MUJERES EN LA ANTIGÜEDAD
La venganza de Pandora
Durante siglos, la historia del mundo antiguo se ha contado a través de reyes, conquistadores y señores de la guerra. En ‘La venganza de Pandora’ (Crítica, 2024), la clacisista inglesa Daisy Dunn le da un vuelco a esa tendencia y rescata del olvido a las mujeres que también marcaron el curso de la historia.
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La trascendencia de las contribuciones femeninas al mundo antiguo va más allá de las aportaciones de algunas mujeres extraordinarias. Todas ellas juntas participaron en la construcción de la Antigüedad tal y como la conocemos. En este sentido, fueron artífices de la historia. También es justo representárselas de este modo colectivo dado que muchas de ellas murieron sin poder dejar rastro alguno en el mundo. Fueron millones las que fallecieron al dar a luz y desaparecieron sin que sus nombres quedaran grabados en piedra. En el siglo V a. C., Pericles dijo que «será grande la [reputación] de aquella [mujer] cuyas virtudes o defectos anden lo menos posible en boca de los hombres». Lo cierto es que así fue en la mayoría de los casos y, por tanto, estas mujeres se perdieron para la historia.
Incluso las que figuran documentadas en las fuentes literarias e históricas tienden a verse relegadas a un segundo plano y a ser caracterizadas de forma insidiosa. Muy a menudo, se las describe como entrometidas en los asuntos masculinos, como pandoras maliciosas, les femmes à chercher. Por el contrario, para describir a las honradas se empleaban palabras latinas que no necesitan traducción: modestia, pudicitia, castitas, pietas. Puede que estas virtudes no susciten mucho entusiasmo en la mujer moderna, pero si solo se presta atención a las rebeldes, se corre el riesgo de pasar por alto a algunas de las más fascinantes protagonistas de la historia. En ocasiones, fue precisamente gracias a que respondían a este patrón que algunas pudieron alcanzar la inmortalidad. Decir de cualquiera de ellas que «no se comportaba como una mujer» podía ser el mayor de los cumplidos y el más grave de los insultos.
Los historiadores de la época clásica daban prioridad a las hazañas de los hombres frente al trabajo en el telar de sus esposas e hijas y es habitual que quienes estudian esta época en la actualidad hagan lo mismo. Tengo muchos libros sobe el mundo antiguo en mis estanterías y, a pesar de que cada uno afirma ser «épico», «amplio», «definitivo» y «extraordinario», hay que decir que lo que son en realidad es ineludiblemente androcéntricos. La «historia» de la Antigüedad es un relato de guerreros, conquistadores y reyes barbudos, autoritarios e imbuidos de un poder que no aceptaba un no por respuesta. Para intentar revertir esta tendencia se podría hilvanar una colección de capítulos sobre Cleopatra, Boudica y otra media docena de mujeres menos conocidas, pero el resultado estaría muy lejos de ser una historia completa.
Muy a menudo, a las mujeres que figuran en fuentes literarias e históricas se las describe como entrometidas en los asuntos masculinos, como pandoras maliciosas
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Lo cierto es que muchas de ellas son sombras. En la actualidad, tan solo perduran en unas pocas frases o en unas líneas esculpidas en algún fragmento de mármol. No faltará quien afirme que no tiene sentido escribir sobre alguien de quien se sabe tan poco. Pero siempre me ha parecido mal abandonar a una persona en el polvo y el olvido por el mero hecho de que otros la juzgaron anodina en su momento. Es cierto que hay personajes de la historia que deben su pervivencia tan solo a la suerte, pero en muchos otros casos ha sido algo hecho a propósito. El hecho de que tantas y tantas mujeres hayan desaparecido sin dejar rastro no es una mera casualidad. Al contrario, los hombres que escribieron la inmensa mayoría de las fuentes que se conservan las excluyeron sin más de sus narraciones, porque a sus ojos carecían de importancia.
Podemos rescatar a algunas de ellas de la Antigüedad y hacer que cobren cuerpo hasta cierto punto, sobre todo de la época romana, cuando el menor atisbo de impudor atizaba las plumas de cualesquiera escritores que estuviesen de moda en ese momento. En cambio, hay otras que permanecerán para siempre evanescentes e indefinidas. No se las puede traer de nuevo a la vida, pero su existencia aún puede ser tenida en cuenta, recordada y empleada para narrar la historia del mundo que contribuyeron a crear.
Este texto es un fragmento del libro ‘La venganza de Pandora. Una historia del mundo antiguo a través de las mujeres‘ (Crítica), de Daisy Dunn.
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