Siglo XXI

No es un chiste: los retretes salvan vidas

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
19
noviembre
2018

Más de la mitad de la población mundial carece de acceso a un retrete seguro (con los estándares mínimos de salubridad), y 892 millones de personas todavía defecan al aire libre, lo que significa que una gran proporción de las heces humanas no se recogen ni -menos aún-, se tratan  para darles una salida higiénica. Casi dos mil millones de personas utilizan una fuente de agua potable no mejorada que carece de protección contra la contaminación ocasionada por las heces humanas.

Son datos recogidos por Acción Contra el Hambre que conviene recordar hoy, Día Mundial de Retrete. Al contrario de lo que muchos puedan pensar, señalar esta fecha no tiene ningún objetivo cómico. Desde la propia ONU han hecho hincapié en la importancia de un sanitario en nuestras vidas, pues juega un papel fundamental en la salud pública: «Los retretes salvan vidas porque evitan que a través de las heces humanas se propaguen enfermedades mortales. Celebramos el Día Mundial del Retrete para concienciar acerca de la crisis mundial de saneamiento y fomentar medidas que la resuelvan».

El váter tiene su espacio incluso en la agenda de los Objetivos de Desarrollo de Desarrollo Sostenible para 2030, concretamente, en el sexto: tiene como fin hacer llegar el saneamiento a todos los habitantes del planeta, reducir a la mitad las aguas no tratadas y aumentar su reutilización. «Lamentablemente, a estas alturas, el mundo no parece estar en camino de conseguirlo», advierten desde la ONU.

«Los retretes salvan vidas porque evitan que a través de las heces humanas se propaguen enfermedades mortales»

Las consecuencias de no disponer de retretes con unas mínimas condiciones de salubridad son devastadoras. Desde Acción Contra el Hambre advierten de que uno de cada cuatro niños padece retraso en el crecimiento o desnutrición crónica por esta carencia. En esta línea, han puesto en marcha, junto a otras organizaciones, el estudio Babywash y los 1000 días, una propuesta metodológica para abordar este reto global en un mundo en el que la falta de acceso a un saneamiento seguro provoca la muerte de 1,5 millones de niños y niñas menores de 5 años cada año.

Se aplica en los primeros mil días de vida de una persona, esto es, la etapa en la que gatea. Algunas de las medidas están relacionadas con la creación de un entorno seguro durante el inicio del gateo, el lavado de pañales, letrinas aptas para menores de cinco años, la separación de los animales del entorno doméstico, la gestión adecuada de residuos domésticos o facilitar a las familias el acceso a enseres de limpieza del hogar. Junto a estas intervenciones de carácter doméstico, Acción contra el Hambre trabaja en la dotación de letrinas en las escuelas como medida básica e prevención de la desnutrición infantil.

«Las evidencias sobre el terreno muestran que la ingesta de materia fecal en la primera infancia es una de las principales causas de desnutrición infantil», explica Celia González, técnica de agua, saneamiento e higiene y una de las autoras del enfoque: «Aunque tendemos a considerar que la disponibilidad de alimentos o el tratamiento de la desnutrición son las principales soluciones para erradicar el hambre, nuestro trabajo diario sobre el terreno muestra la importancia crucial de una gestión segura de las heces tanto humanas como animales, para evitar que los niños y niñas menores de cinco años contraigan una diarrea o una infección intestinal que puede desencadenar un episodio de desnutrición aguda, o provocar un retraso en el crecimiento que hipotecará el desarrollo físico y cognitivo el resto de su vida».

Sobre  la metodología presentada, González considera que «es innovadora porque durante muchos años se ha considerado que la protección de las fuentes de agua o la promoción del lavado de manos eran las intervenciones más importantes para combatir la desnutrición desde el saneamiento y la higiene, sin prestar demasiada atención a la ingesta de suelo contaminado con heces animales que tiene lugar durante los primeros meses de vida para los muchos bebés que tienen que criarse en entornos insalubres». Aunque la diarrea y las enfermedades transmitidas por el suelo han sido las explicaciones tradicionales, «un niño que empieza a gatear y a llevarse objetos a la boca en un entorno no protegido donde se practica la defecación al aire libre o bien las heces animales no están correctamente gestionadas, tiene un riesgo exponencial de sufrir disfunciones entéricas ambientales (EED)», advierte Antonio Vargas, responsable de salud y nutrición en Acción contra el Hambre, y aclara: «Esta enfermedad no provoca síntomas aparentes, pero destruye las vellosidades que facilitan la absorción de los nutrientes y provoca una inflamación del intestino. Esto ocasiona que la escasa energía que el intestino del niño consigue absorber se destina a luchar contra la inflamación, y no al crecimiento y al desarrollo cognitivo. Y estos factores podrían explicar los fallos ante las vacunas orales o el desarrollo de resistencia ante las hormonas del crecimiento».

Para concluir, desde Acción Contra el Hambre añaden que no solo el retrete, como objeto cotidiano, es muy importante: también el tratamiento posterior de nuestros desechos: «En todo el mundo, más del 80 % de las aguas residuales que genera la sociedad vuelve al medioambiente sin haber sido tratada ni reutilizada», alertan, y añaden un dato que invita a la reflexión: «Y el 10% de la población mundial consume alimentos regados con aguas residuales».

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME