Innovación

Inteligencia Artificial y campañas electorales algoritmicas

En un futuro muy próximo, las campañas que no utilicen la Inteligencia Artificial serán cada vez más caras y en su eficacia será más importante la tecnología que las propuestas y los candidatos.

Artículo

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
16
enero
2025

Artículo

En las campañas electorales para diferenciarse de los adversarios, destacando las fortalezas propias y las debilidades ajenas, se ha recurrido históricamente al uso de distintas técnicas y tecnologías. La radio en los años 20, el cine en los 50, la televisión en los 60, Internet a finales de los 90 o las redes sociales en la primera década del siglo son ejemplos de como el uso electoral de estas tecnologías, una vez introducidas por algunos pioneros, pasaba a normalizarse.

El fenómeno se está repitiendo con el uso de la Inteligencia Artificial. El conjunto de técnicas de procesamiento del lenguaje natural y el aprendizaje automático y la automatización de algunos procesos, a través de los algoritmos, está transformando la dinámica de las campañas electorales. En un futuro muy próximo, las campañas que no utilicen estas técnicas serán cada vez más caras y menos eficaces y el efecto imitación, que provocará su generalización, terminará convirtiendo las campañas electorales en una guerra entre tecnologías, en la que la eficacia de las mismas puede resultar más importante que propuestas y candidatos, esenciales para que podamos seguir hablando de democracia.

Aunque no es descartable su utilización para fortalecer la democracia, su irrupción se produce en un momento en el que las amenazas tecnológicas se presentan como una preocupación creciente para la democracia y que la IA también puede utilizarse para amplificar estos riesgos. Así se ha demostrado en elecciones celebradas en el último año en países como Eslovaquia, Pakistán, India, México, o Estados Unidos.

Su uso facilita la difusión estratégica y coordinada de desinformación, a través de estrategias de infoxicación, que buscan colapsar la agenda informativa, la creación de fuentes informativas (pseudomedios) o perfiles sociales automatizados que participan en el debate público para reforzar determinadas ideas o atacar otras con técnicas como el astroturfing. También permite alterar el contenido de la información, e incluso generar contenido de cero, tergiversando la realidad y ofreciendo una imagen falsa de la misma.

Su uso facilita la difusión estratégica y coordinada de desinformación, a través de estrategias de infoxicación

También favorecen estas técnicas prácticas como la microsegmentación, automatizando la captación de datos, su procesamiento, la generación de contenido y su distribución, permitiendo un profundo conocimiento incluso del subconsciente que permite influir en el comportamiento de las personas, a través de la explotación de debilidades, creencias y prejuicios. La IA, en combinación con otras tecnologías digitales, perfila el marco general de ideas y opiniones que llegarán a cada usuario, diseñando así la ventana a través de la cual contemplamos el mundo y contribuyendo al auge de un mundo fragmentado, que favorece el aislamiento, la polarización, la desestabilización y la instigación del conflicto, a través de la promoción de contenidos polarizadores, radicales o extremistas que pueden llegar a desembocar en prácticas de acoso, discriminación y violencia política, que pueden explotarse con fines políticos de manera sistemática para coordinar este tipo de ataques (con el uso de bots), y acosar a candidatos de grupos minoritarios y socialmente vulnerables.

El uso de técnicas de IA amenaza también la igualdad de oportunidades, especialmente grave durante un proceso electoral, generando procesos de exclusión y censura situando a competidores directos en ventaja o desventaja, en función de factores externos como los algoritmos empleados o las decisiones de moderación de contenidos, que de manera automatizada llevan a eliminar o reducir su visibilidad, e incluso a cancelar cuentas, grupos y canales. Por último, y como consecuencia de lo anterior, estas técnicas no cuentan, en la actualidad, con suficientes controles facilitando acciones tecnológicas indetectables o imperceptibles que pueden comprometer los procesos electorales sin poner en peligro a sus autores. Esta imposibilidad de control pone en situación de superioridad a los propietarios de estas tecnologías, con un papel relevante en el ecosistema informativo electoral, frente al que las instituciones públicas presentan limitaciones técnicas prácticamente insalvables, y una incapacidad de hacer cumplir sus disposiciones en un espacio virtual, que se resiste a someterse a las legislaciones nacionales, lo que provoca una auténtica dependencia de las grandes plataformas.

El papel decisivo de los algoritmos opacos y sesgados de los sistemas de recomendación fagocita el núcleo de la agenda política

Se inaugura así una nueva etapa en la historia de las campañas electorales, la de las elecciones algorítmicas. Los sistemas de Inteligencia Artificial reconfiguran la esfera pública, cada vez más fragmentada, inducida, falsificada e irreal, disminuyendo su racionalidad y su naturaleza libre e informada. Resucitan deformaciones y desigualdades, afectando al modo en que la información circula y llega a la sociedad. El papel decisivo de los algoritmos opacos y sesgados de los sistemas de recomendación fagocita el núcleo de la agenda política, creando cámaras de eco que alimentan burbujas identitarias, intensificando el sectarismo y la intolerancia ideológica y favoreciendo la normalización de campañas negativas, discursos de odio y alimentando la radicalización.

El conjunto de estas prácticas puede afectar la transparencia y la equidad de las elecciones, comprometiendo principios básicos como la libertad del voto y el voto informado, que, recientemente ha sido reivindicado por la Comisión de Venecia, e incluso ha sido utilizado por el Tribunal Constitucional de Rumanía como principal argumento para anular una elección. Pero lo más grave es sin duda la erosión de la confianza. Cuando la reacción primaria ante la información recibida es la sospecha, desaparece una de las condiciones mínimas para el diálogo indispensable para la existencia de la democracia.


Rafael Rubio es catedrático de derecho constitucional en la Universidad Complutense

ARTÍCULOS RELACIONADOS

El algoritmo extremista

Raquel C. Pico

¿Están los algoritmos de YouTube empujando a sus usuarios a la radicalización?

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME