ENTREVISTAS

«La conciliación debe ser una prioridad de Estado en los próximos diez años»

Su papel ‘rebelde’ dentro de un partido acorralado por los escándalos de corrupción tiene, lógicamente, sus consecuencias: algunos de sus peores enemigos son hoy compañeros de filas.

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21
junio
2016
Javier Maroto es vicesecretario nacional del Partido Popular y portavoz en el Ayuntamiento de Vitoria

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Quedamos con Javier Maroto (Vitoria, 1972) a principios de mayo, en las inmediaciones de la calle Génova y en plena efervescencia electoral, aunque el vicesecretario del PP no transmite en absoluto la fatiga que provocan unos segundos comicios a quien no sea un verdadero animal político. Su papel ‘rebelde’ dentro de un partido que se ha visto acorralado por los escándalos de corrupción tiene, lógicamente, sus consecuencias: algunos de sus peores enemigos son hoy compañeros de filas.

Los distintos partidos habéis sido incapaces de llegar a un acuerdo y formar Gobierno. ¿Por qué les cuesta tanto a los políticos españoles estar a la altura en momentos como este?

Por dos razones. Primero, porque no hay en España una cultura de pacto como ha habido en otros países, donde es normal pactar con partidos distintos, partidos rivales. Nosotros hicimos un ejercicio, el de decir el primer día: «Señores, por primera vez en la historia democrática de nuestro país tenemos que pactar el centro derecha y el centro izquierda». Y ese ofrecimiento lo hicimos el 21 de diciembre. La segunda razón es que en España no se había producido una situación de bloqueo, donde un partido veta al que ha ganado las elecciones. En este caso, el Partido Socialista nos ha vetado. Es el perro del hortelano, que ni gobierna ni deja gobernar.

Esto nos lleva al papel de Mariano Rajoy. ¿No tendría que haber dado un paso atrás en un momento tan crucial y con esa enorme sombra de corrupción planeando sobre el partido?

No, eso es algo que no comparto. Cuando una persona es el candidato que gana las elecciones, es el preferido por los españoles. ¿Quién es un señor que tiene 70 escaños y que ha llevado al Partido Socialista a su peor resultado de la historia, para decir que el que sobra es el que ha ganado? No, el que sobra es el que bloquea el acuerdo.

En todo caso, ¿necesita España una segunda transición para regenerar las instituciones y dar portazo de una vez por todas a la corrupción?

La corrupción necesita ser combatida. Yo tengo una teoría y es que los políticos que nos creemos que hay que ser contundentes contra la corrupción no podemos estar en el «y-tú-más». Hay que estar juntos contra la corrupción, porque no es de un partido, ni siquiera es de este momento. La corrupción afecta a todos los partidos y a muchos momentos de la historia. De hecho, los casos de corrupción que aparecen en el PP son personas nombradas hace muchísimo tiempo, ni siquiera de ahora, y el partido que lidera el ranking de corrupción es el Partido Socialista.

¿Y cómo propones que se articule esa lucha contra la corrupción?

Hay dos fórmulas. La primera es la parte declarativa, es decir, la tolerancia cero en el discurso. Cuando yo he dicho cosas como «Bárcenas me da tanto asco que no puedo ni verlo» y me ha caído una querella criminal por calumnias de él hacia mí (esto es el mundo al revés), sabía y era consciente del riesgo que tenía. Pero es importante que las bases, los militantes, escuchen a un dirigente decir eso con contundencia extrema. Cuando eso sucede en otros partidos, estamos en la misma línea, trabajando juntos. Se han introducido medidas legislativas en estos cuatro años que han dado un cambio brutal a todo el tema de la corrupción. Te voy a poner un ejemplo. Antes, a un tío le pillaban con las manos en la masa, iba a cárcel y, cuando salía, podía seguir el resto de su vida con el dinero robado. Ahora, con la ofi cina de fi deicomiso introducida en el Gobierno de Rajoy, al que pillan tiene que devolver la pasta antes de salir de prisión. Esto afecta a casos recientes y es radicalmente distinto: el que la hace la paga, y ahora, además, tiene que devolverlo.

Hay cierta sensación de impunidad, como si los partidos –sobre todo las viejas guardias, que entendemos que son los que deben más favores– actuaran como una camada en la que unos se protegen a otros, a pesar de lo que haya sucedido.

Si se protegieran, el ministro Soria seguiría siendo ministro, y no lo es: ha dimitido en tres días. El Partido Popular somos al menos 7,3 millones de voces distintas, tantas como votantes. El PP no exige uniformidad. Yo no hablo igual que otros, pero en el lenguaje de la corrupción no signifi ca que no haya unidad. Lo que quiero dejar claro es que el ministro Soria hoy no es ministro y los concejales de Valencia hoy no son concejales, al igual que la crisis de Esperanza Aguirre se resolvió en un día como un acierto, y esa es la manera de actuar.

¿Qué lectura hacéis de ese enorme trasvase de votos que ha habido hacia nuevos partidos?

Hay que hacer autocrítica. Ha habido mucha gente que ha votado a Ciudadanos porque, efectivamente, querían castigar al PP por los casos de corrupción. Y yo comprendo esa actitud. Pero también quiero trasladar un mensaje: por castigar dos veces a un partido, los votantes se acaban castigando a ellos mismos. Hemos visto que votar a Ciudadanos es prácticamente lo mismo que votar al Partido Socialista, un partido que además compite con Podemos en radicalidad, porque es tán jugando a ver quién es más de izquierdas. Respeto a los votantes de Ciudadanos, a muchos los conozco. Comprendo su manera de sentir y las causas que les han llevado a votar a Ciudadanos. Lo respeto profundamente. Pero votar en las próximas elecciones a Ciudadanos es prácticamente lo mismo que votar a un PSOE que se quiere parecer a Podemos.

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¿Hemos llegado al fin del bipartidismo?

Afortunadamente, esto lo tendrá que decir la calle. Pero quiero poner un ejemplo. UPyD parecía que se iba a comer el mundo y al final se acabó disolviendo como un azucarillo. A UPyD quizá le pasa como a Ciudadanos: son partidos de una persona. UPyD era el partido de Rosa Díez y, cuando ella desapareció, lo hizo el partido. Y quién sabe si dentro de poco veremos lo mismo con Ciudadanos.

España es uno de los países donde más ha crecido la desigualdad y donde más se ha empobrecido la clase media, según informes de Oxfam. ¿Está funcionando mal esa medicina que nos da la Troika y se llama austeridad?

Los informes decían que en Madrid había miles y miles de niños muertos de hambre. Cuando el Ayuntamiento puso en marcha las guarderías para los niños, se demostró que una cosa son los informes y otra la realidad. Lo más importante es la toma de medidas. La mejor garantía de las políticas sociales, de la educación, de la sanidad, de las pensiones y de las coberturas para evitar las desigualdades es el empleo. No puedes mantener todas esas medidas si no hay empleo, porque el Estado no da de sí. Se ha demostrado, y hasta los de Podemos lo reconocen, que quien más ha generado empleo en Europa ha sido España. Hemos dejado de destruir un millón de empleos para generar medio millón al año y, si continuamos en esta senda y no la ponemos en riesgo, conseguiremos los 20 millones de españoles trabajando en 2020. Estaremos introduciendo la mejor herramienta para evitar la desigualdad. Todo lo demás son palabras. Nosotros preferimos ir a los hechos, pero la mejor herramienta para combatir la pobreza y la desigualdad es el empleo, y en eso el Partido Popular es una referencia. Luego se puede hablar de qué tipo de empleo. Yo también quiero hacer ese debate. Queremos aspirar a más empleo de calidad.

Pero en esta legislatura se ha creado empleo y, sin embargo, ha aumentado la desigualdad.

Si no hay empleo, hay una desigualdad absoluta. Una familia con todos los miembros en desempleo es una familia inclinada hacia un precipicio social, y eso hay que evitarlo. Esa es la principal causa del desempleo permanente y de larga duración, entre otras.

Más allá de la creación de empleo, ¿se puede acompañar de otras medidas la lucha contra la desigualdad?

Por supuesto. El Partido Popular ha puesto en marcha muchísimas medidas que impulsan la distribución social. Primero, la distribución fiscal y, por supuesto, la garantía de los servicios públicos gratuitos. En nuestro país, a pesar de la crisis económica, la educación y la sanidad son universales y gratuitas para todo el mundo, aunque es verdad que en el ámbito de la educación hay un debate con las tasas, que no es un tema menor. Pero, en un país como el nuestro, todos los servicios públicos, con excepciones contadas, se han mantenido. Una brecha de desigualdad importantísima que existe en los países que han pasado la crisis son las personas mayores, que con sus pensiones han tenido que sustentar a muchísimas familias enteras, y lo hacen en silencio y por solidaridad. En otros países, donde gobiernan los que quieren darnos lecciones, donde gobiernan partidos como Podemos (y no es una crítica, es una crónica), lo que sucede es que bajan las pensiones un 30%. Es el caso de Grecia o Portugal. Es lo que sucede con las políticas de izquierda. Es verdad que nosotros no hemos subido las pensiones más de un 0,25%, que no es demasiado, pero las pensiones han crecido en estos cuatro años un 17% en el presupuesto. El problema es que entra mucha más gente de la que sale y que la pensión media antes era de 1.000 euros al mes y ahora es de 1.400. Si conseguimos mantener un poder adquisitivo a las personas mayores, que son cada vez más en nuestro país, estamos consiguiendo evitar una brecha de desigualdad importante en las personas más débiles.

El drama de los refugiados, ¿está reflejando la peor cara de Europa?

España ha dicho que va a admitir a todos y cada uno de los refugiados que vengan. El problema es que los países que tienen que enviarlos, como Grecia e Italia, no los envían. Pero hemos dicho desde el primer minuto que aceptaremos a todos y cada uno de los refugiados que nos tocan en la cuota, sin esquilmar ninguna cifra. El debate de España y el debate de Europa no coinciden en tema de refugiados. Hay que entender que es un reparto que ha tardado mucho tiempo en hacerse y que el refugiado es aquel que el país que lo envía testifica que es un refugiado. El desastre administrativo, especialmente en Grecia, pero también en Italia, está impidiendo que las personas puedan venir con el certificado de refugiado; esa es la primera razón. La segunda razón es que por algún motivo (que me puedo imaginar, aunque no es muy políticamente correcto decirlo) los refugiados no quieren venir a España, Italia o Portugal, ni siquiera a Francia. Quieren ir a Alemania, Dinamarca y Suecia. Piensan que esos países son los que más oportunidades les van a ofrecer. Hay refugiados que llegan a España y, según llegan, se largan. Ahora, la cuestión de fondo en la política europea y en la sensación que se ha dado con los refugiados es que no se ha explicado bien. Hay que combinar cuatro factores: solidaridad, legalidad, seguridad y capacidad de integración de los países de destino. Cuando escuchas a países como Hungría, Polonia o Eslovenia decir que no aceptan refugiados no cristianos, hay un debate de fondo.

A ti, que eres vasco y has ejercido la política cuando ETA todavía ponía bombas y sembraba el terror, ¿qué te parece este nuevo rol de Otegi interpretando a una suerte de Nelson Mandela de RH negativo?

Lo de Otegi y su discurso político después de salir de la cárcel me repugna como vasco y como persona que está al lado de las víctimas. Lo que más me repugna es lo de «no vamos a condenar los atentados, porque eso incomodaría mucho a una parte de la izquierda abertzale, y no queremos que se remuevan, no vaya a ser que tengan que volver a coger las armas». Eso es repugnante éticamente, pero sobre todo políticamente. Esa es la impresión que tengo de él. Es una amenaza velada con una falta de conciencia ética muy importante. Comparar la muerte de su madre cuando estaba en la cárcel con las matanzas que hacía ETA y decir que ambos dolores son iguales demuestra la calidad ética de ese individuo. Es brutal. Pero lo más tremendo en lo político es que con ese Otegi es con el que Podemos está tratando de forjar una alianza política en Euskadi para confluir en las listas. Y con ese Podemos es con el que el Partido Socialista ha querido formar gobierno. Y con ese Partido Socialista es con el que Ciudadanos se sentó en una foto a 18 para negociar un gobierno. Lo digo porque todo va unido. Los componentes éticos tienen que llegar para decir «hasta aquí, aquí no me siento». Yo no me hubiese sentado con Bildu en Euskadi ni si hubiese sido Ciudadanos, ni si hubiese sido PSOE, ni si fuese Podemos, por muy bien que me puedan ir las elecciones.

¿Habéis convencido ya al presidente en funciones Mariano Rajoy de que, a pesar de lo que diga su primo, más del 95% de la comunidad científica alerta de que el cambio climático es una amenaza y una realidad provocada por el hombre, y de que hay que tomar medidas?

Yo no sé lo que dice su primo, no le conozco. Creo que el presidente Rajoy y el Partido Popular están muy concienciados de que el cambio climático es una cuestión absolutamente prioritaria. Al margen de las anécdotas, lo importante son los hechos. Y la posición del Gobierno de España en todos los tratados y en todas las reuniones de carácter medioambiental está siendo absolutamente a favor de las medidas contra el cambio climático.

Alemania, por ejemplo, tiene ocho veces más energía solar fotovoltaica que España. ¿Por qué España es tan tibia a la hora de impulsar las renovables?

España es uno de los países de la Unión Europea donde más han crecido proporcionalmente las renovables. En concreto, si lo comparamos con Francia, que se apoya básicamente en la nuclear, nosotros somos un partido que apuesta por la renovables.

¿Realmente crees que se están impulsando a conciencia las renovables?

Mi impresión es que la apuesta por las renovables es muy importante. De hecho, el esfuerzo del Gobierno ha sido también bastante evidente.

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Según El Confidencial, eres el gay más influyente de la escena política y militas en un partido que permitió que algunas de sus caras más conocidas –Ana Botella, Ángel Acebes, Mayor Oreja…–, salieran a la calle en 2005 para manifestarse contra el matrimonio homosexual. ¿Qué ha cambiado?

Yo lo que diría es que qué bueno que en tan solo diez años hayamos podido dar un paso para que, de una vez por todas, este tema ya no esté en el debate político de nuestro país, como no lo está el divorcio. La resolución del Tribunal Constitucional se basó en el artículo 32.1 de la Constitución, que dice que «el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica», pero no dice con quién. Por eso falló que podría ser con personas del mismo género. Y el Partido Popular decidió no usar su mayoría absoluta para cambiar esa ley. Sí lo hizo con otras, como el aborto, con el debate que ello generó. Pero con esto hemos decidido pasar página. Ese derecho [el del matrimonio homosexual] vino para quedarse.

¿Cuál es tu opinión sobre el derecho a la adopción por parte de parejas homosexuales?

Está contrastado que una pareja o una persona, sea hombre o mujer, que se decide a dar el paso de adoptar, está concienciado o concienciada para ser padre o madre con mucha más intensidad que muchas parejas que tienen niños de forma natural. Yo lo voy a dejar ahí, porque hay muchísimos mejores padres y madres que, porque tienen la voluntad expresa de hacerlo y saben los recursos de que disponen, demuestran ser mejores padres y madres que muchos que a veces tienen hijos por error o que los tienen y después se despreocupan, sean o no hijos naturales. Yo creo que ese es el debate al que debemos llegar. Después, si los padres son gays o lesbianas o heterosexuales, es lo de menos.

Al calor de las elecciones, habéis propuesto desde el Partido Popular una batería de medidas para impulsar la conciliación. ¿Qué nos pasa en España con esta cultura de calentar la silla y no centrarnos en la productividad?

No tiene ningún sentido que estén encendidas todas las oficinas a las nueve de la noche sin hacer nada productivo. Una persona que sale de trabajar a las 21:30, ¿qué calidad de vida familiar puede tener después? ¿Se puede ocupar de sus hijos? ¿Puede descansar para el día siguiente? ¿Puede estar motivado? Porque el tener ocio en la vida personal, hacer deporte, etc., son cosas que dan calidad de vida, que trascienden en la productividad. Nosotros somos partidarios de afrontar un debate muy serio para que, con carácter general, la jornada laboral acabe a las seis de la tarde. Es muy europeo, pero también es muy productivo y permite que la gente pueda tener tiempo para disfrutar de sí misma, de su tiempo y de su familia, si la tiene. Unida a otras medidas, la conciliación en España debe ser una prioridad de Estado en los próximos diez años.

¿Hay algún día que salgas a las seis de la tarde de Génova?

No, pero porque yo mismo me he buscado el problema. Tengo que compaginar mi labor de vicesecretario general con la de portavoz en el Ayuntamiento de Vitoria y con mi propia vida privada. Con lo cual, por propia responsabilidad y porque me he echado todas las tejas en mi propia casa, tengo más funciones de las que una persona con una jornada normal debería tener. Pero es una decisión personal y pago muy gustoso su precio.

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