Cultura

Operación Bikini: así se gestó el modelo turístico de Benidorm

¿Cuáles fueron los primeros cimientos del controvertido modelo turístico de Benidorm? ¿Cómo se convirtió este pueblo de pescadores en la apoteosis del turismo mediterráneo de masas?

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24
abril
2014

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¿Cuáles fueron los primeros cimientos del controvertido modelo turístico de Benidorm? ¿Cómo se convirtió este pueblo de pescadores en la apoteosis del turismo mediterráneo de masas? El director Óscar Bernácer nos explica los hilarantes inicios en el cortometraje Bikini.

La cinta narra el viaje en Vespa del entonces alcalde de Benidorm, Pedro Zaragoza, hasta El Pardo para explicarle a Franco por qué había autorizado el uso del biquini en el municipio y evitar su excomunión. Corría el año 1953 y la idea del corto era “plasmar las contradicciones de la parte más conservadora de la sociedad en un solo acto”, detalla su director en una conversación mantenido con Ethic.

El corto, que ha recibido el Roel de Oro en la 27 Semana del Cine de Medina del Campo, nos muestra un Benidorm totalmente desconocido, el de los años 50, cuando los niños jugaban a ser pescadores, cuando la altura del pueblo no superaba los tres pisos de altura y el hormigón todavía no había hecho acto de presencia en la localidad.

Podríamos decir, por extensióm, que se trata de un retrato de la España anterior al ese gran boom turístico que el franquismo empezó a capitalizar en un momento en el que país se quedaba aislado.

Benidorm, como cualquier otro pueblo de la costa mediterránea, vivía de la pesca, pero en 1952 se cerró por bajo rendimiento en capturas la Almadraba del Racó de l’Oix, un hecho traumático para muchas familias dependientes de la misma. Con el sector pesquero al borde de la muerte su alcalde en aquel momento, Pedro Zaragoza, aprobó un nuevo y transformador ordenamiento urbanístico de la villa con el objetivo de crear una ciudad concebida para el ocio y el turismo.

Era el paso del sector primario –pesca y agricultura– a un modelo mucho más rentable en términos económicos, basado en el sector turístico. En poco tiempo, las playas de Benidorm comenzaron a llenarse de turistas  del norte de Europa que acudían en masa a este punto de la costa alicantina “atraídos por el clima, la tranquilidad y la sensación placer que produce la mezcla de sol y mar mediterráneo”, explica Bernácer.

La llegada de estos nuevos inquilinos, que más tarde bautizaríamos como ‘guiris’, supuso toda una revolución. La España de Franco aislada del resto del mundo, se comenzaba a abrir al exterior sin apenas darse cuenta. Los extranjeros traían, entre sus maletas, costumbres que chocaban con el discurso nacional-católico de la época, como el bikini.

El  alcalde de Benidorm fue amenazado de excomunión por permitir el uso de dicha prenda para no frenar la llegada de turistas. Fue entonces cuando decició plantarse con su Vespa en el Palacio del Pardo para convencer a los Franco de las bondades del bikini. Según nos explica el director, sus grandes dotes para el “pelotismo” fueron clave a la hora de hacerles cambiar de opinión.

“Todo fue muy fácil. Franco entendió rápidamente que aquello llamado turismo iba a ser bueno para España”, según declaraciones que Pedro Zaragoza hizo por aquel entonces. El adulador alcalde no solo conseguiría así su objetivo, sino que acabó teniendo una gran amistad con los Franco, que le serviría a lo largo de su carrera.

“Un tipo que es capaz de contratar a una familia de Laponia en los años 50 para moverlos por todos los grandes aeropuertos de Europa portando un cartel de Me voy a Benidorm, sin duda, tiene algo especial”, apunta Bernácer. “Sin quererlo inventó nuevas formas de marketing y marcó el inicio de la transformación de Benidorm.

Dilapidar el litoral

A partir de ahí, vino todo lo demás: el boom turístico, el urbanismo desmesurado, la explotación sin límites y con una mirada cortoplacista del litoral.. “Supuso la pérdida de paraíso exclusivo e íntimo que tuvo el pueblo en su momento”, añade el cineasta.

Seis décadas después de la aprobación del bikini, Benidorm es un templo internacional del turismo de masas, ofrece más de 75.000 plazas regladas entre hoteles, apartamentos turísticos y cámpings… Sólo Madrid y Barcelona tienen más pernoctaciones en toda la península. Además, los 23 de edificios más altos del país apuntan hacia su cielo y trazan un manto de sombra en algunas playas cuando llega la tarde.

Un lugar que durante los años 60 no llegaba a los 6.000 habitantes, hoy supera los 400.000 en los meses de verano. Las enormes playas vírgenes con las que contaban los benidormenses son hoy kilómetros de sombrillas y hamacas donde los turistas se amontonan. ¿Un ejemplo más de cómo el ser humano se ha apoderado de la naturaleza para hacer negocio?

El que parecía un disparatado sueño de su alcalde no sólo se hizo realidad, sino que se apoderó de ella. El corto de Óscar Bernácer va a ir más allá y ya está preparando un documental sobre el boom turístico a través de la vida de Pedro Zaragoza.

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