Alba de Mingo
«La cantidad de talento que estamos perdiendo por no atender bien las altas capacidades es brutal»
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Alba de Mingo (Madrid, 1981) descubrió que tenía altas capacidades después de conocer ese mismo diagnóstico en sus tres hijos biológicos. Hoy, la presidenta de EducaDe (Asociación para la Atención a la Diversidad España) y coautora de varios libros sobre altas capacidades, comparte con ‘Ethic‘ su experiencia viviendo y conviviendo con este diagnóstico. Una realidad que, se calcula, afecta al menos al 10% de la población, y que debe ser comprendida en toda su complejidad por el sistema educativo, el ámbito laboral y el conjunto de la sociedad.
Se calcula que 9 de cada 10 personas adultas con altas capacidades no están diagnosticadas. ¿Hay muchas personas con altas capacidades en nuestra sociedad?
Entre un 10 y un 15% de la población, según Renzulli, tiene altas capacidades. Es mucha más gente de la que creemos, porque tenemos el concepto de genio tipo Einstein, que tenía un 164 de CI [cociente intelectual], pero ya se entiende alta capacidad a partir de la primera desviación típica, que estaríamos hablando de un 115 de CI, con lo cual hay mucha más gente de lo que se cree.
¿Qué señales pueden hacernos intuir que un niño o niña tiene altas capacidades?
Lo importante es que tanto las familias como los profesores en el aula estén atentos. Son niños en los que hay que entender que la edad fisiológica que tienen, la edad biológica, no corresponde con la edad mental: tienen una disincronía. Eso en el aula se ve en diferentes cosas. Son niños que, a lo mejor, tienen una velocidad al hablar o a la hora de incorporar vocabulario tremenda. O se les puede dar muy bien todo el tema matemático. Suelen ser niños que se aburren, porque lo entienden todo mucho más rápido que sus compañeros. A veces son niños muy disruptivos porque si te aburres mucho en clase… la lías. O se abstraen. Imagínate que tienes un índice de creatividad muy alto y te están contando una cosa que te han contado veinte veces. ¿Qué haces? Te vas a tu mundo, que es mucho más interesante. Entonces, estos niños se confunden con autismo o TDAH, pero puede ser una alta capacidad con sobreexcitabilidad. Cuando tú en el aula ves que un peque destaca de alguna manera y no acabas de entenderle, lo importante es evaluar y que se pueda ver qué clase de ayuda necesita.
Hablando de las aulas, ¿los centros educativos están preparados para atender esas necesidades? ¿En qué consiste la neuroeducación?
La neuroeducación es algo tan sencillo como aprovechar los conocimientos que tenemos en neurología y en ciencia para usarlos en la educación. Si ya sabemos cómo puede aprender un alumno, si es de tipo visual o auditivo, o su tipo de personalidad, vamos a adaptar ese aprendizaje a las características de ese alumno. Ahí está la clave. El sistema educativo tal y como está hoy viene del sistema industrializado, y para todos se enseña lo mismo, tipo clase magistral: el profesor cuenta y tú recibes. Lo ideal sería que hubiera un sistema educativo multinivel.
«La neuroeducación es que aprovechemos los conocimientos que tenemos en neurología y en ciencia para usarlos en la educación»
¿Qué significa eso?
Que el mismo temario se puede ir adaptando. Imagínate que estamos con los animales de granja. Podemos usar una herramienta que se llama taxonomía de Bloom, por la cual, al principio de la clase, se empezaría reconociendo los animales. Después se van haciendo preguntas, de manera que se va profundizando. Luego se pueden comparar los animales entre sí, si unos son mamíferos, otros ovíparos, etcétera, y al final, estos animales que he aprendido, los separo en piezas y creo mi propio animal (esto a los de altas capacidades les encanta). Así se da respuesta a toda la clase. Hay alumnos que se van a quedar en los animales de granja y otros que acabarán creando una mezcla de animal que intente sobrevivir en diferentes hábitats. Este es un ejemplo, pero hay más modelos multinivel. La tecnología ahora nos lo pone súper fácil.
«Fui a un especialista, me evalué y cuando tuve el resultado lo que sentí fue miedo»
¿Y en la vida adulta? Tú descubriste que tenías altas capacidades siendo ya adulta.
Yo lo descubrí por mis hijos. Y aun después de tener ya a mis tres hijos evaluados y saber que son de altas capacidades, y mi marido también, yo seguía dudando. A las mujeres especialmente nos cuesta verlo. Fui a un especialista, me evalué y cuando tuve el resultado lo que sentí –y esto mucha gente no lo entiende– fue miedo, porque tengo un CI bastante elevado y pensé: «Soy un monstruo y me va a costar muchísimo relacionarme con la gente». Luego me fui dando cuenta de que estaba sobreponiendo la alta capacidad a muchas cosas. Yo soy la persona que soy –entre otras, madre de acogida, que me hace muy feliz– y las altas capacidades son una cosa más. Conocer el diagnóstico ha sido muy beneficioso para mí, sobre todo para darme el permiso de ser quien soy. Ya no tengo que camuflarme, ya no tengo que encajar. Recomiendo a todo el mundo que se evalúe, porque te ayuda mucho a conocerte a ti mismo. Y después de ocho años formándome en esto, me he dado cuenta de que puedes tener un CI muy alto y no ser feliz, porque la clave está en la inteligencia emocional.
¿Por qué las altas capacidades están infradiagnosticadas en las niñas?
Sucede por dos motivos. Uno es que hay pruebas donde las preguntas están más orientadas al ámbito masculino, donde ellos destacan más, y el otro es que socialmente las mujeres estamos más «pensadas» para el cuidado y el ser inteligente en una mujer no es una cosa que esté tan valorado. Históricamente las mujeres tenían que ser bellas y cuidar la casa, y los hombres eran los que tenían que ser inteligentes. Aunque parezca mentira, esto se sigue arrastrando hoy en día y las niñas tienden más a camuflarse, a no destacar en el aula, a saber que pueden sacar mejores notas y elegir ellas mismas no hacerlo. Esto acaba teniendo problemas muy graves, porque durante toda su adolescencia las niñas no han llegado a ser ellas mismas. Llegan a un momento de crisis de identidad y conozco casos dramáticos, con problemas de salud mental, trastornos de la alimentación… por no reconocerse como son desde el principio.
«Las niñas tienden más a camuflarse, a no destacar en el aula, a saber que pueden sacar mejores notas y elegir no hacerlo»
La sociedad va cambiando. Antes, por ejemplo, se utilizaba el término «superdotado», y ahora se habla de «altas capacidades». ¿Qué ideas equivocadas o prejuicios son más comunes?
La primera idea equivocada es pensar que, como son de alta capacidad, no necesitan ayuda. Eso nos mata porque, legislativamente hablando, están dentro del grupo de necesidades específicas de apoyo educativo reconocido en la ley, y tienen el mismo derecho de asistencia que un niño con autismo o con TDAH. ¿Por qué? Muy sencillo: porque lo necesitan. Porque pueden tener disincronía y no encajar bien con los pares de edad. En el tema del acoso hay estadísticas: si uno de cada cinco niños puede sufrir acoso, en el caso de tener altas capacidades es uno de cada tres. A la hora de comportarse son tremendamente lógicos. Por ejemplo, en los exámenes entienden los enunciados literalmente, y lo mismo pasa en las interacciones sociales. Si no se adaptan los materiales para estar motivado y seguir aprendiendo, esa frustración acaba en fracaso escolar. La cantidad de talento que estamos perdiendo por no atender bien las altas capacidades es brutal.
«La primera idea equivocada es pensar que, como son de alta capacidad, no necesitan ayuda»
Tanto tú como tus tres hijos biológicos tenéis altas capacidades. ¿Qué retos implica para las familias la crianza de niños con altas capacidades?
Retos, muchos. Además, cada uno de mis hijos tiene una forma de ser completamente diferente. Este es otro mito: no por tener altas capacidades todas las personas son iguales. Si vas a la clasificación de Luz Pérez del año 2013, por ejemplo, tienes 8 tipos de perfiles de altas capacidades. En mi opinión, habría más, pero ahí se ve muy claro cómo lo que tienes en un perfil no va con otro, y eso me pasa a mí con mis hijos. Son perfiles completamente diferentes, con lo cual tienes que atenderles de maneras diferentes. Son muy intensos emocionalmente. Está muy relacionada la alta capacidad con la alta sensibilidad y eso conlleva que tengo que hacerles un acompañamiento tremendo.
¿Es difícil encontrar ese equilibrio entre la aceptación social para integrarte en un grupo y a la vez atender a tu desarrollo cognitivo y personal?
Justo, esa es la disincronía. La edad mental va por un sitio y la edad biológica va por otro, y eso genera problemas constantemente. De tipo social, por ejemplo: tengo cinco años, no tengo una gestión emocional, pero estoy entendiendo el concepto de muerte y sé que mis padres van a morir. Esa disincronía es muy evidente en la infancia, pero está todo el tiempo. No encajas porque estás fuera de lo que es la norma. En los ámbitos de trabajo, esto es un temazo; hay personas que no aguantan estar en un equipo de trabajo y cambian de trabajo una y otra vez porque no hay adaptaciones y se acaban frustrando. Si tienes suerte, puedes encajar en tu trabajo, pero lo normal es que estas personas se encuentren completamente solas. Mucha terapia es lo que hay en la vida adulta [risas]. Y luego, otro temazo es la pareja, porque claro, tú buscas a una persona que tenga el mismo nivel de profundidad de conversación que tú, normalmente, entonces encontrar pareja no es nada sencillo, y son personas que a veces también lo han pasado muy mal en su vida.
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