Sociedad

House of yes: el templo del consentimiento

Si muchos establecimientos tienen medidas para actuar frente a clientes violentos, ¿por qué muy pocos tienen un protocolo establecido ante el acoso sexual? Un club neoyorquino se propuso convertir su local en un espacio seguro con una solución aparentemente simple, pero efectiva: pregunta antes de tocar.

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02
octubre
2019

«¡Bares, qué lugares tan gratos para conversar!», cantaban los Gabinete Calligari allá por los años ochenta. Y no les faltaba razón: con frecuencia, son lugares de ocio donde charlar, bailar y divertirse sin mirar el reloj hasta que se enciendan las luces. Sin embargo, no hace falta ser demasiado asiduo a la vida nocturna para imaginar algunas de las situaciones desagradables que son tristemente habituales a altas horas de la noche y que van desde preguntas insistentes e incómodas o invitaciones fuera de lugar hasta el contacto físico no deseado. Aunque no siempre llegan a denunciarse, todas estas escenas se engloban bajo el paraguas del acoso sexual y, sobre todo para las mujeres, resultan todavía hoy muy familiares.

Tras la explosión del movimiento #MeToo y la llegada de una nueva ola feminista, un buen número de sectores ha comenzado a reaccionar contra este tipo de abusos que habían sido normalizados durante décadas. Instituciones y empresas han lanzado políticas contra el acoso en los lugares de trabajo, pero las calles y locales de ocio continúan siendo espacios donde las mujeres se sienten especialmente vulnerables ante el acoso por parte de desconocidos. Si muchos establecimientos han implantado medidas para actuar frente a las peleas o ante clientes que se comportan de forma violenta bajo los efectos del alcohol, ¿por qué muy pocos tienen un protocolo establecido ante este tipo de situaciones? ¿Cómo lograr convertirlos en espacios seguros a cualquier hora y en cualquier circunstancia? En Nueva York, House of yes propuso una solución que, aunque simple y obvia, pocos habían puesto sobre la mesa: pregunta antes de tocar.

Además de por sus espectáculos circenses y sus multitudinarias fiestas, este club, fundado por dos amigas en el año 2007 y situado en el neoyorkino barrio de Brooklyn, es conocido por su estricta política contra el acoso sexual. Desde el año 2016, los asistentes necesitan leer la declaración de política de consentimiento y firmarla antes de comprar las entradas para poder acceder al recinto. Además, una vez al mes cuentan con un programa especial en el que unos guardianes del consentimiento explican a cada persona que quiere entrar al club qué comportamientos son o no aceptables y les detallan las normas como una manera de asegurarse de que solamente acceden aquellos clientes que entienden qué significa. Tras realizar esta prueba de fuego cara a cara, el personal está autorizado a no dejar pasar a las personas que no reaccionen bien a la charla.

«Pregunta antes de tocar a cualquiera. Eso incluye también cuando intentas llegar hasta alguien o tocarle en el hombro para llamar su atención. Si hay alguien que os hace sentir inseguros –cosa que esperamos que no suceda porque hablamos todos para evitarlo y nos aseguramos de que saben nuestra política–, tenemos un personal de seguridad maravilloso dentro y fuera del establecimiento. Os creerán», explicaba una de estas guardianas, Emma Kaywin, en un vídeo realizado para la BBC.

En su página web recogen, además, un breve código de conducta contra el acoso en el que explican a sus clientes cómo comportarse. «Muchas personas que se saltan el consentimiento no son ni violadores ni sociópatas. A veces la gente no sabe cómo actuar y a veces, aunque sí sabe, no muestra su mejor comportamiento. Todo el mundo puede ser un acosador en determinadas circunstancias, así que tómate un momento para grabar esto en tu cerebro antes de que las cosas se pongan más oscuras: solamente un  entusiasta significa . No significa no. La ausencia de un entusiasta también significa no», escriben.

«Si no estás de acuerdo, te recomendamos que vayas de fiesta a otra parte o mejor… a ninguna», piden desde el club

A las potenciales víctimas de la situaciones de acoso recomiendan presentarse con un guion y pensar qué van a decir cuando se sientan incómodas antes de salir –«ahora es el mejor momento, no cuando estás siendo arrastrada con el LSD haciéndote efecto. Por favor, no me toques o Preferiría bailar solo ahora es un buen comienzo. Corto, dulce, efectivo», afirman– y las animan a denunciar a los acosadores ante el personal de seguridad de la sala o ante los camareros. «Todos debemos trabajar juntos para crear espacios seguros. Si te tocan a tientas en un evento, por favor, cuéntaselo a alguien. No estás siendo dramático. Independientemente de tu tolerancia personal al contacto físico, hay otras personas en la fiesta que pueden ver arruinada su noche por un toqueteo no deseado. Es responsabilidad de todos mantener a los demás a salvo», concluyen.

«Si sales de noche, da igual al sitio al que vayas, especialmente si eres mujer, sabes que probablemente serás agarrada o tendrás a alguien bailando detrás de ti sin preguntarte», cuenta en el mismo vídeo para la cadena británica otra de las especialistas en consentimiento del club, Jacqui Rabin, y reconoce que cada vez más gente está intentando llevar este tipo de medidas a sus espacios, ya sean clubes, restaurantes u otros lugares de trabajo. Además, cuenta que en House of Yes moldearon su política y la figura de los guardianes del consentimiento sobre las ya existentes en comunidades privadas que realizaban otro tipo de fiestas de carácter sexual, en las que siempre había existido personal que se asegura de que todo va correctamente. «Quizá llegaremos a un punto en el que la gente que quiera interactuar con nosotros entienda perfectamente un código de señales verbales y no verbales. Por ahora, preferimos optar por la precaución y usar palabras, porque las palabras y la comunicación pueden ser muy sexies», cuenta.

El local tiene muy interiorizada esta visión. «El consentimiento lo es todo, dentro y fuera de la pista de baile. Pregunta siempre antes de tener una interacción física y asegúrate de tener un claro y definido antes de intimar. Está bien decir no en House of Yes. El consentimiento es fácil: cuanto más seguros nos sentimos, más sexies somos. Si no estás de acuerdo, te recomendamos que vayas de fiesta a otra parte o mejor… a ninguna», escriben en su normativa.

«House of Yes está dedicada a aportar libertad frente a los juicios, el miedo, el racismo, el sexismo y todas las formas de discriminación. Explora la mejor versión de ti, tu creatividad y curiosidad. Cada invitado es responsable de convertir esto en un espacio seguro para que todos celebren y nuestro personal está disponible para ayudarlo si es necesario», concluyen.

En España, las denuncias por violencia sexual han crecido un 60% en los últimos seis años, según el Ministerio del Interior

Este tipo de medidas se ha extendido como la pólvora en clubes de todas las partes del mundo. Establecimientos de todos los tamaños han comenzado a implantar políticas más transparentes y severas contra el acoso sexual. El neoyorquino Elsewhere, por ejemplo, establece un código de conducta similar al implantado por House of Yes y, dentro de sus políticas, piden a los clientes que denuncien inmediatamente cualquier contacto no deseado, bullying o comportamiento inadecuado. «Nuestro personal está autorizado para expulsar a las personas que participen en cualquier forma de acoso sexual, agresión –incluyendo miradas—, racismo, misoginia, transfobia, homofobia, fanatismo religioso u odio y discriminación de cualquier tipo. Apoyamos a todos aquellos que exigen total libertad del odio y el acoso en los locales y clubes nocturnos de nuestra ciudad. Trabajemos juntos para mantenernos seguros», reclaman.

La situación del consentimiento en España: solo ‘sí’ es ‘sí’

En España, las denuncias por violencia sexual han crecido un 60% en los últimos seis años, según los datos del Ministerio del Interior, que las cifra en 10.727 en el año 2018. El organismo atribuye el aumento a una mayor conciencia social sobre el tema, ya que «antes había conductas que la mayor parte de la sociedad no consideraba delito, y ahora sí», según reconocen.

consentimiento

La violación en grupo de cinco de hombres a una mujer durante las fiestas de San Fermín en 2016 –conocida popularmente como el caso de La Manada– puso sobre la mesa el debate sobre el consentimiento sexual en nuestro país. El eslogan de «no es no» dio pronto paso al «solo es » en los medios y en las manifestaciones como una forma de condenar el cuestionamiento del testimonio de la víctima y el argumento de la defensa de los acusados, que mantenía que no hubo una negativa verbal expresa y pedía la absolución. Finalmente, el Tribunal Supremo reconoció en el texto de la sentencia que «en el contexto que se describe en los hechos probados, el silencio de la víctima solo se puede interpretar como una negativa».

Las cosas están cambiando y no parece que haya vuelta atrás, también en el ámbito del ocio de todos los tipos, sea o no en locales de noche. Mientras centenares de bares cuelgan en sus establecimientos carteles contra la violencia machista y el acoso –eslóganes que se han repetido también durante las fiestas populares de verano en distintos puntos de España–, los mensajes para concienciar de la importancia del consentimiento se cuelan por todas partes. Hace algo más de un año, Vetusta Morla daba uno de sus conciertos más multitudinarios en la Caja Mágica ante 38.000 personas en plena gira de presentación de su disco Mismo sitio, distinto lugar. Allí, como ya habían hecho en muchas de sus actuaciones, la citada frase de «solo sí es sí» presidía las pantallas gigantes como muestra de apoyo a la víctima de la violación de La Manada. El de la banda madrileña es solo un ejemplo: hashtags de apoyo en Twitter como #Cuéntalo o #YoTambién en el que miles de mujeres han contado su experiencia en público, denuncias de situaciones de acoso en diferentes establecimientos y manifestaciones de protesta se han sucedido durante los últimos meses en un movimiento de denuncia que se ha vuelto imparable, también de este lado del océano. De nuevo, Gabinete Calligari tenían razón: no hay como el calor del amor en un bar. Eso sí, siempre que esté libre de acoso.

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