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Flora Tristan

La pensadora pionera de la lucha obrera

La escritora, feminista y líder obrera es una de las figuras más interesantes del siglo XIX. Defendió los derechos de la mujer y reclamó antes que nadie la unión de la clase obrera.

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19
marzo
2025

«¿Se preguntan quién es Flora Tristan? Ya sé que no podré responderles en pocas palabras». Esto confiesa en las primeras páginas de Flora Tristan. Une femme libre su biógrafa Évelyne Bloch-Dano.

Tristan es hoy una suerte de icono, un nombre recurrente que se invoca cuando se hace la lista de las grandes pioneras en la lucha por los derechos de la mujer. «Flora Tristan fue la primera no en luchar por los derechos de la mujer, sino en convertir a la mujer libre en el epicentro de toda su existencia», asegura Bloch-Dano. Sin embargo, fue eso y mucho más. Fue pionera feminista y líder del movimiento obrero. Fue también escritora y cronista y la protagonista de «una vida novelesca» con «episodios misteriosos» y unos cuantos silencios que se quedaron para la historia.

Flora Tristan nació el 7 de abril de 1803 en París. Sus padres se habían conocido un año antes en Bilbao. Su madre, Anne Laisnay, había llegado a la ciudad huyendo de la Revolución francesa. Su padre, Mariano Tristán y Moscoso, estaba allí destinado como coronel de dragones de Carlos IV. Tristán y Moscoso formaba parte de la aristocracia peruana, entonces todavía parte de la corona española (su familia será también parte de la élite del Perú independiente). Su familia era acomodada y rica. Nunca se casó con Anne Laisnay (algo que su hija no supo hasta los 15 años), aunque vivieron como matrimonio en una lujosa casa en París hasta la muerte del coronel en 1808. Con su desaparición, Laisnay y su hija se encontraron en una situación de completa pobreza.

Tristán y Moscoso, el padre de Flora, formaba parte de la aristocracia peruana, pero nunca la reconoció

Fue así como creció Flora Tristan y quizás esto explica que en 1821 se casase con André Chazal, el propietario del taller de litografía en el que trabajaba como colorista. Su biógrafa tiene bastante claro que su madre alentó el enlace en medio de la precariedad económica. El matrimonio fue un desastre. Tuvieron tres hijos: Alexandre (que murió en la infancia), Ernest y Aline (quién décadas después será la madre de Paul Gaugin).

Poco antes del nacimiento de Aline, Flora Tristan huyó del hogar conyugal. Las leyes de la época dejaban a las mujeres casadas sin ninguna clase de derecho, por lo que, como explica Bloch-Dano, Tristan necesitó «un pretexto para partir». Una enfermedad de su hijo mayor le sirvió de excusa para obtener un permiso para dejar el hogar conyugal para llevarlo al campo.

Flora Tristan se refugió luego en el barrio en el que vivía cuando estaba soltera, donde dio a luz a Aline, y desde donde luego desaparecerá, tanto para su marido como para la historia. Tuvo que convertirse en fugitiva. Aline quedó al cuidado de una nodriza y Flora Tristan trabajó como dama de compañía para unas damas inglesas (eso es lo que ella asegurará después ante la justicia, pero no hay rastro documental; su biógrafa especula que posiblemente trabajaba como doncella).

Este período misterioso del que sabemos muy poco duró cinco años y acabó en 1833, cuando se embarcó en Burdeos rumbo a Perú. Quería conocer a la familia de su padre y exigir su parte de la herencia familiar. Económicamente, el viaje no salió cómo Flora Tristan habría esperado. Su condición de hija ilegítima (que ella misma reconoció ante su familia paterna) le daba derechos legales solo sobre una cantidad ínfima de la fortuna de los Tristán y Moscoso.

Sus experiencias viajando sola a otro continente le sirvieron de base para sus ‘Peregrinaciones de una paria’

Sin embargo, el viaje a Perú le cambió la vida. Sus experiencias viajando sola a otro continente le sirvieron de base para sus Peregrinaciones de una paria, que publicó en Francia en 1838 y que fue su pasaporte al mundo cultural de la época. El largo viaje y su estancia de meses en Perú le abrieron los ojos a una visión mucho más amplia de las realidades del mundo. Fue el primer paso para su compromiso político, que reforzará un viaje a Inglaterra en 1839 (sobre el que también escribió y que, como señala Bloch-Dano, la empujó a tomar posiciones más radicales sobre los derechos de los obreros).

Mientras Flora Tristan estaba en Perú, André Chazal la buscaba por Francia de forma obsesiva. Chazal tenía ya la custodia de Ernest, pero quería también la de Aline y el control sobre la escritora. Lo logrará poco después de que Tristan vuelva de Perú, cuando una carta anónima en 1835 le dice dónde vive con su hija.

En los siguientes meses se desarrolla una agria lucha judicial. Tristan intenta impedir que se lleve a Aline, pero la ley está de parte del padre. Los niños no volverán a estar con su madre hasta una denuncia por incesto, refutada tanto por Aline como por Ernest, que lo acusa de abusar de la niña. No se acabaron ahí los problemas: Chazal dispara a Flora Tristan en 1838, dejándola malherida. El matrimonio se convierte en el protagonista de una cause célèbre, uno de esos sucesos cuyo juicio siguen los medios con interés y sobre el que se publican toda clase de contenidos. Chazal fue condenado a 20 años de trabajos forzados y Flora Tristan ya no tendrá que ocultarse entre las sombras para evitar que él la encuentre.

Fue la primera teórica que acuñó la idea de que la clase obrera debería unirse

Los que siguen serán los años de Flora Tristan como personaje público y activa luchadora tanto por los derechos de la mujer como de la clase obrera. Ella fue la primera teórica que acuñó la idea de que toda la clase obrera debería unirse. Sus propias experiencias vitales le hicieron ser especialmente sensible a los problemas sociales: ella misma decía que era «una paria» y señalaba que el proletariado del proletariado eran las mujeres. Publica una novela, escribe para prensa, viaja a Inglaterra para observar las condiciones de vida de la clase obrera y escribe sobre ello e inicia un recorrido por Francia para comprender cómo vive en su propio país el proletariado (y para compartir la importancia de la lucha en común, como señala en La unión obrera). Un torbellino de actividad de unos cinco años.

Agotada por su intenso viaje por Francia y sufriendo de un tifus no diagnosticado, Flora Tristan murió en Burdeos en 1844. Había escrito que quería donar su cuerpo a la ciencia y luego ser enterrada en una fosa común. No se cumplieron sus deseos. El matrimonio Lemonnier, en cuya casa falleció, no solo llamó a un sacerdote para que le diese la extremaunción que no deseaba cuando ya no estaba consciente, sino que además se encargaron de que fuese enterrada en Burdeos, con un monumento funerario que sirviese como punto de homenaje.

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