Derechos Humanos
La esperanza tras la catástrofe nepalí
En Nepal mueren 50.000 menores al año. Una ONG española lucha por cambiar el destino de la infancia en el quinto país con el Índice de Desarrollo Humano más bajo de Asia.
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Nepal es el quinto país con el Índice de Desarrollo Humano más bajo de Asia. Su situación geográfica, entre dos gigantes como la India y China, le ha convertido en uno de los grandes olvidados de este continente. Los niños son los principales damnificados: cerca de 50.000 menores mueren anualmente en este país, en su mayoría por desnutrición y diarrea, según Unicef. El terremoto que Nepal sufrió el año pasado, que afectó al menos a 2,8 millones de niños, cronificó la situación de un colectivo ya de por sí muy vulnerable.
«La infancia es el sector de la población más frágil en Nepal y es a ellos a los que hay que cuidar con mas dedicación», afirma Irene Fernández, presidenta de Nepal Sonríe. Esta ONG española acaba de inaugurar en Bastipur, un pequeño pueblo del Terai nepalí, una escuela donde estudian trece niños, con trece historias unidas por la pobreza, la malnutrición y unos entornos desestructurados en los que acceder al sistema educativo es sencillamente una quimera. Trece niños que hoy, gracias al trabajo y la solidaridad de cientos de voluntarios españoles, podrán optar a un futuro mejor.
La idea nació en 2012, cuando dos españoles decidieron emprender un viaje solidario a Nepal y conocieron el proyecto de una organización local que languidecía al no tener medios para mantenerse. Se trataba de una casa de acogida a medio construir en la que niños sin hogar o con discapacidades físicas o psíquicas crecían hacinados. A la vuelta a España, estos dos voluntarios sobrecogidos con la situación decidieron dar un paso más y crear Nepal Sonríe, que hoy cuenta con el apoyo de más de 100 socios y padrinos y que existe gracias a un comité formado por ocho voluntarios que invierten su tiempo libre a cambio de mejorar la vida de estos niños en dos grandes proyectos: una casa de acogida y una escuela infantil.
Actualmente, un total de 28 niños viven en la Bal Griha, en la que la ONG colabora en labores de educación y seguridad alimentaria. Esta casa de acogida está situada en Hetauda, una ciudad a 80 kilómetros al sur de Katmandú, y da cobijo a niños abandonados o con discapacidades y a menores cuyos familiares no tienen los recursos necesarios para salir adelante. Niños como Ansu que, al igual que muchos menores en Nepal, son abandonados porque sus padres deciden separarse y formar una nueva familia. O como Bikram, que sufrió un accidente de tráfico que le impedía ir andando a la escuela. O como Pasang, que perdió a sus padres cuando era pequeña.
Al igual que la casa de acogida, la escuela proporciona a los niños, de entre seis meses y cinco años, la oportunidad de tener una educación básica en un país con uno de los índices de escolarización más bajos del mundo. Cada mañana comienzan la rutina cantando el himno nepalí. Con una atención perenne, repasan el abecedario en inglés, responden a las preguntas de la profesora sobre la lección del día, leen un cuento, realizan ejercicios de escrituran, aprenden a lavarse los dientes y se relajan en clase de yoga.
Esta escuela infantil, que acaba de abrir sus puertas, es la segunda aventura educativa en la que se ha embarcado Nepal Sonríe. El año pasado decidieron construir en una aldea cercana a Hetauda una guardería gratuita que llegase a las familias de extrema pobreza de zonas rurales donde no existe el acceso a la enseñanza. En un país donde los tiempos se alargan y llegan a desesperar, levantar la primera aula de este colegio se antoja toda una proeza. «Fue un proceso difícil. El terremoto, además, paralizó las obras y, cuando conseguimos reanudarlas, los precios de los materiales se habían incrementado muchísimo», explica Fernández. Hoy, un año después de que colocasen la primera piedra, la escuela Haseko Indrene, «sonrisa de arcoíris» en nepalí, es una realidad. Su presidenta afirma: «Lo que empezó siendo solo una idea se está convirtiendo en algo sólido que ya, a día de hoy, está dando sus frutos. Estoy realmente orgullosa de lo que entre todos hemos conseguido».
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