«La expresión creativa es un comportamiento saludable, como el ejercicio y la nutrición»
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La salud no es la simple ausencia de enfermedad: es también alcanzar altos niveles de bienestar físico y mental. Así lo cree Christopher Bailey, representante del programa Artes y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y director del Jameel Arts and Health Lab. Además de una amplia carrera como actor y dramaturgo, Bailey es el cofundador de la iniciativa Healing Arts, que, a través de una red global de centros de investigación, busca evidenciar los beneficios del arte y la cultura sobre la salud.
Desde la perspectiva de la medicina tradicional, usualmente se separa el cuerpo de la mente. ¿Cómo desafían las artes –o incluso disuelven– esta dualidad en el contexto de la salud?
A medida que comprendemos más sobre la neuroestética, la neurología de los sentidos, sobre cómo percibimos, interactuamos y damos sentido al mundo, resulta cada vez más insuficiente esa dualidad estricta. De hecho, uno podría argumentar que la sensación de que la mente está separada del cuerpo es en sí misma un síntoma de trauma. Cuando Oliver Sacks escribió el libro A Leg to Stand On, describía cómo, tras un accidente en los Alpes que lo dejó con una pierna destrozada, aunque su pierna sanó por completo, esta no le parecía parte de su cuerpo; era algo ajeno. Esta «propiocepción», o la capacidad del cerebro de darnos una sensación de conexión con nuestro cuerpo, con los demás, con el mundo que nos rodea e incluso con nuestro sentido del tiempo, se ve alterada por eventos adversos severos. Las personas que han experimentado actos de violencia o traumas informan sobre experiencias de «salirse del cuerpo». Yo mismo sentí esto tras una cirugía de emergencia contra el cáncer: sentí que mi espíritu flotaba sobre la cama del hospital, pues mi cuerpo ya no era un lugar seguro que habitar. Cuando el instinto de lucha o huida no es suficiente, entramos en estado de choque o «de hacerse el muerto» como último recurso evolutivo para sobrevivir. Esa desconexión, o disociación, como se le llama a menudo, puede requerir un largo proceso de recuperación. Las artes han evolucionado, en parte, para ayudar en esa recuperación.
«Las artes han evolucionado, en parte, para ayudar en la recuperación»
¿Qué prácticas dentro de las artes ofrecen los mayores beneficios para el bienestar mental y social?
A través de viajes musicales, de la atención consciente a la representación visual o del movimiento en el espacio, nuestro cerebro se reactiva y fortalece lentamente ese mapeo roto, ayudándonos a reconectar con nuestra sensación de sentido y pertenencia. Tanto al yo físico, a los demás, al mundo que nos rodea y a nuestro pasado y futuro potenciales. En inglés, incluso la palabra health proviene de una raíz anglosajona que significa «totalidad». De igual manera, la definición de la salud de la OMS no se limita a la ausencia de enfermedad, sino que busca el estado más elevado de bienestar físico, mental y social. Se trata de ser una persona plena en estos tres aspectos integrados de la vida.
¿Cuáles son los principales hallazgos o avances que han surgido de la red global de Healing Arts?
Con eso te refieres al Jameel Arts and Health Lab, que ayudé a fundar junto con colegas de NYU, Culturunners y Community Jameel… Por ejemplo, nuestro programa Music and Motherhood explora cómo las madres con depresión posparto pueden usar grupos de canto para reconectar consigo mismas y con sus bebés. O el proyecto Yazidi Cultural Archive, donde mujeres que habían sufrido agresiones sexuales sistemáticas utilizaron la fotografía y otras prácticas artísticas no solo para reducir sus síntomas de estrés postraumático, sino para ganar control sobre su identidad. Además, nuestro proyecto HoMe estudia el impacto de los murales en entornos hospitalarios y clínicos. No solo estamos aprendiendo más sobre el uso eficaz de las artes en un contexto de salud, sino también explorando niveles más profundos de la ciencia que explican por qué podemos afirmar que las artes aportan beneficios a la salud. En 2019, la OMS publicó un informe sobre los beneficios de las artes para la salud, que fue una revisión exhaustiva de la investigación al respecto, mucha de ella en un entorno clínico. El próximo verano, el Jameel Arts and Health Lab publicará una serie especial en The Lancet sobre las artes y las enfermedades no transmisibles. Y en 2026 planeamos publicar un informe sobre artes y salud comunitaria, donde probaremos la hipótesis de que la expresión creativa es un comportamiento saludable, igual que el ejercicio regular y una buena nutrición.
«Veremos políticas nacionales que apoyan las artes en el contexto de la salud»
¿Cómo podría integrarse de manera efectiva la terapia artística en los sistemas de salud convencionales? ¿Y cuáles son las principales barreras?
En la mayoría de las áreas del mundo donde trabajamos no hay suficientes recursos para contar con un número suficiente de arteterapeutas, especialmente en poblaciones desatendidas que sufren conflictos, epidemias, desastres naturales u otras condiciones extremas que crean grandes disrupciones, desplazamientos y daños físicos, mentales y sociales. Así que, además de apoyar programas de maestría en arteterapia, también respaldamos programas de formación para profesionales de las artes en la salud, que tienen una práctica informada sobre el trauma, pero que no necesariamente son terapeutas. En estos casos, pueden utilizar las artes para ayudar a las personas a regular y coregular su estado de ánimo, a sobrellevar las circunstancias, reconectar y encontrar sentido en sus vidas, aunque el trabajo terapéutico profundo con el trauma en sí sería remitido a un terapeuta. De igual manera, los voluntarios pueden ayudar a crear espacios seguros y ambientes de sanación, aunque no estén capacitados para aplicar los métodos específicos de un profesional en el área. Y, por último, hay prácticas que cualquiera puede hacer para manejar el estrés y vivir una vida más plena y significativa. Parte de nuestro trabajo es ayudar a los Estados miembros de la OMS a crear marcos para estos diferentes niveles de participación, tanto profesionales como no profesionales, para alcanzar al mayor número de personas y a las poblaciones de más difícil acceso. Para ayudarles a recuperarse de eventos adversos y también para desarrollar resiliencia, autonomía y apoyo en sus viajes individuales y comunitarios hacia el sentido y la pertenencia. En España, una de las organizaciones que me ha invitado es la Fundación Cultura en Vena, que ha creado un estupendo marco regulatorio para las artes y la salud en el país, un manifiesto que es un punto de partida para una conversación nacional sobre el tema y en el que invitan a todos los grupos a hacer parte. Lo veo como un paso importante para pasar de pilotos desconectados a un marco que podrá convertirse eventualmente en política nacional. La importancia de esto, por supuesto, es tener los beneficios de las artes desde una perspectiva de salud, para llegar no solo a la mayor cantidad de personas, sino a las más desatendidas.
«Un médico podría sospechar que un paciente se beneficiaría tanto de una actividad cultural como de una receta farmacéutica»
¿Cómo ve el futuro de las artes en el sistema de salud global?
Creo que, quizás en los próximos cinco años, veremos la primera reunión conjunta de ministros de Salud y ministros de Cultura. En esta reunión presentaríamos la evidencia acumulada sobre los beneficios de las artes para la salud y recomendaciones concretas sobre cómo integrar la expresión creativa en todos los aspectos del sistema de salud, desde las clínicas y hospitales hasta los centros comunitarios y los hogares. Pienso que veremos políticas nacionales que apoyan las artes en un contexto de salud, otorgando financiación, conocimientos y atención específicamente orientados a la mejora de la salud de las personas y las comunidades.
¿Qué implica esta visión ampliada de la salud para las políticas públicas?
A menudo la política se centra en reducir el daño, lo cual es importante, pero no es el final de la historia. Si queremos lograr una «salud para todos», y no solo una «salud para unos cuantos», tenemos que aceptar como meta de política pública que alargar la vida sin considerar la calidad de esa vida es solo la mitad de la ecuación. La política debería consistir no solo en que la gente sobreviva, sino también en que prospere. Creo que eso es lo que Thomas Jefferson quería decir con la frase «vida, libertad y la búsqueda de la felicidad». Simplemente seguir vivos no es suficiente.
¿Cree que podríamos llegar al punto en que los médicos «prescriban» actividades artísticas como parte de la atención en salud?
Esto ya está ocurriendo en muchas partes del mundo, y muchos sistemas de seguros están adaptándose para cubrir esta «prescripción social». Considero que esta es una tendencia política muy positiva, aunque encuentro que el término «prescripción social» puede ser engañoso. Sugiere un enfoque muy mecanicista para las artes. Algo así como «lea estos dos sonetos y llámeme mañana». En la práctica, la prescripción social no es así. Por ejemplo, en el Reino Unido, un médico general podría sospechar que un paciente se beneficiaría tanto de una actividad cultural o recreativa como de una receta farmacéutica o de otra terapia más tradicional. Sin embargo, la mayoría de los médicos no tienen el tiempo ni los recursos para explorar esas opciones. Por eso, el Reino Unido desarrolló una red de Link Workers [Trabajadores de Enlace»] que, bajo la guía del médico, se toman el tiempo para conocer los intereses y necesidades del paciente y crean un plan en conjunto que se adapta a sus gustos, imaginación y necesidades clínicas. Las artes en sí mismas no curan (cure). Nos ayudan a hacer curaduría (curate) de nuestra vida. Eso es lo que queremos decir cuando decimos que las artes sanan.
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