honduras (4.836) y Guatemala (4.118), seguido de lejos por otros países como El Salvador o Nicaragua.
Uno de cada cuatro integrantes de la caravana migrante es menor de edad
La situación que se vive es similar en todas las ciudades cercanas a la valla. Como denuncia Unicef México, solo en la ciudad fronteriza de Matamoros, 2.200 migrantes –entre ellos, 700 niños– permanecen a la espera de que se tramiten sus solicitudes de asilo a través del sistema judicial estadounidense. Las condiciones en las que lo hacen «son delicadas, debido a la inseguridad y al acceso limitado a servicios básicos», según indica la organización, que remarca que muchas de esas familias llevan semanas o meses esperando a que se aclare su situación.
«Estamos monitorizando la situación de los niños, niñas y adolescentes migrantes en Matamoros y debemos asegurarnos de que estén protegidos desde su lugar de origen y también durante el tránsito hasta su destino final. Tenemos que actuar ahora porque los niños no pueden esperar», reclamaba hace unos días Pressia Arifin-Cabo, representante adjunta de Unicef México, mientras también pedía al gobierno del país que implementase el Protocolo para la Protección de los Niños Migrantes lo antes posible, ya que esto supondría establecer cuáles son las medidas a tomar cuando un niño migrante ingresa en el territorio.
«Vivimos en la incertidumbre sobre lo que va a pasar con estos niños y adolescentes», subraya Arifin-Cabo. Hambre, frío, enfermedades, explotación, violencia o discriminación son algunas de las consecuencias que, sin cámaras pendientes, los menores migrantes sufren de un lado y de otro de la valla. «La inestabilidad afecta su bienestar y tiene consecuencias para su supervivencia y desarrollo. La ansiedad de los niños pequeños es evidente cuando están lejos de sus padres, incluso cuando es solo un momento», concluye. Por el momento, miles de ellos siguen esperando.
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