ENTREVISTAS

«La gente olvida que lo más importante es la felicidad»

Tras la inquietante obra de David Lynch, en la que no subyacen mensajes sociales o políticos, encontramos el discurso de un apasionado visionario que cree que un mundo en paz es aún posible.

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10
marzo
2014

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David Lynch es uno de los directores de cine de culto con mayor proyección mediática de todos los tiempos. Tras su inquietante obra, en la que no subyacen mensajes sociales o políticos, encontramos, eso sí, el discurso de un apasionado visionario que cree que un mundo en paz es aún posible.


De cerca, Lynch parece uno de sus excéntricos y herméticos personajes, y resulta tan hipnótico como cualquiera de ellos. Viste traje negro de impecable factura, con chaqueta cruzada y un largo de pantalón exacto. Tiene aspecto de predicador de Ohio. No lleva corbata, aunque la camisa blanca está abotonada del todo. Uno piensa, fijándose en la pulcritud con la que una de sus esquinas del cuello se dobla hacia arriba, que no es rebeldía improvisaba, sino detalle premeditado. Su frondosa cabellera, encanecida por completo, hace las veces de pechinas arquitectónicas al servicio de su característico tupé. Zapatos de cordón, negros, como los calcetines de hilo que gasta. Luce una sonrisa luminosa. Se le ve relajado. Él mismo lo confirma. «Estoy feliz de estar en Madrid. Cuando me invitaron pensé ‘Por fin voy a Madrid a hablar de cine pero sobre todo de meditación trascendental y creatividad’. Lynch ya conoce España, aunque me confiesa que lo que más le sedujo de este viaje fue «el hecho de no tener que venir hasta aquí para promocionar una película, eso me hizo sentir como un niño con zapatos nuevos».

Han pasado casi siete años desde su última película, ‘Inland Empire’, un ejercicio fílmico de escritura automática. Él habla de cómo ha influido la meditación trascendental en su cine, y se refiere, precisamente, a su último trabajo. «No es cierto que no tuviera un guión, como aseguraron algunos críticos. Al principio, imaginé una escena, y la rodé, porque con las herramientas digitales es todo muy sencillo; más tarde, tuve otra idea y también la rodé. Por último, me vino una tercera idea y la rodé. Esas tres escenas no tenían nada que ver entre sí, pero les apliqué la teoría del campo unificado de Einstein, que vincula elementos dispares. Con la cuarta escena, ya escribí el guión. Odio la improvisación, por eso siempre sigo un guión, porque de otro modo me perdería».

David Lynch retratado por Mark Madeo. Ethic ©

El universo cinematográfico de Lynch es complicado. Quizás si tuviéramos una cartografía con alguna indicación podríamos despejar ciertas inquietudes, pero Lynch es poco dado a ofrecer explicaciones sobre su cine. A fin de cuentas, su propuesta es una continua incursión por las zonas oníricas del ser humano, lo cual no es sino una invocación fílmica a lo irracional.

Aunque no todas las propuestas del genio de Montana dinamitan la lógica de la narración. Sabe rodar al estilo clásico, y cuando lo hace también emociona. No podemos olvidar ‘Dune’, su tercer largometraje, a la que califica, con cariño, como «el más travieso y malo de sus hijos». Resultó un fracaso absoluto de crítica y público y, sin embargo, hoy se considera una ambrosía para cinéfilos, una joya del cine de culto. También firma ‘El hombre elefante’, un encargo de Mel Brooks que tuvo ocho nominaciones al Oscar y que le consagró por derecho como referente, y ‘Una historia verdadera’ –el título, toda una declaración de intenciones-, que narra el largo viaje en cortacésped del protagonista (Richard Farnsworth) para hacer las paces con su hermano enfermo. Estos tres títulos desdicen a quienes, frustrados por la falta de entendimiento, aseguran que Lynch es una estafa.

«Ahora mismo tengo entre manos algo nuevo, he escrito un pequeño esquema y estoy feliz con lo que puede dar de sí, pero tiene que madurar, tengo que mejorarlo. Sé que nada es perfecto, al menos en el mundo del cine, pero quiero acercarme a esa perfección, quiero que esto en lo que estoy trabajando ahora mismo sea lo más perfecto que haya hecho nunca», explica el norteamericano.

«Con la meditación trascendental la vida se vuelve mejor»

La pregunta es obligada: si es un hombre tan feliz como él mismo proclama, ¿por qué su arte siembra desasosiego? «Muchos siguen sin entender cómo es posible que mi cine sea oscuro y tétrico mientras no paro de hablar de la meditación trascendental, que es luz y felicidad. Pero el artista no tiene que sufrir para mostrar el sufrimiento. Tienes que entender el sufrimiento, pero no tienes que sufrir. Ésa es la clave. Puedes contar toda clase de historias y ser muy feliz, mantener la paz interior y una energía positiva en ti».

Y prosigue: «Es muy importante hacer las cosas, no sólo tu trabajo sino cualquier tarea de tu vida cotidiana, con diversión y motivación. Para mí es importante ser feliz. Es lo más importante, mi felicidad. La gente suele olvidarse que eso es lo más importante. No concibo hacer películas o embarcarme en proyectos en los que no lo pase bien, que no me proporcionen felicidad, porque no sólo de trata de trabajar por dinero».

Reconforta escuchar que el creador de personajes tan perturbadores como Frank Booth de ‘Terciopelo azul’, que interpretaba Dennis Hopper, se sienta feliz y en paz. «Todo consiste en trascender, en experimentar el nivel eterno de la existencia», remata.

La epifanía de Lynch

Todo consiste en trascender, apunta el genio. Entramos en materia, la meditación trascendental. Para él es una «llave que abre una puerta con un gran tesoro detrás. Sirve para todos los seres humanos, es una bendición. Con la meditación trascendental la vida se vuelve mejor. La negatividad se va. El estrés, la tensión, la tristeza, la envidia…todo lo malo que tenemos en nosotros mismos desaparece con el tiempo y la práctica».

«La meditación trascendental podría conseguir la paz mundial; animo a los españoles, que sé que están pasando malos momentos, a que mediten y comprueben cómo la meditación te saca de la crisis», señala Lynch.

El cineasta recuerda con exactitud el día en que la meditación trascendental le cambió la vida. Fue el 1 de julio de 1973. Cayó en domingo. Escuchó una frase que le conmocionó: «La verdadera felicidad no está fuera sino en el interior de cada uno». La pronunció su hermana. Lynch trataba por aquel entonces de sacar adelante ‘Cabeza borradora’, su primer filme, que ya auguraba ese desconcierto marca de la casa.

«El ser humano es una criatura fantástica, sólo necesita conocer, cultivar y desarrollar su enorme potencial»

«Tenía una ira enorme en mí, no entendía por qué nadie me ayudaba a producir esta película y en cambio se estrenaban auténticas basuras. Me moría de envidia, de ira y de soberbia. Entonces hablé con mi hermana, y noté que su voz era distinta, parecía tranquila, alegre, feliz, y le pregunté. Entonces ella me dijo que llevaba algún tiempo meditando, y que había descubierto que la felicidad la lleva cada uno dentro de sí».

Motivado por esta revelación, el de Montana practicó distintas técnicas de meditación e indagó en la cultura oriental hasta dar con el yogui Maharishi Mahesh, el mismo que sembró el misticismo en los Beatles. «Recuerdo que cuando los Beatles comenzaron a hablar de la meditación y demás me parecían aburridos. ‘Dejaos de rollos y poneros a componer’, pensaba».

Durante un mes recibió las enseñanzas del maestro en persona. A él le dedica uno de sus libros, ‘Atrapa el pez dorado’, publicado por Mondadori en 2008, una suerte de ensayo sobre el influjo de la meditación trascendental en su vida, personal y profesional.

El camino hacia la paz

«El negocio del cine produce mucha ansiedad, mucho miedo, al fracaso, a perder la amistad o el respeto de tus compañeros… hay tanta presión que sólo practicando la meditación consigues convertirlo en un juego, evitando que te afecte hasta el punto de destrozarte. La meditación trascendental hace que todo resulte más relativo».

Por si hubiera alguna duda, asegura que detesta la industria de Hollywood. «Vivo allí por la luz; me encanta la ciudad, la sensación de libertad que se respira en Los Ángeles, su energía. Pero a Europa llega lo peor de Hollywood, esa enfermedad contagiosa, ese cine que no aporta nada, esa manera de entender la vida de manera superficial y competitiva».

Lynch combate esa superficialidad con la meditación. Lleva cuarenta años meditando dos veces diarias, entre quince y veinte minutos cada una de ellas. Repite un mantra personalizado que mantiene en secreto. «Una vez por la mañana y otra por la tarde. Después, me ocupo de los asuntos cotidianos, pero siento alegría al hacer las cosas, más intuición. Siento de veras el placer de vivir, y toda mi negatividad se esfuma», apunta.

Lynch niega que sus películas tengan mensaje político o social y cuando le preguntamos por temas de actualidad no se sale del guión y nos vuelve a hablar del tema que le ha motivado a venir a Madrid: la meditación. «En la televisión sólo oyes hablar de la crisis financiera y del gobierno norteamericano, pero la conciencia es más importante que todo, porque es la vida misma, es lo que somos. Lo importante es cultivar la mente», señala.

«La meditación te da paz. Creo en la paz. La paz como posibilidad real. Si somos capaces de organizarnos en grupos de meditación que trabajen de manera sistemática, conseguiríamos el potencial real, total, y activaríamos unos resortes que existen y que implantarían la paz mundial. Todo lo que el hombre necesita está dentro de él, y sólo si activa esa parte única y creadora que tiene puede ser libre. Una vez que consiga la paz y la libertad, lo único que querrá es que todos los seres humanos experimenten esa felicidad que él ya conoce. La antigua ciencia védica revelaba lo que ahora, en la física cuántica, se llama el campo unificado, que en la Biblia se llamó el reino de los cielos. Es decir, todo reside dentro de uno, el ser humano es una criatura fantástica, sólo necesita conocer, cultivar y desarrollar su enorme potencial. En cambio, mira lo que tenemos alrededor, terroristas suicidas, asesinatos, enfermedades y plagas, y la gente con corazón trata de recaudar dinero para paliar estos males, y suena a chiste, porque nada de esto se puede solucionar en la superficie. Einstein decía, si quieres resolver un problema tienes ir a su raíz, y no hay nada más profundo que el campo unificado», expone.

Él mismo constituyó, en 2005, una fundación que se encarga de recaudar dinero para ayudar a quienes quieran iniciarse en la práctica de la meditación trascendental, en la que participan Gwyneth Paltrow, Katy Perry o Susan Sarandon, entre otras celebridades. Lynch habla de la meditación trascendental como quien comparte su júbilo al habérsele concedido una segunda oportunidad. Una y otra vez ensalza su capacidad transformadora, regeneradora. La meditación trascendental como bujía espiritual.

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