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Microplásticos, cloro, metales pesados y los apodados «químicos eternos»

Tu agua bajo el microscopio

Vivimos tiempos en los que la confianza en el agua que consumimos, tanto del grifo como embotellada, está siendo objeto de creciente escrutinio.

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28
julio
2025

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Vivimos tiempos en los que la confianza en el agua que consumimos, tanto del grifo como embotellada, está siendo objeto de creciente escrutinio. En las últimas semanas, varios estudios han vuelto a poner sobre la mesa un hecho preocupante: el agua que bebemos puede contener contaminantes invisibles que, lejos de ser inocuos, plantean riesgos potenciales para nuestra salud. Entre ellos, la principal preocupación reside en los microplásticos, pequeñas partículas que se depositan en nuestro organismo, a través del torrente sanguíneo. Además, diversos estudios científicos han demostrado que estos pueden atravesar las membranas celulares y acumularse en órganos como el hígado, los intestinos, el cerebro, los testículos e incluso la placenta, generando inflamaciones, alteraciones hormonales y afectaciones al sistema inmunológico.

Solo un dato: se estima que entre 10 y 40 millones de toneladas de microplásticos se liberan al medio ambiente cada año, una cifra que podría duplicarse para 2040. Pero ¿cómo llegan estos microplásticos a nuestro cuerpo? Los científicos parecen tener la respuesta: a través de los alimentos, el aire y el agua potable. Asimismo, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), aunque el 99,5% del agua del grifo en España cumple con los estándares legales de calidad, esto no implica que esté libre de microplásticos. De hecho, la propia OCU detectó una media de 0,0125 partículas por litro en agua del grifo y hasta 0,7 partículas por litro en el agua embotellada. Esta diferencia es aún más preocupante si consideramos que un análisis reciente de la Universidad de Columbia y Rutgers (2024) reveló que hasta el 90% de las partículas presentes en el agua embotellada son en realidad nanoplásticos, de tamaño aún más pequeño y con mayor capacidad de penetrar en el organismo.

Se estima que entre 10 y 40 millones de toneladas de microplásticos se liberan al medio ambiente cada año

Pero los microplásticos no son los únicos protagonistas de esta amenaza invisible. Se suman los llamados contaminantes emergentes, como los PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas), apodados «químicos eternos» por su persistencia en el medio ambiente. Estos compuestos, presentes en múltiples productos industriales y de consumo, han sido relacionados con enfermedades hepáticas, infertilidad y ciertos tipos de cáncer. También el cloro, aunque necesario para la desinfección del agua potable, puede afectar negativamente al sabor y al olor del agua del grifo, provocando que muchos consumidores opten, de forma equivocada, por alternativas embotelladas. Esta realidad hace necesaria una reevaluación de nuestras fuentes de hidratación. Pero, ¿cuál es la mejor opción?

La hidratación del futuro

Frente a este panorama, la filtración doméstica emerge como una de las soluciones más efectivas y sostenibles. Y es que un estudio de 2019 ya señalaba que consumir esta en lugar de embotellada podría reducir la ingesta anual de microplásticos de 90.000 a apenas 4.000 partículas.

La elección del agua filtrada tiene un impacto más allá del ámbito de la salud. Desde una perspectiva ambiental, es un gesto poderoso. Un solo filtro puede durar hasta 12 meses o filtrar 1.200 litros, lo que equivale a evitar el uso de unas 800 botellas de plástico de un solo uso. En un país como España, donde cada año se generan alrededor de 1,6 millones de toneladas de residuos de envases domésticos, de los cuales más de 700.000 son plásticos (Ecoembes, 2024), el cambio de hábitos es urgente.

Por otro lado, desde el punto de vista económico, el ahorro es palpable. Aunque la inversión inicial en un sistema de filtrado pueda parecer elevada, el coste por litro de agua filtrada resulta hasta 10 veces inferior al del agua embotellada. En un contexto de inflación sostenida, esta diferencia permite a los hogares liberar recursos para otras necesidades y reducir su dependencia de productos desechables.

Apostar por un sistema de filtración avanzado no es solo una decisión práctica, sino un acto de responsabilidad. Un pequeño gesto cotidiano que se traduce en un gran impacto colectivo. En definitiva, se trata de replantear la forma en la que nos hidratamos y de tomar el control sobre lo que consumimos.


Alexander Provins es general Manager de Tappwater

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