Agua

El ciclo integral del agua, una asignatura pendiente

«La conservación del agua en todas sus fases debe ser valorada como la mayor garantía de bienestar del ser humano y de muchos ecosistemas acuáticos», escribe el político Daniel Senderos Oraá.

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26
noviembre
2018

Es prioritario considerar la importancia del agua para la vida; un bien preciado y escaso que la naturaleza pone a nuestro servicio, por lo que debemos concienciarnos sobre su preservación, conservación y protección, salvaguardando el medio ambiente y el equilibrio ecológico, y optimizando cada una de las fases que intervienen en el ciclo integral del agua.

Todas las alarmas están activadas debido al continuo torrente de consecuencias climáticas y sanitarias que se están produciendo por los malos hábitos que la humanidad está cargando sobre el planeta y debemos mimar con esmero que el ciclo integral del agua se desarrolle y optimice con la mayor calidad, evitando la contaminación del agua, del suelo y del aire, interacciones que, en conjunto, son parte de un todo.

Sabiendo que el 75% del planeta está compuesto por agua, que solo un 2% es agua dulce y únicamente un 1.5% es apta para el consumo humano, el ciclo integral del agua juega un papel fundamental. Podríamos denominarlo como «la economía circular del agua», ya que, en su constante recorrido, desde su evaporación, condensación, precipitación, escorrentía, filtración, captación, potabilización, saneamiento, depuración y devolución a los ríos y mares, es prioritario que nuestra intervención no altere negativamente su calidad.

«Solo el 1,5% del agua es apta para el consumo humano»

Es necesario valorar el trabajo que entre todos y todas -ciudadanía, industria e instituciones- se está llevando a cabo para prevenir y mejorar la calidad del agua. Desde la contaminación del aire, que inevitablemente afecta al agua que se precipita y se filtra a los mantos acuíferos y escorrentías, hasta la prevención en materia de contaminación de los ríos y cauces, que dificultan su óptima potabilización y depuración.

Sin embargo, ahora es la naturaleza la que nos está advirtiendo de que el daño que hacemos a la calidad del agua reporta negativamente en la biodiversidad, la fauna y flora que nos rodea y, por supuesto, en nuestra propia salud.

Para ello, hay diferentes elementos clave, como que los municipios y grandes ciudades se doten de las infraestructuras necesarias para el saneamiento adecuado y para mejorar la depuración, con el objetivo de devolver a los ríos el agua en las mejores condiciones, tal y como marca la directiva Marco Europea del Agua.

Las ciudades son un elemento fundamental en el cumplimiento del ciclo integral del agua. Por ello, debemos apostar por ciudades circulares, que sean capaces de mejorar la calidad del aire que posteriormente será arrastrado por el agua de lluvia, y optimizar la permeabilización de las ciudades para favorecer el ciclo hidrológico, evitando inundaciones y, por último, reutilizar las aguas grises en las ciudades. Eso sí, garantizando y manteniendo los caudales ecológicos de los ríos. Del mismo modo, evitar la contaminación del suelo en el uso y abuso de los agroquímicos, que tienen un promedio de vida residual de 30 años, contaminando los mantos acuíferos donde comienza a acumularse y a formar parte del ciclo.

«Debemos optimizar la permeabilización de las ciudades para favorecer el ciclo hidrológico»

Además, asegurar un ciclo integral del agua depende de nuestra concienciación, evitando que la contaminación plástica pueda corromper nuestro mayor recurso natural vital contaminando el agua que transcurre por nuestros caudales con micro y nanoplásticos, que irremediablemente están siendo ingeridos por nuestra fauna y por supuesto, por nosotros mismos. Igualmente, la utilización como basurero del WC supone un lastre para la parte final del ciclo que es la depuración de las aguas residuales.

Si conservamos cada fase del ciclo, podremos lograr cerrarlo en las mejores condiciones posibles. Es responsabilidad de ciudadanos, entidades públicas y agentes privados. La concienciación y la educación son fundamentales y por ello, el ciclo integral del agua en todas sus fases debe ser valorado como la mayor garantía sobre un recurso natural vital para el suministro y el bienestar del ser humano y de muchos ecosistemas acuáticos.

No podemos obviar que nuestro país está siendo vigilado con lupa por el incumplimiento en varios puntos de nuestra geografía de la Directiva Marco del Agua, siendo el cumplimiento de esta norma una asignatura pendiente. Sin embargo, el actual gobierno está visibilizando, por convicción y acción, su agenda medioambiental para acabar con los vertidos incontrolados y llevar a cabo un plan para complementar la Directiva Marco del Agua e implantar el ciclo integral del agua en aquellos lugares donde la UE ha puesto el punto de mira.

Hasta aquí podríamos hablar de cómo se puede o se debe actuar para completar el ciclo integral del agua con éxito, pero debemos tener en cuenta que tampoco escapa a las consecuencias del cambio climático.

«La utilización como basurero del WC supone un lastre para la depuración de las aguas residuales»

Las estaciones depuradoras de aguas residuales y las infraestructuras de saneamiento son un elemento clave para culminar con éxito este proceso, pero la mayoría de estas instalaciones hídricas se encuentran situadas en el litoral o en la zona de policía de los ríos -100 metros desde la zona de dominio público hidráulico-, y teniendo en cuenta que el nivel de mar está subiendo y subirá en las próximas décadas, podría poner en jaque estas infraestructuras, con el consiguiente problema que esto supondría para un correcto ciclo integral del agua. Por ello, tendríamos que añadir la adaptación y la resiliencia de las infraestructuras hidráulicas al cambio climático, como otro punto relevante para la prevalencia del ciclo integral del agua.

Si realmente queremos cumplimentar con éxito el ciclo integral del agua, tenemos que tener claro cuáles son los ejes fundamentales: concienciación, educación, adaptación y resiliencia al cambio climático, teniendo en cuenta futuros escenarios climáticos a la hora de construir nuevas infraestructuras hidráulicas.

Solo podremos completarlo con éxito si somos capaces de conjugar todas estas acciones. El esfuerzo merece la pena para conseguir conservar, preservar y mejorar la calidad de las aguas de los ríos y de su diversidad que, sin duda, repercutirá positivamente en la calidad de vida de su fauna y flora y en nuestra salud como consumidores y máximos responsables de su bienestar o deterioro.

Un medio ambiente saludable es sinónimo de calidad de vida y el ciclo integral del agua es un elemento fundamental para nuestro bienestar y el del entorno natural que nos rodea.

*Daniel Senderos Oraá es responsable de Política Medioambiental y Energética del PSE-EE de Álava

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