Educación

Radiografía del votante de Donald Trump

¿Qué explica la fascinación por Donald Trump? El libro ‘Hillbilly, una elegía rural’ da en el clavo describiendo la América profunda, deprimida y olvidada por el ‘establishment’.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
04
abril
2017

En ‘Hillbilly, una elegía rural‘ (Deusto), no se menciona al actual presidente de Estados Unidos, pero es el mejor tratado sobre el perfil de quienes lo votaron. Su autor, J.D. Vance, es hoy director de una empresa de inversión en Silicon Valley, aunque proviene de la profundidad de la América rural, representada en Jackson, un pueblecito deprimido de Los Apalaches. Con una prosa ágil que recuerda inevitablemente e Faulkner y McCormac, Vance novela su infancia en este lugar y describe a los personajes que lo rodearon, víctimas de un olvido y una decadencia imparables durante décadas, que han germinado una sociedad resentida y frontalizada contra el ‘establishment’. El caldo de cultivo para los votantes de Donald Trump, como describe la propia editorial. La prestigiosa publicación The Economist va más allá: «No leerás un libro más importante que este sobre Estados Unidos».

A continuación, reproducimos un extracto:

Siempre pensaré en Jackson como mi casa. Es inconmensurablemente bello. Cuando caen las hojas en octubre, parece que todas las montañas del pueblo estén ardiendo. Pero a pesar de toda su belleza y de todos los gratos recuerdos, Jackson es un lugar muy duro. Jackson me enseñó que la «gente de las colinas» y la «gente pobre» normalmente son lo mismo. En casa de Mamaw Blanton, comíamos huevos revueltos, jamón, patatas fritas y galletas para desayunar; bocadillos de mortadela frita para comer y sopa de judías y pan de maíz para cenar. Muchas familias de Jackson no podían decir lo mismo, y yo lo sabía porque, a medida que me hacía mayor, oía a los adultos hablar de los pobres niños del vecindario que se morían de hambre y de cómo el pueblo podía ayudarles. Mamaw me protegía de lo peor de Jackson, pero no se puede mantener la realidad a raya para siempre. En un viaje reciente a Jackson, paré en la vieja casa de Mamaw Blanton, ahora habitada por mi primo segundo Rick y su familia. Hablamos sobre cómo habían cambiado las cosas. «Han llegado las drogas —me dijo Rick—. Y nadie está interesado en mantener un trabajo». Deseé que mi querido valle hubiera escapado de lo peor, de modo que le pedí a los hijos de Rick que me llevaran a dar un paseo. Vi por todas partes los peores signos de la pobreza de los Apalaches. Algunos eran tan descorazonadores como prototípicos: chabolas decrépitas pudriéndose, perros callejeros suplicando comida y muebles viejos tirados en los patios. Otros eran mucho más alarmantes.

(…)

Casi un tercio del pueblo vive en la pobreza, una cifra que incluye alrededor de la mitad de los niños. Y eso no cuenta que la gran mayoría de los habitantes de Jackson ronda el umbral de la pobreza. Se ha producido una epidemia de adicción a los medicamentos con receta. Las escuelas públicas son tan malas que el estado de Kentucky asumió su control no hace mucho. En todo caso, los padres mandan a sus hijos a esas escuelas porque apenas tienen dinero de más, y el instituto no consigue mandar a sus estudiantes a la universidad con una regularidad alarmante. Físicamente, la gente tiene mala salud y sin la ayuda del gobierno no puede acceder a tratamientos para las dolencias más básicas. Y lo que es más importante, quieren que sea así, son reacios a abrir sus vidas ante los demás por la sencilla razón de que no quieren que los juzguen. En 2009, ABC News emitió un reportaje sobre la América de los Apalaches que hacía hincapié en un fenómeno conocido como «boca Mountain Dew (rocío de la montaña)»: dolorosos problemas dentales en niños, generalmente causados por un exceso de refrescos azucarados, como el que da nombre a la dolencia.

(…)

En un artículo de diciembre de 2000, los sociólogos Carol A. Markstrom, Sheila K. Marshall y Robin J. Tryon descubrieron que las formas de enfrentarse a la realidad mediante la evasión y el pensamiento mágico «predecían significativamente la resiliencia» entre los adolescentes de los Apalaches. Su artículo sugiere que los hillbillies aprenden a una edad temprana a enfrentarse a las verdades incómodas evitándolas o simulando que existen verdades mejores. Esta tendencia puede conducir a la resiliencia psicológica, pero también dificulta que los habitantes de los Apalaches se miren a sí mismos con sinceridad. Tendemos a exagerar y a infravalorar, a glorificar lo bueno e ignorar lo malo que hay en nosotros. Esta es la razón por la que la gente de los Apalaches reaccionó tan enfáticamente a una mirada honesta hacia nuestra gente más pobre. Es la razón por la que yo veneraba a los hombres Blanton y por la que me pasé los primeros dieciocho años de mi vida simulando que todo en el mundo tenía un problema excepto yo. La verdad es dura y las verdades más duras para la gente de las colinas son las que se deben decir a sí mismos. En Jackson hay, sin duda alguna, la gente más encantadora del mundo; también está lleno de drogadictos y al menos un hombre que tuvo tiempo para engendrar ocho hijos pero no para mantenerlos. Es incuestionablemente bello, pero su belleza queda oscurecida por los residuos y la basura desperdigados por el campo. Su gente es trabajadora, con la excepción, por supuesto, de los muchos que reciben cupones de comida y que no tienen ningún interés en el trabajo honrado. Las cosas han empeorado tanto que el verano pasado, después de que mi primo Mike enterrara a su madre, lo primero que pensó fue en vender su casa. «No puedo vivir ahí y no puedo dejarla desatendida —dijo—. Los drogadictos la saquearán.» Jackson siempre ha sido pobre, pero nunca había sido un lugar en el que un hombre temiera dejar sin vigilancia la casa de su madre.

(…)

De lo que me di cuenta hace muchos años, viendo esa procesión funeraria con Mamaw, es que soy una persona de las colinas. También lo es mucha de la clase trabajadora blanca estadounidense. Y a la gente de las colinas no nos está yendo muy bien.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

La escuela paralela

Miguel Ángel Escotet

Una nueva escuela alternativa emerge con fuerza en nuestras sociedades y compite con la institución escolar.

OFRECIDO POR
Cabecera

¿Somos inteligentes?

Federico Buyolo

Aunque la pregunta debería contestarse sola, ¿cómo podemos manejar la IA?

Cultura de libro

Ricardo Dudda

La lectura enseña una distancia irónica esencial para vivir en democracia.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME