Cultura

La primera gran película sobre la corrupción en España

‘El Reino’, dirigida por Rodrigo Sorogoyen, cuenta el asfixiante momento que va desde que un político corrupto (interpretado por Antonio de la Torre) se ve involucrado en un lodazal de cohecho y prevaricación por culpa de un amigo. El director ha contado con la colaboración de personajes habituales de la escena de corrupción de nuestro país, como Marjaliza y el ‘Bigotes’, para escribir el guion.

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01
octubre
2018

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La corrupción ocupa, desde hace un lustro, el segundo lugar entre las preocupaciones de los españoles, después del desempleo, de acuerdo con las encuestas del CIS. Una posición más que justificada: según Transparencia Internacional, en los últimos 25 años la corrupción no ha hecho más que agudizarse.

Sería injusto afirmar que solo España es corrupta. Hace un par de años el FMI dio la voz de alarma: por primera vez, se hizo el primer estudio a nivel mundial que cuantificaba las consecuencias de la prevaricación política: supone un 2% del PIB mundial cada año, esto es, 1,5 billones de euros. Más que todo el PIB español. Imaginen lo que podría hacerse con ese dinero (desviado, gastado en ocio, alcohol, drogas, coches de lujo, chaletazos o para financiar partidos ilegalmente) en los países más necesitados. O para combatir el cambio climático.

Marjaliza, el ‘Bigotes’ y Rubalcaba han asesorado al director con el guion de El Reino

Sea como fuere, la trayectoria de España en este sentido es demoledora: los casos de corrupción afloran casi cada día, en una suerte de burlesque involuntario por el que circulan políticos y empresarios otrora respetados, y ahora, esperpénticos, reducidos a monigotes de vudú, dianas de las agujas de la indignación social.

Por eso el director Rodrigo Sorogoyen no lo tenía fácil cuando pensó en rodar una película sobre la corrupción española. Superar con la ficción una realidad tan rica en giros inesperados y personajes inverosímiles era complicado. De modo que Sorogoyen optó por el realismo extremo, y recurrir a estrellas de carne y hueso de la corrupción como Marjaliza y el Bigotes para que le asesorasen con el guión. También le echó una mano Rubalcaba con el texto.

El resultado es una película trepidante que, a ritmo de música electrónica y en formato a caballo entre el thriller y el documental, cuenta el asfixiante momento que va desde que un político corrupto (interpretado magistralmente por Antonio de la Torre) se ve involucrado en un lodazal de cohecho y prevaricación por culpa de un amigo.

La película tiene una factura intachable y refleja con trepidancia y certeza el escenario de corrupción de nuestro país. El único «pero» que se le puede poner es su falta de concreción: el protagonista pertenece a «un partido político de una Comunidad Autónoma con costa». No se especifican nombres, ni siglas. La periodista interpretada por Bárbara Lennie está claramente inspirada en Ana Pastor. En la película se llama Amaya. En una de sus escenas, la película da con la clave de lo que pasa en España. Cuando la periodista le pregunta al protagonista «¿quien es usted realmente?», él le responde: «Un tipo normal».

Tal vez ese sea el problema: los corruptos lo son porque, en sus oasis de moralidad, ven sus actos exactamente así: normales.

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