Sociedad

Ni Reino Unido ni Estados Unidos: Nueva Zelanda fue el primer triunfo del movimiento sufragista

En 1893, la ex colonia británica aprobaba el voto femenino de colonas e indígenas, adelantándose al resto de países del mundo.

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20
agosto
2019
Representación neozelandesa en una manifestación de las sufragistas en Londres en 1910. Fuente: Ministerio de Cultura de Nueva Zelanda

Cuando pensamos en el movimiento sufragista, parece inevitable evocar la imagen de la señora Banks, con las faldas remangadas, explicando entusiasmada su experiencia en un mitin por el voto de la mujer. No es de extrañar: varias generaciones se han criado escuchando una y otra vez a esa combativa militante británica coreando «fiero soldado con faldas soy, y en pos del derecho del voto voy» poco antes de que Mary Poppins haga su aparición en pantalla. En ese primer contacto con el feminismo para muchas niñas y niños, la encantadora Winifred animaba a sus compatriotas a librar una guerra por la igualdad, pero ¿fueron las británicas las que ganaron la primera batalla?

Aunque, en el imaginario popular, las mujeres de Estados Unidos y Reino Unido suelen ser consideradas como las que iniciaron la lucha por el voto femenino, eso no es del todo así. Si bien es cierto que fueron unas pioneras de la lucha en las calles, mucho antes de que Reino Unido –el 6 de febrero de 1918– o Estados Unidos –donde hasta 1920 muchos estados aún negaban el voto a las mujeres– permitiesen a las mujeres votar, Nueva Zelanda se convertía en el primer país soberano del mundo en reconocer el sufragio femenino como un derecho inalienable. El 19 de septiembre de 1893, el gobernador neozelandés Lord Glasgow aprobaba una nueva ley electoral que, tras años de protestas –la primera reivindicación en la isla se hizo en 1869–, permitía a todas las mujeres mayores de edad votar en las elecciones parlamentarias. Se estima que a los comicios tras la entrada en vigor de la nueva ley acudieron a votar el 65% de las mujeres mayores de 21 años.

A los comicios tras la entrada en vigor de la nueva ley acudieron a votar el 65% de las mujeres mayores de 21 años

Los logros de las sufragistas neozelandesas fueron fruto de una intensa campaña liderada por la colona Kate Sheppard, que puso en marcha una serie de peticiones apoyadas por miles de mujeres en 1891 y 1892 y que culminó con una recogida masiva de firmas en 1893, que fueron enviadas al Parlamento. A pesar del origen colonial del movimiento sufragista neozelandés, una de sus principales características es el trabajo, codo con codo, de colonas y población indígena. De hecho, la líder maorí Meri Te Tai Mangakāhia fue un paso más allá de Sheppard y exigió no solo el derecho a voto, sino también el de que las mujeres maoríes pudiesen optar a cargos electos. A pesar de todo, a finales del siglo XIX, a las mujeres neozelandesas les quedaban aún muchas batallas por librar. Poder acudir a las urnas no significó la plena inmersión en la vida política: no fue hasta 1919 cuando consiguieron presentarse a las elecciones, y hasta 1933 cuando la primera parlamentaria, Elizabeth McCombs, llegó a la cámara de Nueva Zelanda.

‘Victoria en Nueva Zelanda’, Women’s Penny Paper, 14 de septiembre de 1893. Fuente: Christchurch City Libraries

La inexistencia de una tradición conservadora arraigada en el país, además de su tamaño y población reducidos, facilitaron que el movimiento sufragista neozelandés se extendiera como la pólvora y triunfara mucho antes que en otros países. En Reino Unido, por ejemplo, el voto femenino no llegó hasta 1918, a pesar de que la petición se había presentado en el parlamento 52 años antes. El secreto del éxito del voto femenino en Nueva Zelanda radicó en el apoyo unánime de la opinión pública a la causa en un país cuya población estaba formada, en su mayoría, por varones. En esa época, en medio de una sociedad colonial en decadencia, las mujeres eran entendidas como miembros muy valiosos, sobre todo por su labor como esposas, madres y brújulas morales. De ahí que las exigencias sufragistas acabaran siendo vistas por los parlamentarios como una manera de crear una sociedad más moral y cívica, sobre todo en un momento en los que había aumentado el número de hombres solteros que recurrían a la prostitución, se emborrachaban y saqueaban las zonas periféricas. Las sufragistas neozelandesas aprovecharon la coyuntura y se comprometieron a que, si se les permitía votar, se encargarían de «poner orden» en la sociedad. Así, los hombres más conservadores se convirtieron en fervientes simpatizantes del movimiento sufragista, a diferencia de lo que ocurriría en otros países.

En Reino Unido, el voto femenino no llegó hasta 1918, a pesar de que la petición se había presentado 52 años antes

Nueva Zelanda puede ser considerada la primera gran victoria del movimiento sufragista (y feminista). Aunque ha pasado más de un siglo, las reivindicaciones que las neozelandesas hicieron entonces no distan tanto de las que realiza el movimiento feminista en la actualidad: detrás del derecho al voto estaban también el fin de la brecha salarial, la prevención de la violencia contra las mujeres, la independencia económica femenina, el derecho a una pensión de jubilación, la reforma de las leyes de matrimonio y divorcio y el acceso a una sanidad y a una educación de calidad, no discriminatoria e igual a la de los hombres. Además, también demandaban la paz y la justicia para todos los habitantes de la isla, sin importar su sexo, etnia o lugar de nacimiento, unas reivindicaciones que, por desgracia y pese al paso del tiempo, aún están por conseguir en otras partes del mundo.

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