Cambio Climático

París: ¿y ahora qué?

La Cumbre del Clima ha marcado un antes y un después en la lucha contra el cambio climático, pero no es el final del camino, sino el comienzo de uno nuevo.

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12
enero
2016

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La frase más repetida por los negociadores climáticos es que nada está decidido hasta que se acuerda. París ha marcado un antes y un después en la lucha contra el cambio climático, pero no es el final del camino, sino el comienzo de uno nuevo. La cuenta atrás ha comenzado.

A las 19:26 horas del 12 de diciembre de 2015 comenzó la cuenta atrás para alcanzar en la segunda mitad de este siglo XXI un mundo sin carbono. En el momento en que Laurent Fabius, ministro de Asuntos Exteriores galo −quien ejerció con maestría la presidencia de la Cumbre del Clima− dio el mazazo final por el que el Acuerdo de París quedaba formalmente adoptado por la Convención de Naciones Unidas de Cambio Climático, el mundo se estaba comprometiendo a cambiar su modelo de desarrollo, aparcando los combustibles fósiles y apostando por las energías limpias.

Con independencia de que a partir de ahora haya que trabajar para aumentar la ambición de los objetivos que se recogen en el acuerdo, lo cierto es que las 17 páginas del texto, más otras 23 con las decisiones que lo completan, están llamadas a cambiar el modelo de desarrollo del planeta hacia uno libre de combustibles fósiles. Teresa Ribera, directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales (IDDRI) −un influyente think tank francés− y ex secretaria de Estado de Cambio Climático, considera que se trata de «un buen acuerdo, ambicioso, equilibrado y solidario y, sobre todo, marca una nueva etapa, porque generará capacidad para cambiar las premisas sobre las que se toman las decisiones económicas». Lo cierto es que se trata del tratado ambiental más importante de la historia, con unas implicaciones que van más allá del medio ambiente.

El texto recoge en su artículo 2 el objetivo de «elevar las corrientes financieras a un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de efecto invernadero». Una frase clave que parece haber quedado disipada en medio de la discusión de los límites en los que hay que contener la temperatura, recogidos en el mismo artículo. Finalmente el objetivo será «mantener la temperatura media mundial muy por debajo de 2ºC respecto a los niveles preindustriales», aunque los países se comprometen a llevar a cabo «todos los esfuerzos necesarios» para que no rebase los 1,5 grados y evitar así «los impactos más catastróficos del cambio climático».

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Pero lo más trascendente entre todo lo acordado en París es que «marca una senda para transformar la economía y reorientar las inversiones financieras de las energías fósiles a las energías limpias», reconoce Florence Marcellesi, portavoz de Los Verdes europeos. Sin ese cambio a gran escala es imposible cumplir con esos objetivos de temperatura. «Este es un acuerdo que nos permitirá afrontar la transición hacia una economía global y limpia y prevenir los efectos más devastadores del cambio climático», dijo John Kerry, secretario de Estado de Estados Unidos, nada más aprobarse el texto en París. Pero lo más importante, añadió, es que este acuerdo «lanza un mensaje claro al mercado global, porque no serán los gobiernos los que den con la tecnología para transformar nuestro sistema energético, sino las empresas». Por su parte, el respetado economista británico Nicholas Stern considera que es «un punto de inflexión, en que gobiernos y empresas deben aumentar sus esfuerzos para estar a la altura de lo que dice el acuerdo».

Teresa Ribera abunda en esta idea y dice que, sin ninguna duda, esta «ha sido la cumbre de las empresas». «Los Gobiernos nacionales no son los únicos actores en la lucha climática –explica−, lo son también los gobiernos locales y las empresas que ya están asumiendo la agenda de descarbonización ». Prueba de ello es el anuncio hecho por diez multinacionales −incluidas Dell, Kellogg, Sony, Thalys y Coca Cola− que durante la cumbre se comprometieron a fijar objetivos de reducción de dióxido de carbono. O el paso dado por Google, que desveló durante la cita de París la compra de 842 megavatios de energías limpias para sus centros de datos, con el objetivo final de triplicar sus renovables de aquí a 2025.

No fue casual, por tanto, que el primer día de la Cumbre del Clima en París, el fundador y presidente de Microsoft, Bill Gates, acaparara toda la atención. Dejó de lado las palabras grandilocuentes de los líderes mundiales y explicó con entusiasmo la posibilidad de generar energía a partir de la fotosíntesis artificial, utilizando la energía del sol para producir hidrocarburos líquidos que podrían desafiar la supremacía de los combustibles fósiles. «Si funciona, sería mágico», dijo Gates, quien apunta alto, pues su Coalición para el Avance Energético pretende, junto con otros 27 donantes privados entre los que están Mark Zuckerberg (Facebook) y Jeff Bezos (Amazon), proporcionar el capital inicial para «encontrar enfoques tecnológicos que nos permitan acelerar la transición hacia una economía baja en carbono». Esto es, se trata de inversión en I+D+i, por lo que aún tendrán que pasar unos años hasta que veamos los resultados, pero es parte de la cooperación tecnológica que han reclamado los países más desfavorecidos para sumarse a la lucha contra el cambio climático.

Sin duda las empresas ya se han puesto en marcha, explica Paz Nachón, responsable de Sostenibilidad en el área de Estrategia de Accenture. «Es la primera vez que el sector privado se ha movilizado de esta manera y ha entrado a formar parte del diálogo de la forma en que lo ha hecho en París, con los 2.400 compromisos de empresas y de inversores, y 114 empresas que ya se han comprometido a marcarse objetivos basados en la ciencia». Aunque reconoce que quedan muchos asuntos por definir, Nachón explica que una de las razones por las que la cumbre ha sido un éxito es que «al día siguiente nuestros clientes ya nos estaban llamando para ver qué significa esto para ellos, y lo mismo ha ocurrido en nuestras oficinas en Francia, Alemania o India. Esto no ha pasado antes y es una señal clara de que las empresas no se han tomado París como una reunión más que tuvieron los políticos y ya está, sino como algo que les afecta directamente».

Lo más importante, explican desde Accenture, es que las empresas no solo piensan en lo que tienen que hacer internamente para ver dónde están sus riesgos, sino que han pasado a estudiar qué oportunidades de negocio tienen ligadas a esta transición hacia una economía baja en carbono. «Ya están dando por hecho que aquí hay una oportunidad, y eso es clave para acelerar la transformación», dice Nachón, si bien reconoce que una de las cosas de las que adolece el acuerdo de París es que no marca un precio al carbono. «Si no hay una señal clara del precio de mercado, sigue habiendo inconsistencias e incoherencias entre empresas, que es lo que nos pasa ahora; las empresas incluso tienen dos líneas de negocio completamente opuestas −una basada en energías sucias y otra en energías limpias− que, cuando llega la hora de presentar resultados, no encajan».

En este sentido, Rachel Kyte, vicepresidenta y enviada especial para el Cambio Climático del Banco Mundial, cuya tarea es llamar la atención de los países sobre las oportunidades de inversión que existen si se reducen las emisiones, señala que «poner un precio al carbono es clave para transformar la economía global». Aunque el texto acordado en París no habla de precio del carbono, sí establece que «el funcionamiento de los mecanismos de mercado internacionales se decidirá en la próxima Cumbre del Clima, en Marrakech», explica Valvanera Ulargui, directora de la Oficina Española de Cambio Climático. Y es que no hay mucho tiempo que perder, pues China tiene previsto inaugurar en 2017 el que será el mayor mercado de emisiones del planeta. La consigna es clara, explica Teresa Ribera: «Es necesario ganar coherencia en el ámbito financiero, tener en cuenta los riesgos y oportunidades de una economía de clima».

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Solo de esta forma se podrá acelerar la acción que es necesaria para cumplir con el objetivo último del acuerdo, que es contener la temperatura global del planeta «muy por debajo» de los 2ºC. José Manuel Moreno, catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha y ex vicepresidente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), considera que los compromisos formulados en París «no son suficientes y están muy lejos de conseguir ese objetivo».

Nadie dice que el acuerdo sea perfecto, pero hay consenso en que se trata de un primer paso muy importante. Aunque finalmente las contribuciones de recorte de los países no son vinculantes, la fuerza del acuerdo reside en el mecanismo con el que periódicamente se revisarán los compromisos de cada país, que sí es jurídicamente vinculante y coloca una alta presión internacional sobre los países para que hagan los esfuerzos necesarios.

«Ahora es el momento de que el nuevo Gobierno salido de las elecciones generales ejerza su liderazgo con responsabilidad para que España no se convierta en el desierto de Europa en materia de lucha contra el calentamiento global», dice David Howell, de la organización conservacionista SEO/BirdLife. «La comunidad internacional y los mercados han recibido desde París un mensaje claro: este es el principio del fin de los combustibles fósiles», añade. Entramos en tiempo de descuento.

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