Sociedad

Marie Kondo y el triunfo del caos

Con la llegada de su tercer hijo, la gurú del orden ha reconocido que es imposible mantener su casa en pulcritud. Y apenas sorprende: por muchos intentos de organización que se hagan, la vida se presenta como una sucesión impredecible de acontecimientos que tenemos que afrontar como llegan.

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01
marzo
2023

Lleva años convertida en la señora del orden, en el referente al hablar de la organización del hogar, de mantener cada cosa en su sitio (y, por tanto, de no hacerle lugar a aquello que ya no sirve). Se trata de Marie Kondo y los miles de consejos que nos han llegado a través de sus libros (principalmente La magia del orden), artículos y entrevistas. Para ella, mantener el orden en casa se refleja también en un estado de paz mental y emocional, por lo que es, básicamente, un estilo de vida. Aunque quizás sería más recomendable hablar en términos pretéritos.

En su último libro, El método kurashi: cómo organizar tu espacio para crear tu estilo de vida ideal, la gurú reconoce que está cansada de mantener constantemente el orden. En realidad, lo que parece haber cambiado para ella es su orden de prioridades: con la llegada de su tercer hijo, Kondo prefiere dedicar su tiempo a compartir momentos con su familia. Lo admite sin negatividad ni frustración: «Me he dado por vencida, en el buen sentido para mí. Ahora me doy cuenta de que lo que es importante, para mí, es disfrutar el tiempo con mis hijos en casa». Quienes han sido madres aseguran que la maternidad es un huracán que arrasa con todo, organización incluida, ya que significa afrontar un imprevisto tras otro, tolerar una incertidumbre constante y dejar a un lado cualquier tipo de rigidez.

El ejemplo de Marie Kondo viene a revelar lo que siempre intuimos pero nos cuesta reconocer: es imposible controlar nuestro entorno, muchas veces ni siquiera nuestra propia cotidianidad. En marzo de 2020, todas nuestras agendas perfectamente cuadradas, las citas y convocatorias se fueron a la papelera con la llegada de la pandemia de covid-19.  ¿Es algo demasiado grande? Una enfermedad imprevista, un accidente de tren, una llamada para cubrir la plaza que estabas esperando, una fuga de gas, una caída, un robo durante la noche, esa oferta vacacional de última hora que surge cuando parecía que ya no te ibas a ir a ningún lado. La vida se presenta cambiante y, como tal, nos toca aceptarla. Las herramientas de gestión del tiempo que tanto se han popularizado pueden convertirse en un soporte, sí, pero solo en eso, en un apoyo, no en algo que condicione nuestra existencia. Estamos condenados a vivir en medio de un océano de incertidumbre, aunque nos pese.

Marie Kondo viene a revelar lo que siempre intuimos: es imposible controlar nuestro entorno

Ilya Prigogine, físico belga y Premio Nobel de Química en 1977, ya lo explicó en 1985 a través de su Teoría de las Estructuras Disipativas, más conocida como Teoría del Caos. Prigogine sostenía que cada persona está, por necesidad, en interacción con el contexto que la circunda: lo de adentro conecta con lo de afuera y, a su vez, lo de afuera conecta con lo de adentro. No somos seres aislados. «Vamos de un mundo de certidumbres a un mundo de probabilidades. Debemos encontrar la vía estrecha entre un determinismo alienante y un universo que estaría regido por el azar y por lo tanto sería inaccesible para nuestra razón. En un mundo donde ya no impera la certidumbre, restablecemos también la noción de valor», explicaba. La libertad viene representada por la infinita gama de posibilidades de decidir lo que hacer en todo momento, y es acompañada por la certeza de poder predecir (o estimar) las consecuencias de esas decisiones. Pero no estamos hablando de un artilugio de precisión, y Prigogine lo sabía: «La acepción más corriente de realidad significa una visión determinista y mecánica. Desde este punto de vista no soy realista, ya que no creo que la realidad pueda ser reducida a un mecanismo de relojería, pues de esta manera el universo sería como un autómata».

Lo que el físico reveló es que todo sistema abierto crece en complejidad: la vida, la naturaleza, la sociedad. Se trata de sistemas donde hay choques y fluctuaciones naturales y constantes, lo que genera un intercambio de energía con el entorno. Precisamente por eso se da la posibilidad de lo nuevo. 

Podemos llamarlo coronavirus, despido imprevisto, invitación a una fiesta sorpresa donde conocer a alguien vital, una torcedura de pie que nos hace caer por una escalera o ganar un premio de lotería y morir al día siguiente. La vida es impredecible, aunque quizá para las personas que, por circunstancias sociales y causas estructurales, siempre han convivido con la incertidumbre, esta idea ya venga asumida de serie. El simple hecho de haber nacido en un lugar y no en otro o, sencillamente, haber nacido, ya demuestra que tenemos poco control sobre prácticamente nada. La realidad es azar, y no hay ley que permita ordenar los acontecimientos. 

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