Opinión

Trabajo decente, un derecho elemental

Joaquín Nieto Sainz, director de la OIT, reflexiona en torno a la dignidad en el trabajo en un contexto en el que por primera vez hay más de 200 millones de personas sin empleo en el mundo.

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15
mayo
2012

Joaquín Nieto Sainz, director de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en  España, reflexiona en torno a la dignidad en el trabajo en un contexto en el que por primera vez en la historia hay más de 200 millones de personas sin empleo en el mundo. Además, propone soluciones para invertir la fuerte tendencia de pérdida de trabajo.

El trabajo es una de las principales actividades de las personas para su integración social y su realización personal. Siempre que sea trabajo decente. En la Organización Internacional del Trabajo -la agencia de Naciones Unidas especializada en el trabajo-  entendemos por trabajo decente el que se realiza sin discriminación, con derechos, en condiciones de salud y seguridad, con una remuneración suficiente y con protección social en caso de accidente, enfermedad o vejez. En el mundo de hoy, no disponer de un empleo no sólo hace muy difícil poder desarrollarse socialmente y personalmente sino tan siquiera sobrevivir. El derecho al trabajo decente es pues un derecho elemental. Pero el trabajo decente escasea, sobre todo en los últimos tiempos.

A finales del mes de enero de 2012 la OIT publicaba el informe Tendencias Mundiales del Empleo 2012. El mundo supera por primera vez los 200 millones de personas sin empleo. Sin embargo hay 215 millones de niños y niñas trabajando, 115 de ellos atrapados en las peores formas de trabajo infantil. La capacidad de creación de empleo de la economía mundial sufre un deterioro grave que hará que en 2012 haya no menos de otros 3 millones más de personas sin empleo. Si a esta previsión se le añade la muy probable desaceleración económica global por debajo del 2%, las personas que habrán perdido su empleo en 2012 serán 7 millones.

A las personas sin empleo hay que sumar los 900 millones de trabajadores que viven con sus familias con ingresos inferiores a los 2 dólares al día, especialmente en países en desarrollo. Dos de cada tres trabajadores no cuentan con un sistema de protección social.

Especialmente alarmante es el dato de que en 2011, 74,8 millones de jóvenes entre 15 y 24 años no tienen ni encuentran empleo y que 6,4 millones de jóvenes han perdido cualquier oportunidad de encontrar un empleo. La tasa de desempleo juvenil roza el 13% por primera vez a nivel global.

Cada uno de los próximos años 40 millones de jóvenes se incorporarán a la sociedad como demandantes de empleo, pero muchos de ellos no lo encontrarán. Será preciso crear 400 millones de empleos en la próxima década para responder a esta demanda; si no, podríamos encontrarnos con lo que ha venido a llamarse una «generación perdida», fenómeno que tendría efectos imprevisibles, pero seguro que muy negativos en el devenir de la humanidad.

El Informe de la OIT sobre Tendencias Mundiales del Empleo no sólo busca dar a conocer la realidad del empleo a nivel global sino también contribuir a prevenir una crisis mayor que la que está atravesando el mundo. Los tres años de crisis financiera y económica han tenido como consecuencia un incremento muy importante del desempleo al tiempo que se aumentaba los déficits de trabajo de decente. La ecuación ha sido menos empleo y de menor calidad. Las perspectivas que dibuja el informe son bastante sombrías.

Es imprescindible tener en consideración de verdad las tendencias de empleo y sus efectos en el momento de configurar los procesos de toma de decisiones políticas por parte de gobiernos y organismos internacionales. Las decisiones que han adoptado y se siguen tomando hasta la fecha, en el cuarto año de crisis financiera y económica, no han logrado una recuperación sostenible del empleo ni mejorar las condiciones de trabajo y la protección social.

La OIT promueve una nueva era de la justicia social para lograr una globalización equitativa y considera que impulsar una visión sobre derechos humanos con un enfoque trabajo decente en el marco de la agenda económica es más necesario que nunca para abordar los desafíos a los que nos enfrentamos.

Las sombrías perspectivas del informe de la OIT sobre las tendencias del empleo podrían ser diferentes, más positivas, a condición de modificar las políticas en la dirección del trabajo decente. Es posible emprender reformas financieras, mantener los ingresos y los derechos, realizar inversiones productivas selectivas para un cambio de modelo productivo en la dirección de una economía verde, ampliar la base fiscal para disponer de mayores recursos públicos… Así se podría lograr que la consolidación fiscal se haga con los ritmos y procesos que permitan alcanzar economías más sostenibles y no más injustas.

De la orientación de las decisiones sobre política económica que adopten los gobiernos y los agentes sociales depende que las medidas correspondientes sean capaces de crear empleo, generar oportunidades y reforzar la dignidad de las personas o, por el contrario, contribuyan a deprimir aún más la economía, destruir más empleo y deteriorar las condiciones de vida y de trabajo.

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