Salud

Desechos higiénicos: el ciclo de vida de un tampón

De media, cada mujer utilizará durante su vida más de nueve mil compresas y tampones que tardan más de trescientos años en biodegradarse. La copa menstrual y otras alternativas más sostenibles se configuran como una de las revoluciones en la higiene del siglo XXI.

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25
octubre
2019

¿Has pensado alguna vez el impacto de los productos de higiene íntima en el medio ambiente? ¿O cuánto tiempo tardan en desaparecer de la faz del planeta aquellos productos que utilizamos de forma cotidiana para estar más limpios? Más allá del papel higiénico, los bastoncillos para los oídos o las controvertidas toallitas húmedas de uso cada vez más popular, si eres mujer, seguro que has hecho a menudo esta reflexión, por ejemplo, si utilizas salvaslips, compresas y tampones. Aunque es innegable que la evolución de estos productos han facilitado las cosas para millones de mujeres en todo el mundo, su uso –y, sobre todo, su reciclaje– supone un  grave problema medioambiental por el ingente volumen de desechos higiénicos que generan.

Según un informe de la ONU Mujeres, el 26% de la población mundial está en edad de reproducción, lo que supone que alrededor de 1.800 millones de mujeres necesitan de este tipo productos de higiene íntima. Si tenemos en cuenta que una mujer menstrúa durante una media de cuarenta años –lo que supone entre 500 y 520 ciclos– y que, aproximadamente usa unos 18-20 compresas o tampones en cada periodo, los residuos generados superan con creces las 9.000 unidades de este tipo de productos a lo largo de toda su vida. Aunque, lógicamente, esa cantidad depende también del reloj biológico de cada mujer, por lo que en muchas ocasiones esa cifra podría ser mucho más elevada.

Para conocer de qué están hechos estos residuos, la marca de productos Tampax publicó hace un par de años el material de composición de sus tampones: algodón, rayón (fibra artificial hecha con celulosa) y poliéster (plástico). Al tampón en sí, hay que sumarle un aplicador fabricado en su mayoría en plástico o cartón, un envoltorio individual también de plástico y una caja contenedora de cartón. El otro producto más extendido, las compresas, también suelen estar envueltas individualmente en una funda de plástico, material que también las compone en gran medida: están fabricadas con una capa de polietileno con microporos que filtra el flujo menstrual hasta una segunda capa de poliéster y viscosa y luego a una tercera capa absorbente de celulosa. En total, desde el envase al interior, cada una lleva tres capas de plástico. Aunque la celulosa puede desaparecer de la tierra en menos de un año, los materiales plásticos que los componen tardan más de tres siglos en biodegradarse.

Solo en Reino Unido, se desechan cada día por el inodoro 2,5 millones de tampones y 1,5 millones de compresas

Además, la manera incorrecta de reciclarlos suele ser un problema medioambiental añadido. La organización británica Women’s Environmental Network calcula que, solo en Reino Unido, se desechan cada día por el inodoro 2,5 millones de tampones, 1,5 millones de compresas y 700.000 salvaslips. Todos estos desechos higiénicos viajan desde el cuarto de baño y acaban copando los vertederos de ciudades alrededor del mundo, contaminando aire, suelo y agua, ya que una gran parte acaba también en los océanos.

Para minimizar este problema, en los últimos años se están fomentando otras alternativas respetuosas con el planeta para minimizar el impacto medioambiental de la menstruación y hacerla más sostenible. Una de las opciones más populares entre todas las mujeres del mundo es la copa menstrual, una especie de cono de silicona que puede usarse entre cinco y diez años sin generar más residuos –se hierve y se guarda después de cada ciclo sin tener que comprar una nueva–. Las hay de varios tamaños y marcas y su demanda ha crecido tanto que, además de las farmacias o las páginas web de los distintos fabricantes, ya pueden encontrarse incluso en el supermercado.

Intimina, una empresa sueca de productos femeninos, ha desarrollado una herramienta que permite calcular el número de desechos higiénicos que usamos las mujeres. Según sus cálculos, reemplazando los tampones y compresas por la copa menstrual, en términos generales, cada mujer evitaría la generación de unos 16 kilos de residuos no reciclables a lo largo de su vida fértil.

Además de la copa menstrual, las compresas de tela o la ropa interior absorbente que puede lavarse y reutilizarse en el siguiente periodo también han visto cómo sus ventas se han incrementado en los últimos años. Además, si al impacto medioambiental le sumamos el hecho de que en muchos países en vías de desarrollo el acceso a estos productos es limitado –tanto por la producción como por el coste–, las copas menstruales y el resto de alternativas se perfilan como una opción hacia un futuro más sostenible. ¿Serán el producto femenino del siglo XXI?

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