Derechos Humanos

Infancia y adolescencia: claves contra la pobreza y la explotación

La reducción en un 33% de la tasa mundial de mortalidad de menores de cinco años demuestra que los esfuerzos no son en vano.

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31
marzo
2014

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Lo que dice la ONU: en el mundo hay 70 millones de niños que no pueden asistir a la escuela. Lo que dice la Organización Internacional del Trabajo (OIT): cada minuto un niño trabajador sufre un accidente, enfermedad o trauma psicológico relacionado con su labor. Los organismos internacionales publican periódicamente informes que alertan sobre la situación de la infancia en el mundo. Pero los resultados son escasos, como si la mayor parte de las veces esos sesudos informes acabaran cubiertos de polvo el fondo de un cajón. La pregunta si bajamos al terreno es: ¿Qué pasa cuándo la pobreza, la enfermedad o la violencia sacude a los más pequeños?

En los últimos meses, los países desarrollados han invertido 80 billones de dólares en el rescate de las entidades financieras, lo que supone, según cálculos de Intermón Oxfam, una cantidad 120 veces superior a la que se necesitaría para cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio (OMD), donde la protección de la infancia tiene un papel primordial. ¿Vivimos en un permanente desorden ético de prioridades? “La ética, aparte de algo muy edificante para que conozcamos el sentido de nuestra libertad, es un conjunto de pautas prudenciales para la conducta […]La crisis en buena medida se produce porque no han funcionado los mecanismos de salvaguarda que había contra esos abusos”, argumentaba recientemente, en una entrevista concedida a Ethic, el filósofo Fernando Savater.

Desde UNICEF apuestan por acometer una inversión permanente y de calado en los adolescentes de entre 10 y 19 años de edad para frenar los abismos de pobreza y disparidad. Es decir, detectan en la infancia, pero sobre todo en la adolescencia, el periodo clave para prevenir y atajar esas problemáticas que con el tiempo surgirán.

“Debemos dedicar más atención a los adolescentes, y en especial a las niñas adolescentes, invirtiendo en su educación y su salud y adoptando otras medidas que les permitan incorporarse en el proceso de mejorar sus propias vidas”, explica Anthony Lake, director ejecutivo de UNICEF. “La adolescencia es un período crucial en el que tenemos la posibilidad de consolidar los avances que hayamos logrado en la primera infancia, pero también es una época en la que se corre el peligro de perder todo el terreno conquistado”, advierte.

Más allá de las declaraciones de intenciones, existen datos que atestiguan que esta estrategia puede funcionar como una palanca de cambio real. Según los cifras que maneja Naciones Unidas, mediante inversiones en los 1.200 millones de adolescentes de 10 a 19 años de edad del mundo se podría interrumpir el ciclo de la pobreza. “Las inversiones en los niños y niñas menores de 10 años que se realizaron en las dos décadas pasadas han logrado avances enormes en beneficio de ese sector de la población mundial”. La reducción en un 33% de la tasa mundial de mortalidad de menores de cinco años demuestra que los esfuerzos en esta dirección no son en vano.

En el terreno, Brasil es un buen ejemplo de las tensiones y contradicciones que se pueden producir en la defensa de la infancia. Entre 1998 y 2008 se salvaron las vidas de 26.000 niños menores de un año, lo que determinó una notable reducción de la mortalidad infantil. Sin embargo, en ese mismo decenio murieron asesinados 81.000 adolescentes brasileños de 15 a 19 años de edad.

Mediante inversiones en los 1.200 millones de adolescentes de 10 a 19 años de edad del mundo se podría interrumpir el ciclo de la pobreza.

Para Unicef el problema de la educación durante la infancia y la adolescencia sigue siendo la principal batalla a librar. Más de 70 millones de jóvenes en edad de cursar los primeros años de educación secundaria no asisten a clases, y en el plano mundial, las niñas aún están rezagadas con respecto a los varones en materia de educación secundaria.

“La adolescencia es una etapa de la vida de importancia capital, ya que es durante esa segunda década de existencia cuando las desigualdades y la pobreza se manifiestan de manera más descarnada”, explica Lake. Evidentemente, los adolescentes que viven en situación de pobreza y marginalidad tienen menos probabilidades de pasar de la educación primaria a la secundaria y corren mayor peligro de ser objeto de explotación, abuso y violencia.

Este riesgo se acrecienta en el caso de las niñas, que son víctimas con más frecuencia que los varones de la violencia sexual y doméstica, así como más susceptibles a infectarse con el VIH. En el mundo en desarrollo, con la excepción de China, las adolescentes más pobres tienen unas tres veces más probabilidades de contraer matrimonio antes de cumplir 18 años que las niñas de su misma edad que no padecen una situación de marginalidad o pobreza.

El mercado de trabajo

En 2009 había en el mundo unos 81 millones de jóvenes desempleados. “Un mercado laboral cada vez más tecnificado demanda conocimientos y aptitudes con los que muchos jóvenes no cuentan. Debido a ello, no sólo se derrocha el talento de los jóvenes sino que las comunidades donde viven pierden valiosas oportunidades”, explica Lake. En muchos países, la numerosa población adolescente constituye una riqueza demográfica que se suele pasar por alto. “Invirtiendo en la educación y capacitación de los adolescentes, esos países pueden generar una fuerza laboral nutrida y productiva que contribuirá de manera significativa al crecimiento de sus respectivas economías”.

Los adolescentes confrontan un gran número de desafíos mundiales tanto presentes como futuros. Entre ellos, la actual inestabilidad económica, el cambio climático y la degradación ambiental, el vertiginoso proceso de urbanización y migración, el envejecimiento de algunas sociedades, el aumento constante del costo de la atención de la salud y las crisis humanitarias cada vez más numerosas y profundas.

 

“Millones de jóvenes en todo el mundo esperan que hagamos más por ellos. Si les facilitamos las herramientas que necesitan para mejorar sus vidas posibilitaremos la aparición de una generación de ciudadanos económicamente independientes que participen activamente en la vida cívica y que colaboren de manera positiva con sus comunidades”, concluye Lake.

La pobreza infantil en España

En España, casi uno de cada cuatro niños, un 24,1%, está en riesgo de pobreza relativa, es decir, vive en hogares que tienen unos ingresos inferiores al 60% de la mediana nacional. Este dato sitúa a nuestro país a la cola de los 27 países miembros de la UE, sólo superada por Rumanía, Bulgaria, Letonia e Italia.

Son las conclusiones a las que llega el estudio Infancia en España 2010-2011, primer informe de Unicef España sobre la infancia en nuestro país. Este porcentaje pone de manifiesto los primeros indicios que anticipan el preocupante impacto de la crisis económica sobre la infancia.

La pobreza infantil se concentra mayoritariamente en hogares con familias numerosas o monoparentales y en situación de desempleo o empleo precario. «En España tenemos el reto del alto índice de pobreza infantil relativa», afirma Paloma Escudero, directora de Unicef España. «Hay 2 millones de niños en España que están en riesgo de sufrir pobreza relativa», añadió.

La reducción de la pobreza infantil es una cuestión tanto de recursos como de diseño y planificación de políticas sociales. Según los datos de 2008, España ocupa, junto a Grecia, el último lugar de la UE en el gasto público en familia e infancia, con un 0,7% del PIB, por debajo de la media de la UE, que se situó en el 2,3%. Para afrontar este reto, es preciso que la infancia pase a ser una prioridad en las políticas sociales.

Para abordar estos desafíos, UNICEF España propone la adopción de un Plan Nacional de Lucha contra la Pobreza Infantil; la puesta en marcha del Consejo de Medios Audiovisuales previsto en la nueva ley; y la elaboración de un reglamento de extranjería que garantice los derechos de los niños.

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