Opinión

La era de la incoherencia

Vivimos en la era del Sharing Economy, de la Creatividad, de las Startup, de la Cultura Digital, del Human Centered; pero a la vez tenemos modelos de negocio del siglo pasado.

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20
abril
2017

Vivimos en la era de la Educación, la era del Sharing Economy, la era de la Creatividad, la era de las Startup, la era de la Cultura Digital, la era de lo Experiencial, la era del Human Centered, pero a la vez tenemos modelos de negocio del siglo pasado, que generan un consumismo que desemboca en una ansiedad continua basada en que «un hombre que consume más, es más que un hombre que consume menos». Vivimos en la era de la incoherencia.

En este tipo de estructuras de modelos de negocio, ¿donde está la persona? (y no me refiero a los famosos arquetipos), ¿en qué momento hemos dejado de valorarnos por quiénes somos, nuestra importancia de existir, y nuestras aspiraciones y sueños? Intentamos entender y aplicar un nuevo parámetro dentro de los modelos de negocio, que en algún punto dentro de la evolución se perdió: el de las personas.

Siempre hemos escuchado la frase «esta persona o esta compañía es un modelo a seguir». Un modelo es un sistema de aprendizaje, cuya evolución natural es aprender-interiorizar-evolucionar. Esta estructura se ha ido desvaneciendo. Nos hemos enfocado más en enseñar que en aprender, más en copiar para no pensar que en copiar para construir. «Tenemos que dirigir, ejecutar y tener una buena logística, un buen planteamiento y una dirección, pero no hemos de estar vinculados a procesos determinados», decía Sun Tzu en el El arte de la Guerra.

Los modelos de negocio existen desde hace siglos, incluso el trueque era un modelo de negocio. Pero situémonos hace 200 años, cuando la revolución industrial hizo cambiar a la familia y a la comunidad por el Estado y el mercado. «Cuando todavía podíamos hablar de comunidades y familias, había una creencia básica. La de que hay cosas que no tienen precio, como el honor, la lealtad, la moralidad y el amor. Son conceptos que han de estar fuera del ámbito del mercado, y no deberían ni comprarse ni venderse, aunque se ofrezca por ellos un buen precio, hay ciertas cosas que sencillamente no se hacen», decía Yuval Noah Harare en Sapiens.

Y sucedió lo peor

Aunque terminó sucediendo. Los padres vendían a sus hijos, los católicos asesinaban, los Caballeros vendían su lealtad al mejor postor… y todo esto se veía reflejado en los modelos de negocio, perdiendo el sentido de crear y distribuir valor de manera responsable. Deberíamos ser responsables de todo aquello que ofrecemos al mundo.

¿Cómo podemos recuperar esos valores? ¿Cómo podemos dar a las personas su sitio como individuo? ¿Cómo las empresas pueden interiorizarlo en sus negocios? ¿Cómo podemos ser más responsables con lo que ofrecemos al mundo? La respuesta sería intentar encontrar soluciones a todas estas cuestiones, y a partir de ahí estructurar una secuencia de modelos.

Modelos que afectan a la persona como individuo:

Modelo de persona: porque yo existo, qué valores tengo, respeto y cuido. Qué puedo aportar al mundo.

Modelo de actitud: pasión y potenciar tu talento.

Modelos que afectan a la persona como parte de una comunidad (empresa):

Modelo de propósito: visión y misión de las empresas, formadas por personas, sus valores y actitudes (cada comunidad tiene un solo propósito común).

Modelo de experiencia: las cosas vividas son mucho más interesantes que las narradas, las personas vuelven a ser parte activa de una comunidad gracias a que ya no son meros espectadores, sino que forman parte y construyen (las comunidades pueden tener varios modelos de experiencias).

En esta enumeración de modelos se obvia la palabra negocio, porque como dice la economía budista, «un hombre desarrolla sus facultades cuando supera su ego trabajando en equipo y cuando da a luz bienes y servicios necesarios». Tomando esto como premisa, y para construir cimientos reales y sólidos en las empresas y en el mundo en general, tenemos que dejar de hablar de negocio cuando nos referimos a crear consumo, cuyo fin es el bienestar de las personas y no el negocio en sí.

Cuando hablamos de Human Centered, estamos solventando necesidades reales, por lo tanto, estamos respondiendo al concepto más básico de consumo, el bienestar y no el negocio. Deberíamos empezar a hablar de modelos de relación, no de negocio. Si de verdad, pero de esas verdades buenas, sentimos y queremos poner al individuo en el centro de todo, primero hemos de empezar por las personas que hacen posible que la maquinaria funcione, dándoles libertad, autonomía, confianza, espacio y reconocimiento, cualidades principales de las comunidades.

Eso es lo que son las empresas, comunidades donde se interactúa sobre la base de un interés común, una filosofía y unos valores compartidos (o por lo menos, es lo que deberían ser). Si uno de los fines de la humanidad es relacionarse, por qué no intentar establecer vínculos más humanos, basados en la confianza mutua y un win-win (tan natural como «yo puedo hacer algo que tú necesitas» y, al mismo tiempo, la otra persona estar agradecida por ello), además de ganar dinero haciéndolo. No debería haber mayor satisfacción.

Carolina Rodríguez es diseñadora estratégica en ‎Soulsight

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