ENTREVISTAS

«Las medias verdades funcionan mejor que las mentiras»

En tiempos de crisis (económica, vital, anímica, política, social) tal vez corresponda analizar valores, principios, aperturas, éticas. Sin mentirse ni edulcorarse. Sin fustigarse.

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Laura Zamarriego
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08
marzo
2014

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Laura Zamarriego

Recomienda la voz popular que en tiempos de tormenta no conviene mudar de casa. Tal vez. O no. En tiempos de crisis (económica, vital, anímica, política, social) tal vez corresponda analizar valores, principios, aperturas, éticas. Sin mentirse ni edulcorarse. Sin fustigarse. Desde la ternura y la franqueza. Esto mismo es lo que propone Javier Sábada (Portugalete, Vizcaya, 1940) en su último libro, ‘Ética erótica’ (Ediciones Península), una invitación a que cada cual pespunte una ética personal, que no olvide el placer, ni el erotismo, ni la sexualidad, ni el humor. Tampoco la responsabilidad ni la libertad. Al fin y al cabo, él lo recuerda, en las conclusiones finales nunca podrá haber más de lo que contenían las premisas.

«Da cierta pereza hablar de ética». Como arranque de libro me queda la duda de si espolea al lector a continuar o lo desanima al extremo…

Es un modo de sincerarse y poner las cartas sobre la mesa. Se ha hablado tanto, tantísimo de ética, y se practica tan poco, que es volver a la novia de las palabras. Como tantas veces ha ocurrido, cuando algo se repite mucho es precisamente porque no se pone en práctica.

El poder, ¿tiene más de erótica o de estética?

El poder absorbe la erótica, entendiéndola como sexualidad, porque el que tiene mucho poder queda excesivamente satisfecho con el uso de ese poder, con la autoridad sobre los demás, y le da al poder una importancia casi clerical; así que el poder minimiza la erótica sexual. Y cuando la tiene, aparece de modo esquinado. Lo que satisface realmente es mandar, mandar es una de las ambiciones de los humanos, tanto por naturaleza como por mala gestión cultural. Respecto a la estética, encuentro pocos políticos que la tengan, son muy garrulos, muy casposos, están muy lejos del poder emotivo que produce la estética. Si uno fuera político en el sentido aristotélico quizás sería estético… pero hay una excesiva boina encima de las neuronas.

De acuerdo, en el ser humano está la condición de mandar, pero también la de obedecer: las consignas se repiten, uno se las apropia sin meditarlas, prefiere la comodidad de acoplarse un discurso que la libertad de articularlo…

El tema es largo, así que trataré de sintetizarlo. Somos una combinación compleja y extraña de genética, naturaleza y cultura, que es el reino de la libertad. Desde el punto de vista natural o genético, tenemos las dos posibilidades, la de la cooperación o la de la jerarquización. En el mundo de la cultura podemos tirar hacia un lado u otro. De ahí la responsabilidad de las personas para ejercer su libertad, que ha de recordarles que hay bienes, hay males y que podemos vivir mejor o peor. Lo que me planteas es un punto focal, la credulidad de la gente, la complicidad con el poder, el poder estar, mientras se toman la ensaimada, criticándoles y después ir como borregos a votarles. La sumisión voluntaria me molesta, me sorprende y habría que rebelarse contra ella constantemente. ¿Por qué ocurre eso? Por varias razones, un afán excesivo de seguridad, que manden por mí, lo que llamaba Nietzsche, el ‘calor del establo’, y el poder está cómodo en esa situación, porque es la mejor manera de perpetuarlo.

¿Movimientos como el 15-M terminan convirtiéndose en núcleos de poder?

Por necesidad, no. Desgraciadamente, si uno mira la historia, con una alta probabilidad, sí. Soy bastante empático o simpatético con el movimiento del 15-M, ha sacudido a la sociedad, ha originado cierta revulsión social, en tanto que ha conseguido que cierto tipo de problemas pasen a primer plano. Ya está bien de obedecer sin más, y se ha ramificado mucho más de lo que pensamos. Luego hay que tener en cuenta la intrahistoria, que no permite ver el resultado de manera inmediata; hay aspectos que permanecen del 15-M, ahora, es cierto que está la otra cara, hay gente dentro del movimiento que lo que quiere es su trozo de la tarta. Es algo cíclico: para luchar contra el poder se utilizan las mismas armas que ese poder y se acaba ejerciendo el mismo poder contra el que luchabas.

«Es mucho peor una media verdad que una mentira». ¿Por qué?

La cita no es mía, pero la asumo. Para meter las cosas con vaselina es mejor la mentira sutil, que lo que hace es conjugar verdades con grandes falsedades, y eso puede engañar mucho más. Una falsedad brusca, directa, que no tuviera el aroma de la verdad, sería más difícil de sembrar. Opino lo que Unamuno, que no hay tonto bueno, aunque nuestros políticos, más que tontos son inútiles. Han desarrollado la habilidad de conspirar, de hacer meandros y laberintos del poder, y sus medias verdades funcionan mejor que las mentiras.

En estos momentos en los que hay tantos estímulos, tantas eróticas, tantos poderes diferentes, ¿Cómo saber distinguir el artificio de lo auténtico?

Está bien que menciones de nuevo lo de la erótica, porque lo reivindico desde su sentido más profundo y auténtico. Cada ética individual, y en este libro expongo la mía propia, ha de estar bajo un paraguas político, estético, y ha de ser de la cabeza a los pies, que contemple todos los elementos que inciden en el buen vivir. En ese sentido, los derechos justos están bien, pero ha tenido una excesiva carga de tradición, de religión, y hay que reivindicar la satisfacción de los deseos, siempre y cuando no se tengan deseos de imposible, sino conciencia de finitud, de moralidad. Que sean nuestros, que nos den la razón de poder vivir, que no sean inducidos, como el hiperconsumismo, el hedonismo barato, la autoayuda porque sí. Todo eso hay que valorar para confeccionar nuestra propia ética y nuestra mejor pedagogía.

«Saber quiénes somos es una tarea que roza el fracaso». ¿Tan mal lo hacemos?

Creo en una frase de Bergamín que dice «lo que estoy siendo es lo que más claro veo y lo que menos entiendo». Es muy difícil la autocomprensión; no digo que sea ni mucho menos imposible, ni que no haya que conseguirla. A ella se opone nuestra propia constitución (somos un conjunto de piezas, algo que olvidamos y por eso tendemos a vernos como un bloque, como algo unitario y rígido que no somos), el cerebro mismo funciona en cableado, entre la parte de neocórtex, más racional, y la límbica o emotiva. Primero nos captamos con dificultad e inmediatamente nos engañamos, colocamos un yo todo hecho, de una pieza. Se necesita cierta modestia a la hora de conocernos, no hay identidades totalmente hechas, y capacidad para captar nuestro yo más auténtico. Toda la presión social y el ambiente social nos lo dificulta. Me parece básico y moral la igualdad y la simetría, estoy a favor de la justicia ultradistributiva, pero junto a eso somos muy distintos, y tratan de hacernos una foto robot que no te refleja ni a ti, ni a mí ni al otro. Todo eso, al final nos convierte en la madrastra de Blancanieves, nos miramos al espejo y no sabemos quiénes somos.

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Afirma que en la reivindicación del deseo, como parte de la ética, hemos estado castrados por la Iglesia. Sin embargo, en un momento de laicismo como el de hoy en día, a la gente le sigue costando hablar de sexo. El pudor persiste.

Totalmente de acuerdo. La erótica no ha tenido un desarrollo filosófico, ha habido mucho pudor en los filósofos a la hora de hablar de la sexualidad, incluso en el campo de la ética. No es que sea lo más importante de nuestra vida, pero es un espectro importantísimo. La cabeza, el corazón y la bragueta, dicho de un modo vulgar, son los centros neurálgicos. Es curioso hasta qué punto estamos lejos de la naturalidad ante el sexo. No la sexualidad, que es más cultural, el sexo. Hay una parte que tiene que ver con la escuela y la familia, culpables de haber mantenido el tabú ante el sexo. A los padres les da corte hablar con tranquilidad del asunto y en la escuela se aborda la parte fisiología anatómica. Nos han robado el cuerpo, y eso se manifiesta mucho en la vida sexual; tenemos una presión enorme, la pornografía, tal y como está montada, tiene una parte muy negativa: el dinero, la exhibición machista del cuerpo de la mujer, etc., pero la pornografía en su sentido más auténtico, en igualdad, estaría muy bien, podría servir para dar una dimensión sexual igualitaria que tuviera que ver con el placer que está ahí, a mano.

Más allá de lo religioso, a la gente le cuesta compartir intimidades vinculadas a la alcoba…

Es cierto que España se ha secularizado bastante, pero la Iglesia todavía mantiene el monopolio de las conciencias; incluso gente laica tiene un remanente religioso muy fuerte. Es respetable que uno tenga pazos en la distancia y que no tenga por qué contar cómo es su vida sexual, o no querer decir cuánto gana, pero no se puede sacralizar el sexo como si fuera un altar, eso ya lo decía Foucault: Somos todavía muy deudores de la religión. ¿El problema es que no sabemos combinar la buena vida con la vida buena? Ese es el punto. El secreto de la buena ética, de la mejor vida posible, es la combinación entre lo que es la vida buena, hacer lo que uno considera que tiene que hacer, y saber estar a gusto con los demás, conciliar la libertad propia con la de los otros, la buena vida, la vidorra si prefieres, poder gozar de todos aquellos elementos que la naturaleza o la sociedad pone a nuestra disposición. Hay algunos muy claros, una buena bebida, una buena comida, y hay otros más sofisticados, una buena música. Pero hay uno fundamental, la amistad.

Y en estas conexiones afectivas, ¿qué papel juegan las redes sociales?

Desde mi vocación tardía de las redes sociales, te diré que convertirnos en criaturas del aire nos da unas inmensas posibilidades. Habría que aprovecharlas. Ya se están aprovechando. Las redes sociales políticamente hacen un gran servicio a los ciudadanos. Las sociedades cerradas se rompen y la conexión se establece, se quiebran las barreras. Pero también existe el riesgo de alienarnos si se impone una tecnología vacía y se confunde información con cultura. Una cosa es informarse y otra muy distinta metabolizar esa información, y eso las redes sociales solas no lo hacen, tiene que haber una capacidad de discutir y argumentar, muchas veces con el rostro del otro delante. Pero, en términos generales, creo que contribuyen a la libertad.

¿Nos iría mejor si cada uno de nosotros aquilatase su propia ética?

Nos iría mucho mejor no si estuviéramos todo el día dándole al coco, si hiciéramos un poco de descansillo; dado que subimos escaleras en la vida, habrá que pararse de vez en cuando, mirarse con ternura e inmisericordia, en el sentido de no ocultarse a sí mismo aquello que no le gusta y con lo que no está de acuerdo. Esa mínima reflexión hay que hacerla. La ética, más que ir repartiendo por ahí certificados de buena conducta, es recordar. Recordar cosas, recordar que tenemos que vivir bien, buscar métodos para hacerlo y saber empezar de cero si fuera necesario.

¿Y la ética de las empresas?

A mí eso me resulta adornar al capitalismo. Lavar la cara del capitalismo. Lo cual no quiere decir que no tenga que haber empresas y que uno tenga que ser ético en su profesión. Dígame, si sabemos cuál es el camino correcto, dónde están los límites, qué nos conduce a la felicidad… ¿por qué tendemos a transitar el camino equivocado? La humanidad es muy imbécil; me incluyo, claro. Parece mentira que para llegar diez metros más allá demos la vuelta al mundo. Parece mentira la capacidad del ser humano de comerse el coco para nada; supongo que tiene que ver con nuestra constitución, no somos ángeles, pero tampoco espabilamos, necesitamos escuchar una trompeta como la de Jericó, que nos recuerde que tenemos cuatro días para vivir. Solo se espabila ante una enfermedad, un accidente, ante algo gordo. Una cosa que reivindico en la última parte del libro, ‘Una manera diferente de sentir’, es el estado de vigilia, el estar despierto, porque estamos muy dormidos y nos dejamos arrollar malamente. No tengo el punto de Arquímedes para que esto cambie, pero lo intento.

¿Da vértigo admirar e incluso amar el pensamiento de personas terribles, como le ocurrió a Hannah Arendt con Heidegger?

A mi me resulta incomprensible, y dice poco a favor de las Hannah Arnendt de turno, que se dejan llevar por gente con carisma. A mi modo de ver, Heidegger era un nazi, y ha sido muy nefasto; tenemos tendencia a mitificar, y caerse de nuestros mitos es algo difícil y muy doloroso. Heidegger entontecía mucho a los alumnos, lo que indica que hay que tener personalidades fuertes para no dejarse llevar. Decía tonterías y cosas que han hecho mucho mal. Tu planteamiento, podría decir en algún aspecto a favor de Heidegger, pero nunca a favor de Hannah Arendt.

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