Medio Ambiente

Frenar el cambio climático… a golpe de tarjeta

La Secretaría de Cambio Climático de la ONU, Mastercard y el ‘think thank’ Docotomy ultiman el lanzamiento de una tarjeta de crédito que se bloqueará si su titular ha sobrepasado su límite de emisiones anuales de CO2.

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14
mayo
2019

Si hacemos caso al refranero español, el dinero «mueve el mundo». Y, ante la emergencia climática ante la que nos encontramos, necesitamos que el mundo siga moviéndose hacia un futuro más sostenible en el que el planeta pueda continuar habitado. Si los Acuerdos de París de 2015 fueron un punto de inflexión en la lucha contra el calentamiento global, hoy nos encontramos inmersos en el cumplimiento de los objetivos globales definidos en la Agenda 2030: en la carrera por frenar el aumento de la temperatura planetaria se necesitan tomar medidas drásticas y urgentes. Esto requiere de una toma de conciencia por parte del total de la población mundial. Sin embargo, el proceso se extiende a velocidades todavía demasiado lentas. Por eso, para acelerar el compromiso de la sociedad con el medio ambiente, la Organización de Naciones Unidas (ONU) se ha aliado precisamente con el poderoso caballero don Dinero.

La Secretaría de Cambio Climático de la ONU (UNFCCC, por sus siglas en inglés), junto con el think tank suizo Docotomy y la marca bancaria Mastercard han anunciado que a finales de año lanzarán una tarjeta de crédito que se bloqueará una vez el usuario haya excedido su cuota de carbono anual. Bautizada como DO Black, esta tarjeta no se basa en los fondos disponibles, sino en los niveles de emisiones de CO2 producidos por el consumo. «DO une la ciencia con las finanzas para que empecemos a convertir nuestro dinero en una fuerza para hacer el bien», sostiene la Asesora Estratégica de Finanzas Ambientales de Docotomy, Paula DiPerna. Un bien que, además, está definido de antemano: reducir las emisiones de carbono en un 50% de aquí 11 años y cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible sobre acción climática, producción y consumo responsable, y sobre crear alianzas para cumplir con la nueva agenda global.

Cerca del 60% de la media emisiones de carbono generadas por los ciudadanos proceden del consumo

La tarjeta DO Black se presenta como una forma radical de cambiar nuestros hábitos para que se produzca un impacto notable en el planeta. Por ejemplo, solo en Suecia, el consumidor promedio produce anualmente 10 toneladas de emisiones de carbono y, de ellas, el 60% están vinculadas al consumo, una proporción similar a la existente en el resto de países según las cifras de la ONU. Por eso, los creadores del proyecto apuntan a que este sistema permitirá rastrear la huella ecológica de cada uno y despertar a los consumidores, que normalmente ignoran las implicaciones de cada golpe de tarjeta. «Podremos ser conscientes del verdadero impacto que tiene nuestro consumo», defienden firmemente desde Docotomy.

¿Su aspecto? Negro y claramente identificable gracias a una inscripción que reza: Everyday Climate Action («la acción climática diaria»). La tarjeta irá acompañada de una aplicación móvil, desde la que se calculará el impacto de carbono de cada transacción teniendo en cuenta datos ambientales, sociales y fiscales de cada país, así como del tipo de tienda o establecimiento en el que se realiza el pago –por tanto, no será lo mismo echar gasolina que comprar un producto con certificación verde–. En cuanto al límite de gasto, estará definido por una estimación de las emisiones que los ciudadanos de cada región tendrían que emitir para cumplir el objetivo de reducir las emisiones a la mitad para 2030.

Sin embargo, eso no parece suficiente. Por eso, la tarjeta DO Black contempla la opción de compensar fácilmente las emisiones que no se han podido evitar: así, se podrán financiar proyectos de compensación de carbono certificados por la ONU o invertir en fondos sostenibles con impacto negativo. El lanzamiento del total de los servicios que ofrece esta tarjeta de huella de carbono está prevista para el verano de 2019, aunque todavía habrá que esperar para ver si este nuevo método de pago se convierte, si no en obligatorio, en el más utilizado en el futuro. De hecho, sus aplicaciones se pueden extrapolar a algo que ya lleva años en marcha: la banca ética, un modelo que cada vez tiene más adeptos en España y en todo el mundo.

El objetivo de esta iniciativa es reducir a la mitad las emisiones de CO2 para 2030

También conocidas como bancas con valores, este modelo económico alternativo lleva activo en Europa desde hace cuatro décadas y su inserción social es ya un éxito: su rentabilidad media anual crece muy por encima del sistema financiero tradicional –un 3,98% frente al 1,23%, según los datos ofrecidos en El Informe sobre las finanzas éticas y sostenibles de Europa 2019–. ¿Cuál es la diferencia con las entidades tradicionales? Su estrategia de orientar la actividad económica real con la intención de aportar beneficios sociales y medioambientales para reducir la huella de carbono. En el último año, las diferentes bancas éticas a nivel mundial han creado una Alianza Global (conocida como GAVB) por la que comunicarán el impacto medioambiental de sus carteras de préstamo en un plazo de tres años. Con estas opciones orientadas a descarbonizar la economía desde el sector financiero sobre la mesa, cada vez nos quedan menos excusas: garantizar que las próximas generaciones puedan habitar el planeta está en nuestra mano… y en nuestra cartera.

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