Material world
La arena, la sal, el hierro, el cobre, el petróleo y el litio construyeron el mundo. Y transformarán el futuro. Así lo afirma Ed Conway en su libro ‘Material world’ (Península, 2024).
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La arena es la materia más antigua y a la vez más moderna de todas. Fue la transformación del silicio en cuentas, tazas y joyas lo que marcó el comienzo de la era del Homo faber, el hombre fabricante. Sin embargo, esta misma materia puede utilizarse para crear los smartphones y las armas inteligentes del siglo XXI.
Aquí, en la playa y en el desierto, tenemos a nuestro primer protagonista. Durante mucho tiempo, los químicos buscaron la clave de la alquimia: cómo convertir el plomo y otros metales poco prometedores en oro. La búsqueda fracasó, o al menos eso dice la sabiduría convencional. Pero espere. Hoy en día convertimos el silicio en productos que valen literalmente su peso en oro. Forjamos productos maravillosos a partir de arena dorada.
Dado que hemos aprendido a transformar una materia barata e inerte en algo tan valioso, quizá no deba sorprendernos que estas habilidades hayan llegado a ser tan apreciadas. Cuando han estallado guerras comerciales, en el centro de ellas ha estado a menudo la arena. La capacidad de China para fabricar sus propios chips de silicio con el mismo grado de complejidad que los de Taiwán y Corea del Sur es una preocupación frecuente en Washington hoy en día: ¿desarrollará ordenadores cuánticos más rápido y con más éxito que Estados Unidos?
Dado que Pekín ha superado a sus rivales en tantos otros campos económicos en los últimos años, la supremacía china del silicio podría parecer inevitable, pero, por lo menos en el momento de escribir estas líneas, aún no nos hemos acercado siquiera a esa situación. China puede dominar en ámbitos como la siderurgia, la construcción, la fabricación de baterías y teléfonos inteligentes, e incluso, últimamente, las redes sociales, pero ¿una industria de semiconductores líder en el mundo? Todavía no.
La arena siempre ha estado en el corazón de la tecnología punta, mucho antes de la era de los chips de silicio
¿Por qué? Por una parte, porque el proceso de convertir arena en chips de silicio es […] una de las hazañas más extraordinarias de la ingeniería. De hecho, muchas de las técnicas empleadas para crear transistores tan pequeños que se miden en átomos parecen tan descabelladas que incluso a alguien con una imaginación hiperactiva le costaría concebirlas. Por otra, porque los dirigentes occidentales no se detendrán ante nada para impedir que China adquiera la supremacía en esta tecnología. Están decididos a impedir que se les escape la propiedad intelectual, las herramientas de la alquimia del siglo XXI. Sin embargo, por muy contemporáneo que todo esto parezca, la arena siempre ha estado en el corazón de la tecnología punta, mucho antes de la era de los chips de silicio.
Durante siglos, los Gobiernos compitieron entre sí por controlar otra tecnología punta derivada de la arena, una tecnología que dotaba de poderes biónicos a quienes la utilizaban. Esa tecnología era el vidrio. Al igual que los Gobiernos de hoy intentan desarrollar sus sectores de semiconductores y de coches eléctricos, sus predecesores tocaron todas las teclas posibles, desde la estrategia hasta la treta industrial, para controlar el comercio del vidrio. De la misma manera que hoy se impide a los científicos pasar de contrabando sus secretos de Occidente a Asia, algo parecido les ocurrió a los artesanos de Murano, los primeros en aprender a fabricar un vidrio verdaderamente transparente, fino y bello. Se les amenazó con la muerte si intentaban abandonar la isla de la laguna veneciana.
Cuando descubrió cómo crear un hermoso vidrio cristalino con la ayuda de artesanos sacados de Murano, el vidriero inglés George Ravenscroft y sus trabajadores se negaron a divulgar el ingrediente secreto (lo que en aquel momento tenía sentido desde el punto de vista comercial, pero que ahora parece una irresponsabilidad, dado que su ingrediente secreto era el plomo, un metal tóxico que puede filtrarse en las bebidas almacenadas en una jarra de cristal). Durante las guerras napoleónicas, Gran Bretaña intentó privar a Francia de cristal. En los primeros tiempos de Estados Unidos, un gobierno resuelto a proteger la industria nacional mediante reglamentaciones e impuestos prohibió a los vidrieros ingleses emigrar a ese país. A menudo recordamos la frustración de los primeros colonos estadounidenses con los impuestos sobre el té, pero somos mucho menos conscientes de la que les causaron los impuestos británicos sobre el vidrio.
Así que no, no hay nada nuevo en la guerra tecnológica por el silicio. Es una guerra que se ha librado durante siglos, entre diferentes superpotencias a través de muchos frentes y muchos continentes. Es una guerra que se ha desarrollado en todo tipo de lugares inesperados, incluidos rincones olvidados de tierras tranquilas, a cientos de kilómetros de la línea del frente.
Este texto es un fragmento de ‘Material world’ (Península), de Ed Conway.
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