Cambio Climático

Cambio climático: del riesgo a la oportunidad

El concepto de ‘cambio climático’ se ha convertido en un factor capital tanto en las estrategias de inversión como en las decisiones corporativas.

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20
abril
2016

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Si hace 5 ó 10 años hubiéramos introducido en la barra de Google «descarbonización de la economía», los resultados de búsqueda habrían sido, probablemente, exiguos. Las cosas han cambiado radicalmente desde entonces. Y con especial ímpetu en los últimos dos años. A la campaña internacional de desinversión en combustibles fósiles lanzada en septiembre de 2014 se habrían sumado, en diciembre de 2015 -coincidiendo con la celebración de la Cumbre de París- más de 500 instituciones.

El impacto de las medidas contra el cambio climático en las energías fósiles saltó también a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. «El endurecimiento de las políticas climáticas no solo tendrá un impacto en las decisiones de inversión futura, sino también en la rentabilidad de los activos existentes», advertía en uno de sus informes. El mensaje es claro: el sector financiero debe tener certezas sobre sus inversiones.

Por su parte, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) cifra en 300.000 millones de dólares los activos en petróleo, gas y carbón que se devaluarán en las carteras de empresas e inversores en 2050 solo en el sector energético, si se cumple con el objetivo internacional de reducir las emisiones de CO2 para limitar el aumento de la temperatura global a 2 ºC.

«El cambio es inevitable», sentenciaba el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, tras el acuerdo contra el cambio climático al que llegaron los 195 países reunidos en París. En efecto, la Cumbre del Clima de París posibilitó alcanzar un consenso internacional para evolucionar hacia una nueva economía baja en emisiones de gases de efecto invernadero y basada en estructuras de alta eficiencia.

«No hay marcha atrás, no existe un nuevo modelo de desarrollo. Tenemos que empezar a desacoplar emisiones y patrones de consumo». Así de contundente se expresó Valvanera Ulargui, directora General de la Oficina Española de Cambio Climático, durante la jornada El Cambio Climático en las Estrategias de Inversión, organizada por el Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). Esta misma entidad también ha impulsado un programa de educación para futuros líderes en finanzas y cambio climático.

«Tenemos que tener la voluntad política de crear los marcos regulatorios adecuados y tener apoyo de ámbito financiero y empresarial. Le vamos  a dar un nuevo impulso a la economía global, acompañado de cobeneficios, no solamente ambientales, sino de seguridad energética, salud o lucha contra la pobreza», añadió Ulargui.

Lo cierto es que el concepto ‘cambio climático’ se ha convertido ya en un factor capital tanto en las estrategias de inversión como en las decisiones corporativas, y en un elemento de competitividad diferencial. «Se estima que será necesaria una inversión anual de 450.000 millones de dólares en políticas de adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático, así como inversiones próximas a los 800.000 millones de dólares anuales en infraestructuras energéticas para el consiguiente cambio de modelo productivo», explicó Manuel Gómez, director del Programa Directivo Finanzas para la Sostenibilidad y Cambio Climático del IEB.

Los impactos del cambio climático pueden presentarse de diversas maneras. En forma de tornado (impactos físicos), pero también en forma de compensación por daños y perjuicios (de responsabilidad) o como freno a la estrategia financiera de una compañía (de transición). Ante este panorama, según Jaime Silos, director de Forética, «es más fácil ser inversor que empresa, ya que es relativamente sencillo diversificar buena parte del riesgo climático».

Los datos confirman la tendencia: los conocidos como «bonos verdes» levantaron 24.766 millones de euros en 2015 en Europa, según la firma de análisis Dealogic. La cifra supera en un 212% lo que se invirtió en 2013, el triple respecto a ese año. Y resulta astronómica si se compara con los 782 millones de inversión registrados en estos bonos en 2010.

«El cambio climático no es un riesgo ni una oportunidad, sino que esto son las dos caras de la misma moneda. Un riesgo pude convertirse en una oportunidad. Lo importante es que cada empresa sea capaz de analizar los impactos que el cambio climático tiene en sus resultados y poder establecer estrategias adecuadas para aprovechar la oportunidad o para evitar riesgos», explicó Carlos Ruíz, director de Sostenibilidad de Enagás. Para Juan Ramón Silva, de Acciona, «cuando hablamos de sostenibilidad, hablamos de negocio. Lo que hemos hecho nosotros es vincular nuestro negocio a la mitigación del cambio climático. Para nosotros siempre ha sido una oportunidad».

Sin embargo, aún hay un elevado número de compañías que no vislumbran lo que el cambio climático tiene de oportunidad. Según los cálculo de la consultora Ernst&Young, entre las más de 60 empresas a las que ha analizado en el último año y medio, un 90% lo ve como un riesgo. «El problema de base es traducir el concepto de cambio climático, despojarlo de cualquier significado que roce la ideología o una connotación emocional. El cambio climático no es un tema de believers, de creer o no; no es un tema de cuento, sino de cuentas. En el momento de que sepamos aterrizar el concepto en las compañías», advirtió Alberto Castilla, director Ejecutivo de Gobierno Corporativo, Reputación y Sostenibilidad en España de EY.

«Las compañías lo pueden ver como un tema táctico coyuntural con efecto a corto plazo. O a largo plazo, como un modelo de negocio, integrándolo en la gestión», añadió, y aseguró que esta tendencia hacia la descarbonización de la economía es solo el principio: «Lo común [que cada vez más compañías se suban al carro] tiene una virtud: que anticipa el comportamiento. No lo digo yo, lo dicen los psicólogos».

Para Ricardo Diez Hochleitner, presidente de honor del Club de Roma, «el mero hecho de que se celebren jornadas donde se analice el cambio climático en las estrategias de inversión son ya una sustantiva razón para la esperanza en un mundo que no es todavía suficientemente consciente (aunque empieza a serlo) de la amenaza destructiva del cambio climático para la supervivencia de la humanidad».

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