Opinión

«La mujer ha de impugnar los roles de género»

Soledad Murillo acaba de ser nombrada secretaria de Estado de Igualdad. Rescatamos una entrevista reciente a esta profesora de la Universidad de Salamanca que impulsó el primer Doctorado de Género.

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12
enero
2018

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De verbo embridado al paso, lucidez exacta, contundente, y discurso aquilatado. Así es Soledad Murillo (Madrid, 1956). Entre 2004 y 2008 fue secretaria general de Políticas de Igualdad durante el Gobierno presidido por Rodríguez Zapatero, de 2009 a 2013 formó parte del Comité CEDAW (Comité Antidiscriminación de la Mujer) de Naciones Unidas, y de 2011 a 2015, concejala del Ayuntamiento de Salamanca por el Partido Socialista Obrero Español. Ahora disfruta de otro modo de lo que ha sido siempre, socióloga, feminista, investigadora. Es profesora titular del Departamento de Sociología y Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Salamanca, donde promovió el seminario de estudios de la Mujer e impulsó el primer Doctorado de Género.

Hoy en día, entre ellos y ellas, ¿podemos hablar de reparto equitativo de tareas?

Mientras la socialización se siga produciendo en términos de roles será muy difícil que el espacio doméstico sea un espacio de reparto de cuidados porque esa asignación de responsabilidad sigue recayendo en la mujer. Y digo responsabilidad porque no es lo mismo llevar al niño al dentista que saber cuándo le toca dentista al niño. Resulta muy difícil romper esa inercia si las propias mujeres no desertamos de ser las primeras responsables del ámbito doméstico. Deserción y todo lo que ello significa: no cumplir con el rol asignado, porque los roles son códigos conocidos por todos, que seas una buena madre, una buena hija, una buena hermana… todo lo que se espera de ti. La mujer ha de impugnar los roles, porque implican deberes que no son propios de las mujeres, y eso implica una deserción.

«En los colegios se conciencia sobre los efectos nocivos del tabaco o los positivos de reciclar, pero no sobre la igualdad»

Es decir, que la ayuda de ellos sigue siendo puntual…

Es justo eso mismo, ellos actúan en términos de ayuda, de favor o de excelencia, quienes viven en la casa (hijos, compañeros sentimentales, etc.) si ayudan lo hacen como un comportamiento excepcional, no como su obligación. Desde hace años, pregunto a mis alumnos, y me doy cuenta de que no deja de ser un modelo que sigue estando vigente en sus casas. En las madres se da una súplica o una queja, pero no una exigencia. Y no compartir las tareas, el cuidado, las responsabilidades, es una falta en la igualdad de trato, una falta de consideración y una falta de respeto.

¿Falla la educación a este respecto?

Por supuesto. En los colegios se conciencia sobre los efectos nocivos del tabaco o los positivos de reciclar, pero no sobre la igualdad, en absoluto. Al hablar de la falta de igualdad o de los problemas de violencia se dice que se soluciona con la educación, bien. ¿Y dónde se educa? Porque esta educación es un mito, y los mitos tienen el papel de retrasar que te confrontes con la realidad y que te pongas en un plano exigente. ¿Quién educa? Si ni siquiera se corrigen algunos aspectos del lenguaje y entre niños se siguen utilizando como insulto términos como ‘nenaza’. Y en la universidad, ¿quién trabaja temas de igualdad? Solo algunas profesoras implicadas. Si los niños han sido capaces de mirar con reprobación a sus padres o familiares cada vez que cogen un cigarrillo, ¿por qué no se ha conseguido que hagan lo mismo cuando sus padres nunca se levantan de la mesa para recoger, por ejemplo? ¿Por qué los niños no se han convertido en los celadores de la igualdad? Porque no se educa. El mito de la educación sustenta la creencia de que no tenemos que tomar medidas en el presente porque la solución dependerá de las siguientes generaciones. Pero no es así.

¿Se ha quedado estrecha, encanijada, la palabra conciliación?

La palabra conciliación es una palabra que, en los años noventa, surgió porque antes hablábamos de ‘responsabilidades familiares’, una expresión que quedaba excesivamente ajena al afecto. Pero hoy, ya hay que hablar de falta de corresponsabilidad, que designa a aquella persona que no se ocupa ni de su propio automantenimiento: una hija que estudia, un hijo que se manifiesta o un padre o compañero que se desentiende… cualquier miembro del hogar que desatiende el cuidado común.

Si esto ocurre en países desarrollados, imagino que en regiones menos prósperas la situación es terrible…

Recuerdo, cuando trabajaba en Naciones Unidas, una discusión frecuente con mujeres inmigrantes que decían que las mujeres europeas las contrataban para explotarlas. Cuidado con este tipo de planteamientos. No es que las mujeres europeas exploten a las mujeres inmigrantes, es que las familias europeas explotan a la mujer que tienen en casa para que, a su vez, la sustituya una mujer inmigrante. Mujer que, a su vez, está pagando con sus remesas a su familia de origen y sostiene a un marido que no puede o no quiere trabajar. Es peligroso simplificar, no es un tema de mujeres que explotan a otras mujeres sino de mujeres explotadas. El problema del acceso al agua en muchos lugares se ha ido solucionando, dentro de un orden, porque es una reivindicación de las mujeres africanas: recorrían kilómetros con un cántaro a la cabeza para obtenerla. Y esta solución no ha sido gestionada en un despacho de Naciones Unidas. En 2015 se hablaba del problema de la mortalidad, y en Davos se concluyó que es que las parteras no se lavaban las manos. Ah, estupendo. Claro, es que la gente que acude a Davos, y que vive como Dios, olvida que el agua potable no es algo universal. En Ecuador no hay agua potable, y es un país más o menos desarrollado. Claro, ellas no se lavan las manos y los niños mueren… es una perversa manera de contar lo que sucede. Las primeras víctimas en plantaciones de soja son mujeres. ¿Por qué ellas son las principales receptoras de los microcréditos que se conceden? Son las cabezas de hogar pero lo invierten todo en la familia y en ellas nada.

El Gobierno acaba de anunciar auditorías salariales en las grandes empresas para lograr la igualdad salarial. ¿Qué le parece esta medida?

La Ley de Igualdad se ha convertido en las empresas en planes de conciliación. Habría que mirar no solo cuántas mujeres hay en las empresas, sino qué tipo de puestos ocupan o qué clasificación profesional tienen. También qué tipo de criterio hay para promocionarse, porque siempre atendemos a la antigüedad, de acuerdo, es un mérito no morirse, pero las mujeres se están preparando mucho, se lo costean ellas, y si faltan un día recuperan tres (por la doble culpabilidad de no estoy en casa cien por cien y en el trabajo tampoco, lo que se suple con una sobrecarga de trabajo). Esto tampoco está medido, lo que se da es una segmentación vertical, ya que las mujeres ocupan, sobre todo, cargos administrativos. Por otro lado, las auditorias de género se contemplan desde el año 90. El Gobierno puede decir lo que quiera pero ¿cuánto invierte en igualdad? ¿Cuánto ha rebajado el presupuesto que se destinaba a ella? Estos son los indicadores. Si un ministro va a hacer un viaje, el de Exteriores o el de Industria, de cualquier gobierno, ¿cuántas empresarias se lleva como invitadas? Al fin y al cabo, estos viajes son comerciales. Este tipo de medidas también deberían de aplicarse ya. No creo que las empresas vayan a aplicarlo, si no hay un distintivo de calidad o unos incentivos de la Administración pública (en la Ley de Igualdad se estipulaba que la Administración pública contratara preferentemente a aquellas empresas que tuvieran una igualdad de oportunidades efectiva, aunque ese artículo no se ha aplicado). ¿Qué hizo el PP al llegar al poder? Quitar los cuatrocientos euros que recibían las mujeres que estaban cuidando a mayores, que dejaron así de cotizar.

Cuando una mujer llega a un ámbito de poder, ¿se advierte que es mujer en su modo de proceder?

A mí me parece fantástico que haya presidentas del Gobierno, por ejemplo, siempre que sepan que son mujeres. Es decir, siempre que sean conscientes de que son mujeres en términos de que no están ahí por sus propios méritos, sino porque antes de ellas ha habido mujeres que han luchado y que han pagado peajes emocionales y personales importantes para que en los ámbitos de decisión de poder haya representación de las mujeres. Si hay una presidenta o un presidente me importa menos que las políticas públicas de igualdad que se apliquen. Pienso en la expresidenta de Senegal, Aminata Touré, una ingeniera que ha hecho cambios en su país que han beneficiado no solo a las mujeres sino a la redistribución y utilización racional de los recursos naturales, sobre todo en el acceso al agua, pero otras presidentas no han funcionado como tales, no han sido conscientes de que las políticas públicas de igualdad redundan en toda la población.

¿Cuáles son los costes económicos de la desigualdad?

Son enormes. Medir los costes es muy fácil, coges la Encuesta de Población Activa y compruebas que el 78% de las mujeres que se retiran del mercado de trabajo lo hacen por motivos de cuidado. Retirarse del mercado de trabajo supone que la mujer deja de percibir un salario, lo cual supone en términos de espacio privado una menor independencia y una menor capacidad de pacto en cuanto a la convivencia, además de mermar la capacidad de sufragar gastos como la educación de sus hijos, por ejemplo. Es solo un ángulo del coste económico de la desigualdad. La Fundación Alternativas y los directores y gerentes de los Servicios Sociales han cuantificado los daños que se producen cuando no se aplica la Ley de Dependencia. Si el Gobierno se comprometiera con el bienestar social en términos de cuidado aumentaría el empleo en seiscientos mil puestos de trabajo. No se trata solo de residencias, de ayudas a domicilio, sino de alguien que te pregunte cómo estás, porque el coste emocional es difícil de cuantificar, pero existe.

Pero, ¿cómo es posible que estando demostrado que ellas son más eficaces que ellos en términos laborales no tengan ese reconocimiento dentro de las empresas?

En términos de empresa, hay que preguntar si contratan personas con tiempo o personas con talento. Porque personas con tiempo son varones, ya que delegan el cuidado en su madre, hermana, su pareja, amante ocasional, etc. Sí, está demostrado en términos estadísticos que los resultados de las mujeres son mayores. Hay sociólogas, periodistas, médicas, juezas… ¿qué hacemos con ese talento? Despilfarrarlo, porque hay un perjuicio con respecto a los compromisos de cuidado y de tiempo que concierne, de momento, solo a las mujeres. Los planes de igualdad estaban pensados para recuperar talento en las empresas. Pero, ¿a las mujeres se les reconoce en términos de promoción de remuneración? Esa es la pregunta. O mejor deberíamos preguntarnos: ¿existe democracia en las empresas?

«Que haya una presidenta o un presidente me importa menos que las políticas públicas de igualdad que se apliquen»

Los estudios más optimistas hablan de que en cien años podremos hablar de una igualdad efectiva. ¿De veras hay que esperar tanto?

No solo se trata de hacer estudios para poner fechas, para poner cifras al coste de la desigualdad, sino en trabajar. Por ejemplo, vigilar con celo si hay apropiación de oportunidades, en los premios literarios, por ejemplo. Mira, si en la comisión creada por el Congreso para los actos conmemorativos de la Constitución hay siete mujeres y treinta y dos hombres… ¡Ni siquiera ha sido invitada la Red de Mujeres Constitucionalistas, una red de catedráticas y expertas en Constitución! Eso es una apropiación de oportunidad y nuestro deber es denunciarlo. No queremos gestos típicos de Versalles, como proponer un pacto contra la violencia de género o auditorías de género en las empresas, pero en la práctica recortar al máximo el dinero que voy a emplear en estas medidas. Pedimos controles institucionales. Por ejemplo, para que el juez que lleva el caso de la manada no pueda decir impunemente esas barbaridades. Sustitución por maternidad. ¿Cuánto pagan a un inspector de trabajo cuando descubre discriminación por no sustitución por maternidad? Nada, porque no es un objetivo remunerado. Pero sí lo es descubrir que tienes trabajando de manera ilegal a una persona.

¿Cuál es el gran obstáculo para la igualdad real?

La igualdad tiene dos problemas. Uno, que está asociada a que somos un colectivo cuando la realidad es que somos la mayoría de la población, lo cual es una tergiversación del concepto. Dos, el lenguaje. Si tú hablas de que «las mujeres tienen problemas con la conciliación», resulta que el modo en que empleas el lenguaje la sitúa a ella como si el problema fuera inherente a ella, parece que no se organiza. Y la mujer no es el problema, es la solución. La solución a todos los que viven con ella. Y, además, aporta recursos emocionales. Ella sostiene el ecosistema emocional de la familia.

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