Marie Kondo: se nos ha caído un mito
Está bien escuchar a los expertos, pero no conviene añadir angustia a una vida ya de por sí un tanto frenética. La rigidez de las normas que nos demos tarde o temprano se rompe.
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Aunque el maestro del teatro y Nobel de Literatura Pirandello no se cansase de afirmar que era hijo del caos, y pese a que son numerosos los artistas que aseguran que el verdadero hallazgo proviene del cierto desarreglo o anarquía, lo cierto es que estos no gozan de buen predicamento. Su antónimo, en cambio, suscita el deseo de cualquiera. Orden. «Orden y progreso», es el emblema que aparece en la bandera de Brasil. Hace poco más de diez años, la japonesa Marie Kondo (Tokio, 1984) se convirtió en preboste absoluto del orden. Desarrolló un método, «konmari», capaz de convertir cualquier hogar en el imperio de la organización, por desbaratado que estuviera. Su libro, La magia del orden, ha vendido más de cinco millones de ejemplares y se ha publicado en más de treinta países. Protagonizó una serie en Netflix, ¡A ordenar con Marie Kondo!, prometiendo felicidad a cambio de buena disposición casera, por no hablar de los millones de visitas en su canal de Youtube y su tienda virtual.
Sin embargo, hasta la mismísima emperatriz del orden sucumbió. Dio por perdida la batalla. Sus tres hijos tienen algo que ver en la imposibilidad de que cada cosa esté en el lugar que corresponde. La exigencia de orden se rindió a la contingencia de la infancia. Tantas directrices para, finalmente, saltar por los aires la doctrina.
Kondo fue acaso la más popular de quienes nos dicen cómo hacer las cosas en casa, pero hubo (y hay) muchos más. Más rostros que nos aleccionan sobre qué se debe tirar y qué no. Cómo deben estar dispuestas las especias en la cocina o hacia dónde orientar la cama en el dormitorio. A qué hora debemos acostarnos y qué dejar preparado para el día siguiente. Qué comer y a qué horas. Cuánto tiempo dedicar a nuestros hijos en el desayuno y cómo hablar con ellos.
Las recetas no son universales y no siempre menos es más
Bienvenidos sean los consejos, pero basta ya de dogmatismos. La ensayista Tamara Tenembaun (Buenos Aires, 1989) habla en su último libro, Un cuarto propio, del exceso de asertividad de las recomendaciones de youtubers y otros tipos de gurús. Porque las recetas, ni siquiera las relativas a cómo mantener la armonía en el ámbito doméstico, no son universales.
Vanesa Travieso (Vigo, 1975) fue discípula de Kondo y ahora se ha convertido en «organizadora profesional». Entre otras recomendaciones, anima a que nuestra ropa interior «no dé miedo» y evitar el «ruido visual», es decir, la tendencia al barroquismo en la decoración. Pero no siempre funciona lo escaso. Hay quien prefiere a un barroco impenitente como Bach frente al minimalismo de Ludovico Einaudi. No siempre menos es más.
Hay sibilas de la crianza de adolescentes, como la psicóloga Becky Kennedy, que en su libro Educar sin miedo nos detalla «cómo convertirte en el padre o madre que deseas ser»; pitonisas del sueño, como la exdeportista Crys Dyaz, que enseña —por un módico precio— un automasaje de apenas unos minutos que asegura el descanso nocturno y el bienestar holístico; hechiceros de las dietas sin esfuerzo, como Grant Petersen, que conmina a la dieta rica en grasa, o Dan Buettner, que facilita llegar a los cien años respetando su propuesta de desayuno (frijoles, tortillas de maíz y calabaza); o cabalistas de la gestión del tiempo, que saben qué hacer en cada momento del día para que cunda más, como Ryder Carroll.
No hay consignas universales. No debe haber, de hecho, consignas. Hay muchas maneras de hacer las cosas, cada cual ha de aprender las suyas. Está bien escuchar a los expertos, pero no conviene añadir angustia a una vida ya, de por sí, un tanto frenética. La rigidez de las normas que nos demos tarde o temprano se rompe. Y si alguna de ellas hubiera dado con la piedra filosofal, hace tiempo que se habrían acabado nuestros problemas. Así que sí, orden vital, pero dentro de un ídem.
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