De la misofonía y los sonidos que trastocan
El ruido es, sin duda, uno de los males del tiempo actual. Pero existen sonidos no necesariamente ruidosos que provocan severos daños a determinadas personas, las que sufren de misofonía.
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Aviones que surcan los cielos sin descanso, intensidad del tráfico rodado, exceso de obras de construcción o acondicionamiento en calles y edificios, música atronando en cada esquina, griterío en parques y plazas e incluso el sonido de decenas de smartphones que emiten sin descanso pequeños clips y conversaciones ajenas. Quien habita cualquier ciudad, tarde o temprano, acaba sufriendo ese exceso de ruido que conforma lo que se ha dado en llamar contaminación acústica. El ruido es molesto, queda fuera de toda duda, y puede acarrearnos severos problemas de salud física y psicológica. Pero hay un tipo de sonidos que quizás no nos parezcan molestos pero que muchas personas sufren de manera extrema. El sonido que provoca alguien mientras mastica o mientras golpetea una mesa con los dedos, el ladrido de un perro, el gotear de un grifo, el tono del teclado de un teléfono, el tic tac de un reloj o los bostezos en serie pueden suponer, para quienes sufren de misofonía, un verdadero tormento.
El término misofonía lo acuñaron en el año 2000 los otorrinolaringólogos estadounidenses Pawel y Margaret Jastreboff, y proviene del griego mísos (aversión) y foné (sonido). Los especialistas lo catalogaron como un desarreglo neurológico que provoca a quien lo sufre una severa intolerancia a determinados sonidos, si bien es cierto que aún no se ha reconocido oficialmente como un trastorno psiquiátrico. En ocasiones, suele confundirse con la hiperacusia, que supone una elevada sensibilidad al sonido, pero a cualquier sonido. En el caso de la misofonía, solo determinados ruidos son los causantes del malestar de quien la sufre.
Diversos estudios al respecto apuntan a que se trata de un problema localizado en el sistema nervioso central y su manera de interpretar los sonidos. Al estar conectado con el sistema límbico, que gestiona las emociones, el oído puede percibir sonidos cuya asociación emocional los hace desagradables. Algunos estudios médicos vinculan la misofonía a la asociación de determinados sonidos con situaciones de alto estrés vividas en el pasado, e incluso con traumas sufridos durante la infancia.
Los sonidos misofónicos pueden ir desde el tic tac de un reloj al goteo de un grifo
No existe quórum en el ámbito científico respecto al origen de la misofonía. Pero sí se apunta a diversos factores que pueden provocarla, como la hipersensibilidad sensorial, el componente genético, la poca resistencia al estrés e incluso alteraciones de la salud mental como el trastorno obsesivo compulsivo, la depresión o la ansiedad.
Así, los sonidos misofónicos no tienen que ser necesariamente ruidosos. En las consultas de otorrinolaringología los pacientes que lo sufren expresan las reacciones de ira o miedo que les provoca el escuchar a alguien roncar, el timbre de llamada de un teléfono o el sonido del limpiaparabrisas de su automóvil. Ninguno de estos sonidos ha de ser necesariamente bullicioso, pero su aparición y repetición puede llevar a las personas aquejadas de misofonía a estados de alteración de gravedad más o menos intensa.
La realidad es que los efectos de la misofonía son altamente perniciosos, y desencadenan en quienes la sufren reacciones emocionales y fisiológicas de gran intensidad. Las personas aquejadas de misofonía pueden sufrir una severa ansiedad ante la preocupación de vivir situaciones en que aparezcan esos sonidos que consideran hostiles. Reaccionan con enfado cuando ocurren y la tensión que les genera puede derivar en un incremento del ritmo cardíaco. Estas reacciones son involuntarias, por lo que sitúan a estas personas en una situación de indefensión ante las mismas.
Y son evidentes los impactos que dicha dolencia puede tener en la vida social de quienes la padecen. En primer lugar, al tratarse de algo poco usual, suele encontrarse con la incomprensión por parte del entorno social. Además, por miedo a que los sonidos vuelvan a aparecer, suelen cancelar reuniones sociales de todo tipo, favoreciendo, de este modo, el aislamiento.
Al no estar claramente identificado el origen de la misofonía, no existe un enfoque único a la hora de tratarla. En la actualidad se utilizan, con intención de erradicarla, desde terapias orientadas a la meditación y el control del estrés, hasta otras basadas en la apreciación del sonido o el ingreso en grupos de apoyo.
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