ENTREVISTAS

«Los campos de refugiados son cárceles»

El politólogo francés Sami Naïr reflexiona sobre la llamada ‘crisis migratoria’ en su libro Refugiados. Frente a la catástrofe humanitaria, una solución real.

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Borja Rebull
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05
octubre
2018

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Borja Rebull

Hay más de 4,5 millones de refugiados sirios en solo cinco países: Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto. Este conflicto ha dejado en extrema necesidad a más de trece millones dentro del territorio. Ningún país del Golfo ha ofrecido una sola plaza de reasentamiento. Tampoco potencias como Rusia o Japón. En Turquía, respaldada por la Unión Europea, se hacinan dos millones y medio de refugiados en condiciones dramáticas. El politólogo, sociólogo, filósofo y catedrático francés Sami Naïr (Tlemcen, Argelia, 1946) reflexiona sobre esta tragedia en su libro ‘Refugiados. Frente a la catástrofe humanitaria, una solución real’ (Editorial Crítica).

La crisis de los refugiados supone una doble catástrofe: por ellos, sin duda y en primer lugar, porque mueren, tienen miedo, son repudiados, viven hacinados. Pero también una catástrofe ética para Europa.

Son, las dos, catástrofes terribles… es una catástrofe moral, en efecto, y demuestra claramente lo poco que cuentan los valores en esta Europa que hemos pretendido construir en los últimos treinta años; nos muestra que lo que hemos construido es un monstruo económico que no funciona. No solo que no funciona, sino que, además, está destruyendo los derechos sociales de los propios europeos y que, frente a los problemas reales del mundo, es totalmente impotente. En este sentido, es una catástrofe ética inmensa del proyecto europeo; más grave aún, es una catástrofe jurídica, legal, porque la solidaridad con los refugiados no es un problema moral, sino legal, que es diferente.

«Se ha evidenciado algo extraordinariamente peligroso: los valores aceptados tras la II Guerra Mundial pueden pisotearse»

No atender a los refugiados vulnera el derecho internacional, y se nos olvida…

La Convención Legal Internacional de 1951 no ha sido aplicada en este caso, ni siquiera cuando el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, condena la postura de la Unión Europea, al decir que la actitud que está tomando Europa va en contra de los valores y los principios jurídicos que rigen la comunidad internacional. Por ejemplo, si el Consejo de Seguridad tuviera que pronunciarse al respecto, también condenaría la actitud europea; no hay juicio, porque se trata de una vulneración, de una violación sistemática de la legalidad internacional. En el caso de los refugiados, la Unión Europea ha demostrado que no existe, que existen Estados, naciones que consideran que el espacio europeo es un territorio en el que cada uno busca lo suyo.

Y tampoco los países del Este han ayudado mucho.

Hemos visto, a lo largo de esta crisis, una ruptura tajante en cuanto a estructura entre los países del Este y el resto. Está claro ahora que los países del Este no comparten el sistema de valores occidental. Estos Gobiernos (no hablo de pueblos) no deberían considerarse europeos. Pienso, por ejemplo, en Hungría, un país que debería ser excluido de Europa; es como pensar que Le Pen gobierna en Francia. Hungría tiene un gobierno de extrema derecha, nacionalista, racista, autoritario, fascista en sí mismo, pero aceptado por la Unión Europea, que en el fondo es un gran mercado, por lo que los poderes económicos quieren que esa gente se quede en el espacio económico europeo. No nos damos cuenta de lo que está ocurriendo en la historia de Occidente en general y de Europa en particular; estamos asistiendo a algo extraordinariamente peligroso, la toma del poder real por grupos económicos que dominan el espacio europeo y la evidencia de que las reglas y los valores aceptados por las diferentes naciones desde la Segunda Guerra Mundial se pueden pisotear sin problemas, porque lo importante es mantener la orientación del mercado tal y como ellos lo conciben.

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Muchos Gobiernos argumentan que bastante tienen con enfrentar sus crisis internas como para acoger nuevos problemas.

Es cierto que estamos en una situación en la que la crisis del euro y de la economía han colocado en una posición vulnerable a los países. Más de doce millones de europeos están en paro. Frente a esta cifra, hablar de tres o cuatro millones de refugiados puede parecer paradójico, puede parecer que es imposible de asumir. Pero pensemos que la población de Europa es de 512 millones de personas. Frente a esto, ¿qué suponen tres o cuatro millones de refugiados que necesitan de la ayuda internacional? Pero, en cualquier caso, insisto, es que hay que ayudarlos legalmente, y se trata, por otro lado, de refugiados adinerados, que han huido con sus dineros, y que ahora pagan a las mafias para poder salir de ese infierno. Estamos ante una situación aberrante.

Tan aberrante como la situación de los refugiados en los campos…

La Unión Europea ha pactado esta situación. Están encerrados. Los campos son cárceles para esa gente; no pueden volver a Siria, ni a Irak ni a Afganistán, es imposible. ¿Qué solución les ofrecemos? La misma que dimos a los 5,2 millones de palestinos que viven alrededor de Israel, construimos campos de concentración.

¿Qué propone usted?

Retomar algo que ya existe. Propongo concederles un documento de tránsito que les permita circular por los países que quieran aceptarles, darles la posibilidad de vivir normalmente esperando la solución a sus problemas. Es algo que ha existido en el derecho internacional durante los años 30, cuando el fascismo y el nazismo obligaron a miles y miles de italianos y alemanes a salir de sus países y fueron acogidos con ese pasaporte de tránsito, un pasaporte que inventó Nansen, después Premio Nobel de la Paz en 1922, para solucionar el problema de las minorías étnicas y confesionales tras la Primera Guerra Mundial, diseminadas por Europa y con el tablero geopolítico sustancialmente modificado con la Revolución rusa, la reconstrucción de Alemania, la destrucción del Imperio turco… No inventamos nada, pero exigimos lo mínimo que se pueda hacer. Ni eso quieren los Gobiernos.

«Europa ha impedido que la sociedad civil organice formas de solidaridad real con los refugiados»

¿Por qué le cuesta tanto a Europa flexibilizar el Acuerdo de Schengen? Eso también ayudaría a aliviar la situación de muchos miles de refugiados.

Está muerto, yo ya lo vi hace muchísimos años, sabía que no podía funcionar; ha funcionado desde el punto de vista policial, pero tenía agujeros importantes. Tuvo que modificarse de manera sucesiva porque no podía gestionarse. No puedes construir un espacio económico con un cinturón, con una muralla, y tener frente a ti un crecimiento demográfico tan importante como el del Magreb o el del África subsahariana.

África, el gran desafío demográfico del siglo XXI.

Su demanda migratoria es enorme y, si esa gente no puede pasar legalmente, pasará ilegalmente, pero pasará; no hay muro que pueda contenerla. Donald Trump cree que construyendo un muro impedirá el paso. Esa es una utopía negativa, aparte de reaccionaria e inhumana. Lo único que consiguen este tipo de acciones es aumentar la inmigración ilegal. Por otro lado, hay que premitir que los refugiados y los inmigrantes puedan volver a sus países de origen sin que pierdan sus privilegios, porque muchos prefieren quedarse en Europa para no perder lo que tienen antes que regresar a sus países a intentar forjarse una nueva vida. Los muros, los campos, las alambradas… todo eso sigue una lógica estúpida que ha destrozado la economía europea y, por otro lado, una tradición democrática de la circulación de personas. Muy a mi pesar, creo que el fracaso ha sido total. No obstante, la única solución es europea; no se puede solucionar de manera nacional.

Dígaselo a los británicos…

La de los británicos es una solución muy problemática, porque necesitamos reconstruir Europa, trabajar juntos para solucionar problemas… el problema del medio ambiente, el de la inmigración, pero también los de la investigación y la educación. Si Europa quiere existir frente a Rusia y China, frente a Estados Unidos, necesitamos unificar nuestros modelos de investigación y desarrollo, poner en común las capacidades científicas, invertir en investigación para crear un tejido científico y técnico europeo capaz de competir. Esa visión de Europa dividida hay que combatirla, y hay que acabar con el liberalismo imperante y sus defensores; no se pueden defender al mismo tiempo los derechos humanos y el liberalismo feroz.

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Hablamos ahora de los refugiados de Siria, pero hablaremos, por desgracia, quizá mucho más, de los refugiados medioambientales, que viven en países que, curiosamente, no han contribuido al deterioro planetario.

Exacto. Según datos de la ONU, en 2050 habrá 200 millones de refugiados ecológicos. Es un reto inmenso. Toda esa gente no podrá vivir donde vive ahora. Los refugiados políticos están obligados a cambiar de lugar, pero el desafío de los refugiados ecológicos es encontrar la manera más eficaz no para desplazarlos, sino para poner en marcha un modelo de desarrollo económico que integre la dimensión medioambiental, la capacitación del agua, de reconstruir el tejido ecológico para que la gente pueda seguir viviendo en su país. Este desafío propone una verdadera revolución tecnológica que permita desarrollar una nueva ciencia, basada en los métodos modernos para tratar el agua, aprovechar la energía solar, impulsar nuevos tipos de economía, etc. La gente tiene ideas, pero le faltan medios. Los Gobiernos se han puesto al lado de las grandes multinacionales y de los bancos que gobiernan el mundo.

«No se pueden defender al mismo tiempo los derechos humanos y el liberalismo feroz»

¿Qué responsabilidad tienen los medios de comunicación en esta crisis de los refugiados?

Dentro del sistema en el que estamos, los medios de comunicación tienen una función positiva y otra negativa. Por un lado, traen informaciones, a menudo mal presentadas, a menudo parciales, pero las traen. Por otro lado, impiden reflexionar, trabajan sobre el acontecimiento inmediato, atienden al instante y, pasado ese momento de actualidad, se olvidan y la gente se queda con imágenes informativas, sin ser capaz de relacionar todo eso. El director de cine Jean-Luc Godard decía que la televisión es la mejor máquina de producción del olvido. Así lo creo. La imagen, por lo general, no llama a la razón, sino a los prejuicios, a los sentimientos. Además, por desgracia, salvo los nuevos medios vinculados a Internet, están supeditados a corporaciones multinacionales y trabajan en un marco conceptual limitado; no enseñan, tratan de defender el sistema tal y como existe. Los medios se han hecho eco del tema de los refugiados, han realizado un trabajo positivo, han mostrado la tragedia. La gente se rebeló, se indignó, pero pronto comenzó a olvidar, y los Estados hicieron todo lo posible para decepcionar a la gente. Los Estados europeos son corresponsables de haber desanimado a la ciudadanía, de haber impedido que la sociedad civil organizase formas de solidaridad real con los refugiados. Los Estados nos convencieron de que no se puede hacer nada.

Y nos inocularon el miedo a que, entre los refugiados, se escondieran islamistas.

Siempre utilizan el miedo al otro. Ahora son los extremistas, mañana serán los homosexuales… siempre hay un punto al que se agarran para no hacer nada. Ah, podemos crear un Estado de refugiados cuyo presidente sea Jean-Claude Juncker…

Usted ha cedido los beneficios de las ventas de este libro a dos ONG…

Sí, a los bomberos, porque considero que han hecho un trabajo extraordinario, y a una ONG de acogida de inmigrantes.

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