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Julio Verne, el padre de la ciencia ficción

El autor de títulos tan célebres como ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’ o ‘Viaje al centro de la tierra’ sentó las bases para la creación literaria de ciencia ficción.

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01
septiembre
2025

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Si la vida fuese estática y lineal, Jules Gabriel Verne –conocido en los países hispanohablantes como Julio Verne– habría acabado sus días en un bufete de abogados que probablemente llevaría su nombre. El de su padre, en realidad. Sin embargo, hoy, 120 años después de su muerte, el mundo de la literatura universal puede dar las gracias a la determinación de quien acabó siendo uno de los autores más leídos y traducidos de todos los tiempos.

Nacido en Nantes (Francia) el 8 de febrero de 1828, Verne nunca claudicó en su empeño de dedicarse a las letras. Una vocación que impuso a pesar de los obstáculos y las imposiciones de su progenitor. Pierre Verne quería que su hijo, el mayor de los cinco que tuvo con su mujer, Sophie Allotte de la Fuÿe, siguiera sus pasos en la abogacía. En efecto, este se sacó la carrera de Derecho en París, pero se negó a ejercerla, motivo suficiente para que su padre le retirara la financiación con la que sobrevivía. Pasó penurias el joven escritor antes de alcanzar el éxito, sin dinero para alimentarse, como le relató a su madre en una carta a la que hace alusión David Mayor Orguillés en su biografía.

Un adelantado de su tiempo, Julio Verne plasmó metódicamente sus sueños en sus novelas, bajo el nombre de ciencia ficción. El francés intuyó otros mundos, formas de viajar asombrosas, epopeyas que se creían impracticables a lo largo y ancho del mundo. De una imaginación desbordada, los relatos de Verne fueron ensoñación en primera instancia, para, siglos más tarde, convertirse en una realidad pasmosa y en el germen de posteriores desarrollos.

‘Viaje al centro de la Tierra’ (1864) y ‘La vuelta al mundo en ochenta días’ (1873) son algunas de sus obras principales

Sucedió con el Nautilus, el sumergible comandado por el capitán Nemo que aparece en la novela Veinte mil leguas de viaje submarino, publicada en 1869. Si bien Verne no inventó el artilugio (el primer submarino operativo del mundo data de 1620 y se le atribuye al ingeniero neerlandés Cornelius Drebbel), la minuciosidad con la que detalla en su obra el funcionamiento de la máquina dio luces para futuros diseños, prototipos reales.

En París, conoció a quien sería uno de sus valedores clave, Alexandre Dumas padre. Cuenta el periodista Juan Antonio Cebrián en uno de los episodios de su podcast Pasajes de la historia, que los dos escritores se tropezaron antes de una reunión de pensadores y se enfrascaron en una discusión sobre cómo se debe preparar la tortilla nantesina. A partir de aquel encuentro, Dumas, que ya era una autoridad de las letras gracias a la publicación de obras como El conde de Montecristo o Los tres mosqueteros ayudó al joven Verne a publicar algunos cuentos y relatos cortos y le consiguió un trabajo en el Teatro Nacional de la capital gala.

Debió pasar algo más de una década para que Verne se topara con quien, probablemente, se convertiría en el hombre más influyente de su vida literaria, Pierre-Jules Hetzel. En 1863, el escritor publica Cinco semanas en globo, el primero de los sesenta relatos que conforman la serie Viajes extraordinarios, que le valió un contrato con la editorial del prestigioso editor y cuya divulgación se extendió durante 40 años. Hetzel no solo fue el impulsor de la obra de Verne, también se le confiere el importante papel de guiarle en la creación de sus novelas y en asegurarse de que el contenido fuera atractivo para su venta. De su alianza surgen títulos tan célebres como Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1869) y La vuelta al mundo en ochenta días (1873).

Hetzel vio en Julio Verne a la gallina de los huevos de oro y no se equivocó. De acuerdo con Cebrián, el editor le obligaba a escribir tres novelas anuales, para las que su autor estrella «se documentaba como nadie». Así, el primero se aseguró una producción literaria constante y provechosa en términos económicos y el segundo nunca más pasó hambre.

En cuanto a su vida personal, el denominado padre de la ciencia ficción (credencial que comparte con H.G. Wells) se casó con Honorine Hebe du Fraysse de Viane. La pareja tuvo un único descendiente, Michel Verne, que trató de imitar al padre como escritor, sin mucho éxito. Julio Verne pasó sus últimos años en la apacible localidad de Amiens, en el norte de Francia, donde se trasladó para escapar de la frenética París y donde murió, enfermo de diabetes, en 1905, a los 77 años.

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