Iniciativa Española Empresa y Biodiversidad
¿Y si dialogáramos con la naturaleza?
Durante décadas, el medio ambiente ha sido el gran ausente en la conversación sobre el progreso, dado que el desarrollo económico se entendía como una carrera sin límites, y su deterioro como un precio inevitable. Hoy, esa narrativa empieza a cambiar: empresas, gobiernos y ciudadanía comprenden que no hay crecimiento posible en un planeta exhausto.
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Si pudiéramos sentarnos a hablar con la naturaleza, ¿qué nos diría? Quizás nos recordaría que todo cuanto producimos, desde el desayuno de la mañana hasta los materiales que construyeron nuestra ciudad, nace de su generosidad. Quizás nos recordaría que, además, regula el clima, filtra el aire, fertiliza el suelo y poliniza los cultivos, entre sus muchísimas funciones. Y que, aunque rara vez la invitamos a la mesa donde se toman decisiones sobre el futuro del planeta (y la humanidad que vive en él), su voz es imprescindible tanto para el desarrollo económico como para la conservación ambiental.
Durante buena parte del siglo XX, estos dos conceptos, economía y conservación, se han visto como objetivos contrapuestos. Prueba de ello es que las políticas públicas y las estrategias empresariales se organizaron bajo la falsa dicotomía de que la naturaleza era el coste que había que pagar por el progreso. No obstante, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la inestabilidad económica han dejado al descubierto que el progreso sin límites naturales no es sostenible, ni siquiera rentable. En este sentido, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha mostrado en varias ocasiones que se está «destruyendo la biodiversidad a un ritmo sin precedentes», a pesar de que la naturaleza es el activo más valioso del mundo. En esta línea, la organización WWF documenta que las poblaciones globales de peces, aves, mamíferos, anfibios y reptiles han caído un 60% desde 1970. Este deterioro ambiental pone en jaque el propio desarrollo: la ONU advierte que la pérdida de biodiversidad podría impedir alcanzar casi el 80% de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030.
La OCDE advierte de que la naturaleza es el activo más valioso del planeta, pero al mismo tiempo se está destruyendo la biodiversidad a un ritmo sin precedentes
Afortunadamente, tras múltiples investigaciones y conversaciones con la naturaleza, la creciente conciencia proambiental está transformando poco a poco la forma en que (re)pensamos la economía. Antes, los balances corporativos solamente contaban recursos; hoy empiezan a contar servicios ecosistémicos, es decir, aquello que la naturaleza hace por nosotros sin que le hayamos pedido nada. Cada vez más empresas entienden que cuidar de la naturaleza no es un coste, sino una inversión en estabilidad, innovación y futuro. Y es ahí donde el diálogo se vuelve imprescindible. Asimismo, se estima que más del 50% del PIB mundial depende directamente de la estabilidad de los ecosistemas que sostienen la agricultura, la energía, la construcción o la salud; es decir, de la naturaleza. Cuando esa base se erosiona, también lo hace el tejido económico que la sostiene. Por eso, la protección de la biodiversidad ya no es solo una cuestión ética, sino una estrategia económica de largo plazo.
En este giro de mirada hacia el futuro sostenible entra en juego la Iniciativa Española Empresa y Biodiversidad (IEEB), impulsada por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Su misión, desde su creación hace más de una década, es crear un espacio de diálogo real entre el sector público, el sector privado y la sociedad civil. Es una plataforma donde competitividad y biodiversidad se encuentran, conversan y cooperan.
Actualmente, 37 empresas han asumido un compromiso público con la conservación y otras 100 entidades participan para aprender, compartir conocimiento y sumar soluciones. Solo en 2024, las actividades de la IEEB reunieron a más de 7.400 personas. A través de este marco colaborativo, se promueven fórmulas para acelerar la inversión sostenible en, por ejemplo, restauración ecológica, custodia del territorio o turismo responsable. Al mismo tiempo, la iniciativa ofrece orientación técnica y acceso a conocimiento avanzado, con herramientas, guías y proyectos internacionales, como el programa europeo SUSTAIN (EU Horizon), que ayudan a las empresas a evaluar y controlar sus dependencias e impactos sobre la naturaleza.
La IEEB tiene como misión crear un espacio de diálogo real entre el sector público, el sector privado y la sociedad civil. Es una plataforma donde competitividad y biodiversidad se encuentran, conversan y cooperan
La dimensión del diálogo que promueve la IEEB va más allá de las fronteras nacionales. Este proyecto forma parte tanto de la Alianza Global Empresa y Biodiversidad de Naciones Unidas como de la Plataforma Europea Empresa y Biodiversidad, lo que le permite proyectar los avances de las empresas españolas en foros internacionales como las Cumbres Europeas Empresa y Naturaleza o las Convenciones de Diversidad Biológica y Cambio Climático. Así, España contribuye activamente al cumplimiento del Marco Global de Diversidad Biológica adoptado en 2022, que fija metas concretas a 2030 y 2050 para frenar y revertir la crisis climática.
En definitiva, la incorporación de la biodiversidad a la gestión empresarial no significa idealizar la naturaleza en exceso, sino reconocerla como lo que es, un activo económico real. Los bosques que capturan carbono o los humedales que regulan el agua son infraestructuras vivas sin las cuales ningún modelo productivo puede ser sostenible. Por eso, si algún día nos sentamos a hablar con la naturaleza, tal vez nos recuerde que no podemos permitirnos ignorarla, pues cuando el suelo se agota, el agua escasea y el clima se vuelve impredecible, ningún negocio prospera. También nos diría, quizás, que el verdadero progreso no consiste en avanzar más rápido, sino en avanzar juntos. En este camino, el diálogo entre los distintos sectores y con el propio entorno puede ser una de las grandes herramientas para construir un modelo económico capaz de sostener la vida en todas sus formas. Cuando empresa y medio ambiente hablan el mismo idioma, la economía deja de oponerse a la conservación. Y el fruto de ese diálogo es un futuro más estable, más innovador y, sobre todo, más vivo.

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