Ocean Citizen
El viaje hacia la recuperación de los fondos marinos
En los fondos marinos se encuentran hábitats cruciales, como los arrecifes de coral o los pastos marinos, que son el hogar de miles de especies que necesitan de un equilibrio para poder sobrevivir.
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Las ciudades suelen mirarse al espejo de su entorno terrestre, pero pocas veces dirigen su atención hacia el mar, un espacio vital que sostiene el equilibrio del planeta. El océano es el pulmón de la tierra, ya que proporciona más de la mitad del oxígeno que respiramos, y regula el clima a través de sus corrientes marinas y su capacidad de absorber el 90% del calor solar. Su capacidad de regeneración es mucho mayor que en tierra, albergando miles de especies, muchas de ellas todavía desconocidas. Sin embargo, esta imprescindible constelación de ecosistemas sufre cada vez más los efectos del cambio climático, acelerándose su pérdida de biodiversidad y su capacidad de funcionar de una forma correcta.
Uno de los elementos más afectados por estas amenazas es el bentos marino, o sea, los hábitats que componen el suelo marino. En los fondos marinos se encuentran hábitats cruciales, como los arrecifes de coral o los pastos marinos, que son el hogar de miles de especies que necesitan de un equilibrio para poder sobrevivir. Al deteriorarse estos hábitats se pierde la capacidad de proporcionar refugio y sustento a muchas especies marinas, afectando en el equilibrio del océano. Todos los impactos que degeneran al océano amenazan la salud de nuestro planeta y por tanto nuestra propia supervivencia.
En este contexto, desde Underwater Gardens International (UGI) hemos enfocado nuestros esfuerzos en desarrollar sistemas que fomenten la regeneración de ecosistemas marinos, ayudando a los procesos de conservación a acelerar a repristinar su funcionalidad. Los SER® y su distribución en el espacio nos están permitiendo recuperar el equilibrio de los hábitats marinos. En este proceso, hemos observado los diferentes estadios de colonización de las comunidades bentónicas, y queda claro que estos procesos no solo reflejan la resiliencia de los ecosistemas marinos, sino que también brindan importantes lecciones sobre equilibrio, adaptación y sostenibilidad.
Todo comienza incluso antes de que los organismos vivos lleguen al sustrato. Las estructuras sumergidas primero absorben moléculas y sustancias del agua, creando un entorno químico que influye en las futuras etapas de colonización. Tras estas interacciones fisicoquímicas del sustrato, fundamentales en los primeros estadios de colonización, se crea un biofilm que es el que promueva una u otra especie y, sobre todo, acelera (o no) el proceso. Por tanto, la elección de los sustratos dará paso a estos primeros organismos que son fundamentales para garantizar el éxito de la comunidad biológica que está por venir.
Del biofilm a la complejidad ecológica
La primera etapa tangible del proceso es la formación de la película primaria o biofilm, una capa inicial de material orgánico vivo compuesto por bacterias y algas microscópicas que sirve como base para la colonización futura. Aunque algunos podrían subestimar su relevancia, esta fina película actúa como una especie de «señal» química que atrae a organismos marinos específicos, desde algas más complejas hasta gusanos marinos, hidrozoos y otros organismos de crecimiento rápido. Poco a poco pasamos de algo muy simple (el biofilm), hasta un sistema más estructurado que empieza a conformar estructuras más complejas.
Las bacterias, protozoos, microalgas y otros organismos diminutos juegan un papel crucial en la formación de una comunidad más robusta. Su llegada demuestra cómo los pequeños elementos de la vida marina forman los cimientos sobre los que se asientan ecosistemas complejos.
La diversidad del ‘macrofouling’ y el clímax ecológico
El verdadero despliegue de diversidad comienza con el macrofouling, un proceso que se divide en dos etapas claras. En la primera, especies de rápido crecimiento como hidrozoos, algas carnosas y calcáreas, briozoos, poliquetos o anémonas colonizan el sustrato. En la segunda, aparecen organismos de desarrollo lento, como esponjas, corales o ascidias, que aportan estabilidad y complejidad estructural. Cuanto más longevos sean esos organismos, mayor será su capacidad de albergar otras especies como peces, moluscos, crustáceos o equinodermos.
Finalmente, el ecosistema alcanza el estado de clímax, donde se establece una comunidad equilibrada y diversa. Este momento puede tardar décadas en materializarse, pero una vez logrado, las relaciones entre las especies se vuelven más complejas y estables, permitiendo una coexistencia en armonía.
Todo este proceso de colonización en el bentos nos recuerda que el tiempo y el respeto por los ritmos naturales son esenciales para alcanzar la sostenibilidad. Es algo que pasa también en los bosques terrestres, una sucesión de factores que llegan a revertir en la madurez del sistema que consigue albergar mayor biodiversidad. Nuestra tecnología propia demuestra que la intervención humana, cuando se hace de manera planificada y respetuosa, basada en un protocolo científico probado, puede convertirse en una herramienta clave para fomentar la regeneración de los ecosistemas marinos. Estamos consiguiendo recuperar hábitats marinos que favorecen el desarrollo de una rica biodiversidad y fortalecen la resiliencia del entorno.
La evolución de nuestros biotopos nos inspira a pensar en un futuro donde el ser humano no sea un invasor del mar, sino su aliado. Cada fase del proceso, desde el biofilm hasta el clímax, nos muestra cómo la naturaleza encuentra su camino hacia el equilibrio cuando se le brinda espacio y tiempo. Desde Underwater Gardens International (UGI), reafirmamos nuestro compromiso con la protección y restauración de los ecosistemas marinos, porque creemos que el futuro azul del planeta comienza hoy, bajo la superficie.
Sergio Rossi es biólogo y director científico y coordinador de Underwater Gardens International
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