ENTREVISTAS

«Los políticos, o nos adaptamos, o estamos muertos»

Borja Sémper (Irún, 1976), presidente del PP de Guipúzcoa, cada vez suena más en los mentideros periodísticos como la respuesta «popular» a Pedro Sánchez, actual secretario general del PSOE.

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Flavia Zugasti
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21
enero
2015

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Flavia Zugasti

Lo han llamado contestatario, verso suelto o enfant terrible, y los sectores más conservadores de la política lo sitúan en la margen izquierda de su partido por oponerse al fallido proyecto de la Ley del Aborto o apoyar el acercamiento de presos de ETA a Euskadi, por ejemplo. Borja Sémper (Irún, 1976), presidente del PP de Guipúzcoa y portavoz del Grupo Popular en el Parlamento vasco, cada vez suena más en los mentideros periodísticos como la respuesta «popular» a Pedro Sánchez, actual secretario general del PSOE.

Tanto Sémper como Sánchez son relativamente jóvenes, fotogénicos, poco dados al seguidismo y críticos con muchas decisiones de sus partidos. Aunque Sémper no se postula en ningún momento de la entrevista, no cabe duda de que es parte de una nueva hornada generacional de políticos desanclados que abogan, como él insiste una y otra vez, por «una regeneración totalmente necesaria». 

La desafección de la sociedad con las instituciones es cada vez mayor, acrecentada por los casos de corrupción. No tienen ustedes muy buena imagen en estos momentos. ¿Eligió un mal día para ser político?

No me arrepiento en absoluto de haber tomado esta opción. Con 19 años, fui cargo electo por las listas de Irún, pero fue más un compromiso moral que político. La barbarie del terrorismo que sufríamos en Euskadi merecía una respuesta.

El contexto era otro, pero no más propicio: usted iba con guardaespaldas a sus clases de Derecho en el Universidad.

Era muy joven y me planteé: «¿Por qué no voy a poder defender públicamente lo que pienso a pesar de las amenazas terribles y constantes?» No podía obviar el contexto. No es normal que un chico de 19 años adquiera responsabilidades públicas, y menos en una ciudad del tamaño de Irún. El PP echó mano de chavales como yo porque no había más opciones para ocupar las listas. En Madrid había tortas para ser concejal, en Irún había codazos para no serlo. Me lo ofrecieron y, con la que estaba cayendo, no podía decir que no. Pero, sobre todo: en este tiempo, incluso ahora que los políticos estamos en horas bajas y tenemos tan mala prensa, me sigo divirtiendo con lo que hago. Me apasiona. Esa es la razón principal por la que sigo en esto.

Gregorio Ordóñez, uno de sus ídolos, ocupaba su cargo cuando fue asesinado por ETA en 1995. ¿Pensó alguna vez que llegaría hasta aquí?

Nunca. En política, los años son como semanas y las semanas son como días. Todo va una velocidad de vértigo. Cuando te quieres dar cuenta, has cumplido 38 años y estás en un puesto de responsabilidad que nunca te hubieras planteado. Hay gente que traza, hace castillos en el aire y cuentas de la lechera. No es mi caso. No he pegado un codazo ni he hecho nada extraño para estar donde estoy. Pero está claro que, si te gusta la política, quieres ocupar cargos de responsabilidad cada vez mayores, para poder hacer aquello en lo que crees.

¿Y cómo lograr que los ciudadanos crean en ustedes en una situación como la actual?

Cuesta que estructuras de poder tan ancladas evolucionen, también las nuestras, las de los partidos políticos. Cuesta que evolucionen con la sociedad. Pero tenemos que hacerlo: los partidos políticos, o evolucionamos o estamos muertos.

No admitir preguntas en ruedas de prensa o darlas a través de una pantalla de plasma no parece la mejor vía para acercarse a la sociedad…

Eso debe cambiar. Y, cuanto más complicadas y comprometidas sean las preguntas, mejor, porque van a obligar al político a sacar lo mejor de sí mismo. Quien lee una entrevista o ve una rueda de prensa, palpa perfectamente cuándo algo es auténtico o cuándo es de chichinabo. No concibo la política sin una relación totalmente transparente con el periodista o una rueda de prensa sin aceptar preguntas. Creo que además es una oportunidad para un político, no una amenaza. Soy optimista, es parte de una regeneración política necesaria. La gente ya no recibe información, la va a buscar a través de Internet. Y, a su vez, genera información con un tweet, en un blog… Es tal la revolución, que se han creado las redes, donde o generas tú información dando tu opinión o la van a generar por ti. Pero, sobre todo: la política debe generar autenticidad y naturalidad, coño.

Entonces piensa que en muchos casos su partido no lo está haciendo bien…

Por supuesto. Pero esto no es solo un problema del PP. Afecta a la mayoría de los partidos.

Usted dijo una vez: «No hay una sociedad civil con conciencia crítica». ¿De verdad lo piensa? ¿Y qué pasó con el 15 M?

Hay brotes que son espasmos, cabreo que se traduce en manifestaciones. La gente reacciona ante lo insoportable, como lo que estamos viviendo en muchos aspectos de la política, pero lo hace a espasmos. Yo me refiero a una sociedad civil organizada. Echo en falta un espíritu crítico individual, una sociedad con un criterio sustentado no en grandes titulares, sino en reflexiones. De eso somos en gran parte responsables los partidos políticos.

¿En qué sentido?

Muchas veces, los políticos ocupamos espacios que no nos corresponden y eso siempre va en detrimento de la sociedad civil. Los partidos no hemos hecho lo suficiente para favorecer que la sociedad pueda tener una opinión al margen de las instituciones o los colectivos. El otro día, leía en una portada: «El PNV, a la espera de que Urrutia decida ser presidente del Athletic para empezar su campaña electoral». Parece una frivolidad sin importancia, pero, cuando un partido político manosea hasta la elección de un presidente de un club de fútbol, está claro que tenemos un problema. Y no solo es del PNV.  Esto pasa también en sitios donde el PP o el PSOE son partidos hegemónicos.

Tal vez, otro motivo de esta falta de conciencia crítica es la ausencia de respuesta de la clase política: la gente se manifiesta, pero nunca pasa nada… Es un esfuerzo estéril.

El 15 M ha supuesto mucho más para los partidos políticos de lo que la gente se cree. En su origen fue un movimiento espontáneo conformado por gente de diversas ideologías, muy heterogéneo, que salió a la calle encabronada con una situación… O más bien con muchas situaciones determinadas. En el momento en que empezó a politizarse, provocó que mucha gente que se había sumado se alejara. Fue la politización partidista de movimientos como ese lo que hizo que se fuera desinflando. Del 15 M pasamos al no nos representan. Y de ahí a rodea el congreso. Fue una escalada que acabó en el siguiente mensaje: la democracia representativa no vale, la que sirve es la asamblearia. Eso se cargó el 15 M. Y yo creo que el 15 M es una respuesta necesaria del sistema. Te aseguro que internamente los partidos y los políticos hemos tomado nota de lo que pasó. Fue una expresión de algo que se ha ido concretando después: desafección, abstención en las elecciones, auge de partidos políticos como Podemos… No es una broma y se ha interiorizado.

Usted dice que el 15 M se desinfló al politizarse. Pero Podemos fue una consecuencia de eso y arrasa en las encuestas, incluso por encima de los dos partidos mayoritarios.

A mí me preocupa una cosa, y es que he oído a votantes habituales del PP o del PSOE decir que van a votar a Podemos, literalmente, «para joder». Ortega y Gasset decía que lo que hemos conseguido no es inamovible. El sistema de libertades del Estado de bienestar, garantista, sólido, moderno, el haber salido de una dictadura hace algo más de 30 años y lograr ser ahora un país homologable a los más avanzados de la Unión Europea… Eso lo hemos conseguido, pero igual lo podemos perder. No es alarmismo. Es una realidad. Pensar que ya nada va a cambiar todo lo que hemos logrado es erróneo. El auge de los populismos, ya sea por convicción o, como te decía antes, por joder, creo que pone en peligro todo lo que hemos conseguido. Creo en las instituciones sólidas y que dan cauce a la participación política, no creo en los movimientos asamblearios, que en la historia moderna han demostrado que son todos un fracaso.

Ahora Podemos ha suavizado el discurso, acercan su programa económico a la socialdemocracia… ¿No existe una reticencia por parte de los dos grandes partidos por miedo, precisamente, a que termine el bipartidismo.

Yo creo en un sistema con una izquierda moderada y un centro derecha liberal como grandes articuladores de corrientes ideológicas. Necesitan presiones de otros partidos de los extremos, eso no es malo. Pero hay que tener cuidado. El auge de los partidos extremistas en los países nórdicos no es una broma, ni el de Le Pen en Francia o el de los partidos extremistas de Grecia… No digo que Podemos llegue a ese nivel, pero hay que tener cuidado con su discurso anti todo. De lo que no hay duda es de que su auge es un síntoma de que la gente ha dejado de confiar en los partidos institucionales, de creer en las instituciones como garantes, y busca soluciones sencillas a problemas muy complejos. Los que creemos en la democracia representativa y liberal o nos ponemos las pilas o vamos a pasar a ser viejunos ante quienes defienden soluciones mucho más viejas.

¿Qué opina de la reacción generalizada en la prensa y las instituciones tan crítica con Podemos?

Totalmente excesiva. Sin duda, es un fenómeno, por su componente mediático y por su personalización en una figura, y es lógico que haya despertado mucho interés. Pero de ahí a preocuparnos por las camisas o el champú que usa Pablo Iglesias… se nos está yendo de las manos. Espero que cuando Pablo, al cual conozco y aprecio, se vea obligado a salir de los tres o cuatro mantras que tiene, baje a la arena política para entrar al detalle en los debates en igualdad de condiciones. Ahí empezaremos a ver otro Podemos y también esto se corregirá. De momento, han suavizado sus propuestas económicas. Y, desde luego, los demás partidos debemos tomarnos en serio las encuestas que les dan tanto apoyo: no es ninguna broma.

Borja Semper politica Partido Popular

No ha jugado a favor de los dos grandes partidos esa sensación de que anteponen siempre la política electoralista.

Desde luego. No nos benefician las políticas de estrategias, cálculos… Hay que romper esa inercia. Cada vez más parte de la población está desideologizada, ya no valora tanto un color como un partido que sea capaz de llegar a pactos transversales y hacer cosas. El gran problema actual es que, muchas veces, es precisamente la ideología lo único que guía nuestra acción política. Un político debe entender que gobierna para todos y no puede seguir políticas partidistas.

Pero también hay que ganar elecciones…

Sí, pero no desde el cálculo, sino desde las políticas eficaces. Y creo, en el fondo, que hay una parte de la política que ve a los ciudadanos como menores de edad.

¿Me lo aclara?

Yo soy de los que creen que hasta lo más complicado de explicar es fácil si lo haces con honestidad y transparencia. Si vas a desarrollar una política que sabes que va a generar polémica, si la explicas con honestidad y con crudeza asumiendo sus consecuencias negativas a corto plazo, pero supeditándolas a un bien superior, la gente estará a favor o en contra, pero nunca pensará que la estás tomando por idiota. Este es un momento muy importante en el que la gente necesita volver a creer que los políticos no tratamos a los ciudadanos como imbéciles.

Hablando de políticas eficaces, el PP, como los partidos liberales en general, tiene fama de anteponer la buena marcha de la economía a políticas sostenibles, por ejemplo.

Es una creencia anticuada. Hay una realidad indiscutible: el debate sobre la responsabilidad social de las empresas está interiorizado en las del IBEX 35, las grandes corporaciones norteamericanas… Es un debate que ya está ahí. Saben que el medioambiente no es una variable, es una obligación. La responsabilidad con la sociedad es un factor competitivo determinante, demostrar la repercusión que las políticas de una empresa tienen en la sociedad. Cada vez somos más exigentes con las empresas que operan en el mercado. Como, afortunadamente, la libre competencia nos da la opción de elegir, cada vez elegiremos más las que tienen una actitud seria con el medioambiente y son socialmente responsables, no como estrategia de marketing, sino como cultura empresarial. Es un activo competitivo.

Usted ha vivido en sus carnes las consecuencias más dramáticas del nacionalismo. ¿Qué opina con la exaltación que se está viviendo ahora en Cataluña?

Soy muy respetuoso con los sentimientos de la gente. Pero cuando se habla de identidades… Las identidades son tan numerosas como ciudadanos existen. Yo puedo tener una cercanía afectiva a una bandera, igual que otra persona, pero por motivos completamente diferentes. Por tanto, los sentimientos son de cada uno, pero la política debe trascenderlos para actuar con la cabeza. La exacerbación de la identidad nacional, ya sea catalana, vasca o española, es un profundo error, porque siempre excluye la pluralidad de sentimientos. Las sociedades más modernas son las que dan más protagonismo al individuo, mientras el Estado garantiza educación, sanidad, etc. Pero exacerbar identidades colectivas ha llevado a matar en Euskadi o a actitudes excluyentes en Cataluña con la gente que no es independentista, como ha sucedido con el tema de la consulta. Eso me genera la sensación de que estamos más en el siglo XIX que en el siglo XXI.

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