La ética de los diarios
La publicación de los diarios de Joan Didion, en los que informaba a su marido de sus sesiones psiquiátricas, ha planteado la pregunta sobre si es ético compartir la escritura privada de los autores sin su consentimiento.
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A principios de 2025, se anunció la publicación de los diarios inéditos de la escritora Joan Didion, quien falleció en 2021. Apuntes para John, dividido por fechas a lo largo más de un año, presenta los informes que escribió Didion para su marido John Gregory Dunne sobre las sesiones que mantenía con su psiquiatra, desde el 15 de noviembre de 1999 hasta el 3 de enero de 2002. En libros como El año del pensamiento mágico (2005, finalista del Premio Pulitzer) y Noches azules (2011), Didion había escrito ya sobre la muerte de su marido y de su hija, donde también plasmaba un relato autobiográfico sobre el dolor y el sufrimiento que suponía perderlos con tan poco tiempo de diferencia (John murió en 2003 y su hija Quintana en 2005). Sin embargo, las páginas de Apuntes para John se descubrieron cerca de su escritorio en un portadocumentos, según se explica en la nota del editor que abre el libro. Antes de su publicación, las páginas se encontraban en el archivo Didion/Dunne en la Biblioteca Pública de Nueva York, puesto que sus herederos, los hijos del hermano de Didion, los donaron.
Según avanzó la nota de prensa de la editorial, los textos abordaban con «meticuloso detalle» temas como el alcoholismo, el abuso de sustancias, las recaídas en trastornos psicológicos, la culpa, la violencia de género y los problemas entre Joan Didion y su hija. La noticia de la publicación generó un debate alrededor el mundo: ¿es ético que se publiquen unos textos tan personales y privados de una autora sin contar con su autorización?
Didion no es la única de la que se han publicado sus diarios de forma póstuma y sin su consentimiento: también está la poeta Sylvia Plath, así como el ya conocido caso de Franz Kafka.
«Este volumen nos muestra el lado más íntimo del padre de la literatura del siglo XX», reza el paratexto de la publicación de los diarios de Kafka. ¿A los lectores que se acercan a los diarios de escritores los mueve la curiosidad o el morbo? ¿Son las editoriales las que ven los diarios como una apuesta segura?
Raquel Bada, editora fundadora de Bamba Editorial y lectora acérrima de la obra de Didion, sostiene que «los diarios o apuntes íntimos, esas piezas que un escritor no concebía para la lectura pública, deben ser manejados con muchísimo cuidado. No se trata solo de documentos literarios, son espacios privados donde el autor se permitió una libertad distinta, muchas veces sin filtros, sin pensar en la mirada ajena. Respetar ese espacio es también una cuestión de integridad».
Raquel Bada: «No todo lo escrito tiene la vocación de convertirse en literatura publicada»
La editorial, en este tipo de casos, y siempre que la obra diarística esté disponible para la publicación (tanto cuando está libre de derechos o cuando los herederos han dado el beneplácito para que el libro salga a la venta), debe preguntarse qué pierde o qué gana tanto el catálogo de la editorial como el lector. Asimismo, debe preguntarse si se ve amenazada una intimidad que el autor haya expresado que no quiere compartir, o al menos si merece la pena ir en contra el deseo del autor. Según Bada, «en esos textos suele haber ideas que quizás el propio autor nunca habría querido fijar en un libro. Ahí es donde la responsabilidad editorial cobra un peso enorme; se debe reconocer que no todo lo escrito tiene la vocación de convertirse en literatura publicada».
En cuanto al papel del lector frente a unos diarios, es posible que la experiencia sea distinta, pues la decisión de la publicación se ha tomado antes de que el libro se imprima y distribuya y, por lo tanto, antes de que llegue a sus manos. Además, el lector puede llegar a identificarse con las situaciones, tanto difíciles y dolorosas como alegres, que describe el autor o la autora en sus diarios. Sin embargo, como se ha demostrado en el caso de Joan Didion, puede que algunos (o muchos) sientan cierta culpabilidad al leerlos, a pesar de que no son los que cargan con la responsabilidad inicial.
Es difícil dar con una respuesta concreta a las cuestiones que plantea la publicación de escritura diarística, sobre todo cuando no se ha concebido para su publicación ni es posible conseguir la autorización expresa de los autores. En el caso de las personas que Joan Didion menciona en Apuntes para John, al menos las que más aparecen en situaciones vulnerables, han fallecido; por lo tanto, y por obvio que parezca, no podrán leerse a sí mismas entre estas páginas tan íntimas ni sentir dolor o vergüenza por ello. Sin embargo, es posible que los lectores perdamos un vasto conocimiento si no llegamos a leer esas páginas. Son las editoriales, desde un lugar fundamental en la difusión de este tipo de textos, las que deben ser conscientes de la vulnerabilidad de la escritura de diarios y las consecuencias de su eventual publicación.
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