Economía

«El ‘lobby’ empresarial toma decisiones que corresponden a la sociedad»

Entrevistamos a Alberto Alemanno, exletrado del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y autor del libro Lobbying for change.

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12
diciembre
2017
Lobby

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Crear ‘lobbies’ para ejercer ‘contralobbying’. Parece un oxímoron, pero tiene mucho sentido. Alberto Alemanno (Turín, 1975), tras ejercer de letrado en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, fundó hace tres años The Good Lobby, una plataforma que conecta a ONG y otras organizaciones activistas con voluntarios para sus causas. El objetivo: «Generar una masa crítica social, para que los ciudadanos puedan participar en las decisiones que nos afectan a todos, hasta ahora restringidas a políticos y grupos de presión con intereses privados», explica Alemanno durante la presentación de ‘Lobbyin for change’, un tratado con el que quiere demostrar la fuerza de cambio de los individuos cuando forman una colectividad.

Los lobbies, generalmente, tienen un enfoque individualista: quienes los forman buscan beneficios de diferente índole para ellos, no para la sociedad.

Pero es una buena herramienta para influir en tomas de decisiones, por eso nosotros creamos lobbies, digamos, altruistas. The Good Lobby es una comunidad de ciudadanos y profesionales que se conectan a organizaciones, no representan a grupos empresariales o de influencia política. Nosotros queremos con esto democratizar el lobby, convertir a los ciudadanos en lobbistas de sus causas. Nuestra plataforma escucha a las ONG. ¿Qué necesidades tienen? ¿Montar una campaña, redactar una ley…? Y las conectamos con expertos, ciudadanos voluntarios con alguna competencia.

Digamos que queréis cambiar las fichas del tablero. Que los grupos de presión tradicionales no tengan la exclusividad de influencia sobre los Gobiernos.

Exacto. Lo que hacemos es una suerte de contralobbying, por eso lo llamamos Good. Usamos los mismos instrumentos de presión, pero para defender los intereses que yo llamo difusos: medio ambiente, derechos civiles, LGBT… Causas en las que ni los políticos quieren mojarse.

¿Cómo surgió esta idea?

Yo mismo ayudaba a muchas ONG antes. Y eso lo he derivado en una teoría del cambio, que explico en mi libro: si yo lo hago, lo puede hacer cualquier persona. Periodistas, investigadores, profesionales, estudiantes… Cualquier persona que tenga una pasión y una experiencia determinada, que pueda poner a disposición de la sociedad. Hoy, tenemos a 10.000 personas en nuestra comunidad, inscritas en las newsletter, actividades… Y trabajamos ya con más de 100 ONG en el espacio europeo, con medio millar de voluntarios.

¿Cuál es el perfil de estos voluntarios?

Muchos académicos, de doctorandos de 25 años a profesores de 60 años… Activistas, ONG, profesionales, abogados, lobbistas comerciales, que dedican algunas horas a colaborar diferentes causas. También fomentamos el periodismo de investigación: impulsamos demandas administrativas para obtener documentos confidenciales, y se los damos a los periodistas. Nuestras causas son variadas: salud pública, derechos humanos, medio ambiente, corrupción, derechos de los consumidores…

Sois 10 personas, con un despacho en Bruselas y otro en Bilbao, delegaciones en Ámsterdam y Bratislava… ¿Cómo se paga todo esto?

Lo hacemos desinteresadamente. No cobramos por esto, cada uno tiene su trabajo aparte. Las oficinas las tenemos desde hace poco, gracias a la Fundación Guerrilla que, sin pedírselo nosotros, se ofreció a apoyarnos económicamente. En cualquier caso, los fondos que nos llegan son para el proyecto, no ganamos un solo euro con esto. Me satisface mucho más servir de vehículo para que la sociedad pueda cambiar las cosas, que ganar dinero. Y no solo eso. Esto me ha perjudicado laboralmente. Yo ahora vivo en Vizcaya con mi familia, pero soy profesor e investigador en la Universidad de París. Vivo de eso. Hace tiempo que no ejerzo consultoría privada, porque las empresas no me quieren. Me consideran tóxico. Porque yo, mi plataforma, somos críticos con la forma de actuar de muchas de ellas. Tenemos grandes apoyos desinteresados, por ejemplo, de despachos de abogados. El Colegio de Abogados de Madrid es uno de esos apoyos en España.

«Nuestra plataforma impulsó la directiva que prohibe el cobro del ‘roaming’ dentro de la UE»

Da la impresión de que, tras tu experiencia en puestos de relevancia de la Unión Europea, no te convenció su forma de funcionar. Y que tu plataforma y tu libro son formas de rebelarte contra eso.

Me di cuenta de que algunas voces gritaban y ensordecían a los demás. Tengo una obsesión con la igualdad, y el acceso a una toma de decisión no es igualitario. En la teoría, de base, sí somos todos iguales. Supuestamente influimos en las toma de decisión de los políticos con el voto a uno u otro partido, pero en el fondo no es así. Un lobby petrolero, o financiero, tiene mucha más fuerza y acceso a decisiones que afectan a todos. Por eso, esto que impulsamos es participación política, política con mayúsculas. No es política electoral, sino que buscamos que los cargos electos representen más y mejor a la sociedad. Te expongo una imagen que lo deja muy claro: imagina una mesa de toma de decisiones. Están el gobernante, tres lobbistas comerciales… y una silla vacía de la sociedad civil. Esa es la descompensación que existe en realidad.

¿Podrías darme un ejemplo de algo que hayáis conseguido hasta la fecha?

Por ejemplo, que hoy no tengamos que pagar de más por hablar por teléfono fuera de nuestro país, dentro de Europa. Empezamos una iniciativa ciudadana europea en 2012, con siete ciudadanos estudiantes, y emitimos un requerimiento a la Unión Europea. No conseguimos reunir el millón de firmas necesario, pero el solo hecho de haber empezado el proceso tuvo un impacto enorme, porque muchos políticos lo vieron como una buena estrategia electoral. Y ellos mismos comenzaron a redactar la directiva europea. Nosotros estamos por el cambio sistémico. Montamos campañas sutiles, la gente de a pie tal vez no las percibe, pero están cambiando la opinión pública. Hay historias muy potentes. Un chico austriaco de nuestra plataforma empezó una campaña contra Facebook por la manera en que estaba recolectando y compartiendo sus datos. Era ilegal. Hizo un crowdfounding que le dio capital para poder iniciar instancias administrativas, y el Tribunal de Justicia le dio la razón. Hasta muchas empresas de Silicon Valley tuvieron que cambiar su manera de gestionar los da. Un solo ciudadano ha cambiado la manera en que nuestros datos son protegidos. Cambiamos el sistema, la manera en que vive la sociedad.

Tengo entendido que tenéis en marcha una campaña para la protección de los informantes de prácticas corruptas.

Sí, para la gente que denuncia malas prácticas en sus empresas. Necesitan más protección. Hemos redactado una directiva que hemos elevado a los partidos políticos europeos. Nos apoyan Transparencia Internacional y el partido de Los Verdes. Ahora se está elaborando una legislación a nivel europeo que va a obligar a todos los estados a proteger a los informantes. Sean del sector público o privado.

 ¿Y qué proyectos tenéis ahora entre manos?

Uno en el que denunciaremos a apps de móvil como Instagram o Facebook. Están concebidas para crear adicción en el usuario. Ya hay estudios científicos que lo demuestran. Un like te da placer, libera oxitocina. Si te das cuenta, en Facebook hay un momento de espera cuando lo enciendes, antes de que aparezcan los likes y mensajes. Es premeditado, no es por la red. Es para generar una espera, una expectación, eso genera sensación física. Lo usan para aumentar la dependencia. No es casual que tengas que conectarte en Snapchat todos los días para tener tu reputación elevada. Y cuanto más te enganchan, el valor de la publicidad que venden aumenta.

«En la Unión Europea gritan unos pocos y ensordecen a muchos»

¿Qué opinas de plataformas como Change.org? ¿Colaboráis con ellos?

Soy muy crítico con ellos, porque cobran las peticiones. Así que están mercantilizando la opinión pública. En todas mis conferencias pregunto a los asistentes cuántos han firmado alguna petición. Suelen levantar la mano la mayoría. Luego les pregunto cuántos se han informado después de cómo acabó esa acción, si se llevó a cabo. Rara vez levanta la mano más de una persona. En mi libro hago un estudio comparado de las diferentes plataformas. No sale bien parado Change.org porque va a beneficio, y usan tu perfil. Lo usan políticos, pagando por cada petición. Eso promueve que sean los ricos los que puedan alterar la democracia pagando. Hay otras plataformas menos conocidas, que no buscan un beneficio. Eligen sus propias campañas, y por eso es más democrático. Nosotros Tenemos Wemove.eu, somos respetuosos con los contactos, no los vendemos a nadie, pero sí los cedemos a una ONG que quiere emprender una causa. Como la última, contra el presidente de la Comisión Europea, Durão Barroso, cuando decidió ir a trabajar a Goldman Sachs. Un claro ejemplo de puerta giratoria. Hemos recogido 350.000 firmas, pero no pedimos dinero por eso. Movemos la opinión pública recogiendo firmas, pero no hacemos negocio como Change.org.

La gran crítica hacia la Unión Europea es el distanciamiento de las instituciones con los ciudadanos, que les crea un desapego respecto al sentimiento europeísta.

Estoy de acuerdo con lo primero, pero discrepo de lo segundo. Europa es más cercana de lo que pensamos, Europa es esto que hacemos ahora mismo: yo soy un ciudadano italiano que te responde tus preguntas a ti, un periodista español. Los ciudadanos europeos son más europeos de lo que piensan, al margen de las instituciones. El 50% de los ciudadanos europeos viaja una vez al año a otro país. Europa se está creando. Reino Unido será Europa incluso después del Brexit. ¿Quién va a lograr que millones de ingleses dejen de sentirse europeos de la noche a la mañana?

Moisés Naïm me comentó que vivimos una crisis de credibilidad de los partidos políticos. Que deberían mirarse más en las ONG, en su manera de funcionar.

Totalmente de acuerdo. Mi teoría de lobbing ciudadano es complementaria a la democracia representativa. En el futuro, la democracia será lo que suceda entre unas elecciones y las siguientes. Hoy, los ciudadanos monitorizan y controlan más lo que hacen sus políticos. Este es el espacio del lobbing ciudadano, crear un puente entre electos y electores. Las empresas siempre lo han hecho, han influenciado en los procesos. Pero los ciudadanos no, hasta ahora. Parecía que bastaba con dar confianza y carta blanca con su voto a un gobernante para que hiciera lo que quisiera. Ahora hay una crisis de confianza, por eso los partidos deben escuchar más. Y estos contactos son esenciales.

«La democracia líquida pretende traducir la voluntad de una mayoría con un ‘clic’, y eso no es posible»

Algunos de los nuevos partidos también buscan esa democracia directa, en la que participen más los ciudadanos. Por ejemplo, a través de Internet.

Podemos lo intenta, pero no lo consigue. La democracia líquida es complicada, porque pretende traducir la voluntad de una mayoría con un clic, y no es posible. El Movimiento 5 Estrellas en Italia lo intentó con su propio software, pero es complicado llevarlo a cabo. No creo en la democracia directa, en eso disiento con Podemos. Su función no puede ser representar mecánicamente lo que quieren la mayoría de los españoles. La democracia, para mí, es crear un sistema en el cual proteges también a las minorías.

Tu plataforma puede tener un gran peso contra el cambio climático.

Mucho. Hacemos campañas por los bienes que pertenecen a todos, los bienes comunes. Hace falta una acción colectiva, porque el individuo es necesario para estas formas de cambio; no lo van a hacer las leyes por sí solas. Tenemos que introducir un cambio en la propia sociedad. ¿Por qué mucha gente ahora no fuma? Por una combinación de leyes y de la desnormalización del consumo también en otros lugares. Fumar está cada vez peor visto, aunque lo hagas en un espacio abierto. Eso es fundamental para este tipo de cambio. Si cada persona apaga la luz cuando sale de una habitación, tendrá un impacto muy importante. El desafío de la acción colectiva es crear masa crítica. Eso es Good Lobbying. Usamos mecanismos de las ciencias de comportamiento y psicología, cambios muy profundos, viscerales en las personas. Impulsamos hábitos sostenibles. Eso es lo que tiene eficacia a largo plazo.

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